Del libro “Inquebrantables” de Daniel Habif
“No
te preocupes por esos kilos de más, preocúpate por esas neuronas de menos”.
Es fundamental prepararse y estudiar. El conocimiento
trae razonamiento y este trae progreso a la humanidad. Peor aún,
estamos poniendo el énfasis en el lugar equivocado, priorizamos el conocimiento
sobre el entendimiento que es donde reside la verdadera sabiduría:
el saber hacer. No importa cuánto sabes, importa cuánto haces.
Sabemos conquistar, pero no colonizar. Estamos enseñando a
nuestros jóvenes a impactar, pero no a trascender. Nuestro continente
acumula amargura y dolor y siembra ignorancia y mediocridad, lo que trae más
amargura y dolor.
No solo desde el sistema educativo vienen los fallos, las
mismas iglesias tienen enormes lagunas en su aproximación a Dios. Te puedes
saber la Biblia de arriba abajo, con puntos y comas, pero sin el entendimiento
y la revelación no harás nada: una cosa es lo que pueden decirte Sus
palabras y otra distinta es lo que ellas quieren decirte. Nos acosa la
ignorancia:
La ignorancia sobre nuestros valores como seres
humanos, la ignorancia de propósito, la ignorancia de lo prioritario,
la ignorancia de cómo aplicar el conocimiento, la ignorancia de cómo
canalizar las adversidades, la ignorancia de no saber qué es el
verdadero éxito, la ignorancia de desconocer que el fracaso no existe,
sino la sensación de sentirse fracasado, la ignorancia de cómo levantarnos
cuando estamos abatidos, la ignorancia de tener vista, pero carecer de
visión, la ignorancia de pensar que la educación solo está en las
universidades, la ignorancia de ignorar las bibliotecas, todas ellas nos
acosan.
Hay miles de personas estudiadas que permanecen en la miseria
económica, emocional y espiritual. Lo peor es que no tienen ni idea de qué
es lo que les falta. Maldicen que profesionales como ellos la pasen mal, pero
no perciben la aridez de su trato ni la incompatibilidad de sus actitudes
con el mundo que los rodea. Se sumergen en un lamento porque creen que deben
tener un gozo garantizado solo por que han llenado algunas de las incontables
dimensiones de la educación.
Necesitamos correr riesgos completos, aunque consigamos las
cosas a medias. Tarde o temprano encontraremos la fuerza necesaria para
completar la meta y encender la mecha de aquello que tanto buscábamos a
oscuras.
Las mentes inteligentes están dispuestas a aprender, pero
sobre todo a desaprender y siempre tienen los oídos prestos al
entendimiento. Aprender sin disciplina no es eficiente, hacerlo aplicando sistemáticamente
te hace eficaz. Si además incluye la honestidad, hallaras una
efectividad extraordinaria.
Quiero que cerremos este capítulo con una tarea realmente
especial, una que ojalá practiques el resto de tus días.
Durante una semana no llegues ningún día a tu cama sin antes
responder: “¿qué aprendí hoy?”. Si te regalas un “¿qué aprenderé
hoy?” al despertar, y lo conviertes en un hábito, verás cómo se elevan tus
estándares de vida momento a momento. Esto te obligará a buscar una respuesta
tan impactante que todos los días procurarás aprender y, en
consecuencia, responderás con un nuevo conocimiento.
Pero recuerda que el conocimiento no se aprende almacenando.
Podrás “saber” hacer un dragón de origami, pero hasta que tus manos no
provoquen pliegues en el papel, no habrás avanzado. Escoge que aprenderás, pero
céntrate en aplicar.
Esta sensación de progreso se convertirá en una emoción y en
una carrera interminable. Ponte a punto de conseguir la meta diaria del
progreso que equivale a una dosis de felicidad incalculable.
Para comenzar, deja registro de lo aprendido esta semana.
Si puedes incorporar este hábito y realizarlo con entusiasmo, mucho mejor.