El genio de la lampara (en el duelo)
Autora:
Alicia Campos Vera
Una mujer lloraba desconsoladamente por la muerte de su
esposo y su hijo en un accidente automovilístico. Caminaba distraída, sin
rumbo fijo ni dirección, cuando de repente tropezó con una piedra. Al
caer, su mano derecha rozó accidentalmente una lámpara mágica, y entonces
apareció un genio
- Puedo concederte tres deseos - dijo el genio en un tono
amable y sincero.
La mujer confundida y un tanto desconfiada solo dijo:
- Mi hijo y mi esposo murieron, así que solo deseo morir.
- Lo siento, pero no puedo cumplir esa
clase de deseos, ya hay alguien más que se encarga de los
decesos.
La mujer empezó a llorar intensamente y después de algunos
minutos, entre suspiros, expresó lo siguiente:
- Solo deseo que mi esposo y mi hijo estén vivos otra
vez.
- No puedo
devolverle la vida a nadie que haya muerto, por la misma razón que te mencioné anteriormente,
pero sí puedo cumplir deseos que te den felicidad a ti.
La mujer molesta agregó: - Sin ellos la felicidad ya no
existe para mí y solo deseo estar sola, encerrada en mi
casa, sin hablar con nadie. – Cruzó los brazos, frunció el ceño y se quedó
mirando al suelo.
El genio, extrañado y conmovido por la mujer, le concedió
“su primer deseo”. Pasaron los días y ella permanecía encerrada en casa:
lloraba, comía poco, dormía mal y su salud comenzó a deteriorarse.
Varias semanas después, abrumada por tanto dolor y consumida
por la impotencia de no poder hablar con nadie, decidió escribirle una nota al
genio:
—Está bien, genio, ya entendí. Este aislamiento que me
encierra en mí misma, y el no poder comunicarme con nadie, me está haciendo
mucho daño. Por lo tanto, mi “segundo” deseo es recuperar el habla.
La mujer marcó entre comillas “segundo”, pues su primer
deseo había sido solo una expresión que el genio interpretó como una
instrucción. Aun así, no tenía ánimos para debatirlo.
El genio sonrió. No solo le devolvió la voz de inmediato,
sino que además la invitó a caminar por el parque donde se habían encontrado
por primera vez, y después la invitó a tomar un café.
-Sabes genio, ya no quiero malgastar mis deseos, lo he
pensado muy bien y mi tercer deseo es dejar de sufrir por la
pérdida de mis seres queridos.
El genio le explicó que ese tipo de deseos no ocurrían de un
día para otro, que debería atravesar por la etapa de negación, ira,
negociación, dolor y finalmente la aceptación y resolución
de su duelo, pero que él estaría con ella todo el tiempo que necesitara para
completar su proceso.
Pasaron varios meses en los que la mujer compartió su sentir
con el genio, y él la escuchó con empatía. Ella liberó todo su enojo, aprendió
a perdonar, a agradecer el tiempo de convivir con su esposo e hijo y,
finalmente, aceptó lo ocurrido como algo destinado a suceder.
Al final, la mujer dijo:
—Ya acepté la muerte de mi esposo e hijo. El dolor ya no es
tan agudo, pero los sigo extrañando. ¿Crees que puedas concederme un cuarto
deseo? Quisiera volver a ser feliz como antes.
El genio respondió:
—Ya no puedes ser feliz como antes, porque eso quedó en el
pasado. Pero sí puedes ser feliz en el presente, con tu nueva
realidad. Valora lo que tienes y honra la memoria de tu esposo e hijo
demostrando que puedes ser feliz, como ellos desearían. Haz una mejor versión
de ti y siéntete orgullosa de ello. Eso no solo te dará felicidad, también te
dará paz interior.
—¡Tienes razón! Ahora sé que puedo lograrlo.
El genio regresó a la lámpara, y la mujer la dejó de nuevo
en el camino donde había tropezado con ella, con la esperanza de que algún día
pudiera ayudar a alguien más.
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