sábado, 12 de agosto de 2017

Del Libro “La rueda de la vida” de Elisabeth Kubler – Ross






  
Mi trabajo con las enfermas esquizofrénicas me había demostrado que existe un poder sanador que trasciende los medicamentos, que trasciende la ciencia, y eso era lo que yo llevaba cada día a las salas del hospital.  Durante mis visitas a los enfermos me sentaba en las camas, les cogía las manos y hablaba durante horas con ellos.  Así aprendí que no existe ni un solo moribundo que no anhele cariño, contacto o comunicación.  Los moribundos no desean ese distanciamiento sin riesgos que practican los médicos.  Ansían sinceridad.  Incluso los pacientes cuya depresión los hacía desear el suicidio era posible, aunque no siempre, convencerlos de que su vida todavía tenía sentido.  “Cuénteme lo que está sufriendo – les decía -.  Eso me servirá para ayudar a otras personas”.



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Del Libro “Todo pasa… y esto también pasará de Martha Alicia Chávez






Lidiar con la culpa


     La culpa nos hace sentir indignos y avergonzados.  Ésta, como todo sentimiento, tiene una utilidad: llevarnos a reconocer que hemos actuado de forma equivocada y que debemos hacer cambios en nuestras actitudes y comportamientos.  No obstante…, cuando la gente lleva su culpa por largo tiempo, hará muchas cosas de manera inconsciente para “pagarla”, como autocastigarse y auto sabotearse.  Por lo tanto, una vez que hemos aprendido la lección que la culpa nos trae, debemos dejarla ir y perdonarnos o perdonar a aquellos a quienes culpamos por nuestra pérdida.
Veamos algunas formas sanas de trabajar con la culpa:
*   Cuando sentimos culpa, tenemos un diálogo interno de autor reproche, en el que parecemos “disco rayado”, y a veces nos tortura:  “para qué le dije…”, “debí haberle dicho…”, “hubiera hecho esto…”,  “no hubiera hecho lo otro…”,  etcétera.  O tal vez el tema de ese diálogo interno esté relacionado con otra persona a quien culpamos:  “doctor inútil, por su culpa…”;  “tonto amigo mío, hubiera…”.
Graba en un casete ese diálogo interno.  Procura que esa grabación dure mínimo quince minutos.  No importa que repitas y repitas varias veces las mismas expresiones, al fin de cuentas eso es lo que hace en la mente nuestro diálogo interno:  repetir una y otra vez lo mismo.
Luego, durante algunos días, escucha diariamente esa grabación.  Es mejor si lo haces varias veces al día, hasta que llegue un momento en que notarás que estás harto de oírla, saturado, e incluso te darás cuenta de que percibes la situación de manera diferente a como la planteas en la grabación.  Tal vez al escucharla hasta comiences a pensar:  “Ah, no es para tanto”  o “Bueno, no soy un tonto, hice lo que creí conveniente” y otros pensamientos de ese tipo.
Aun cuando ya te sientas harto y saturado de escucharte reprochándote, lamentándote o culpando a otros, escucha tu grabación dos o tres días más, después de lo cual habrá llegado el momento de dejarla ir y, con ella, todos esos sentimientos de culpa plasmados ahí.  Quizá decidas simplemente tirar el casete o desenredar la cinta lentamente hasta sacarla toda, o elijas alguna otra forma de dejar ir la culpa.  Lo que sí te recomiendo es que NO lo hagas con desprecio, sino con respeto, sabiendo que esa culpa te enseñó algo, pero que decidiste que no la quieres cargar más tiempo contigo y por lo tanto te liberas de ella.
Eso funciona por varias razones:  una es que al “sacar” de ti tu diálogo interno y escucharlo “desde afuera”  puedes percibir la situación de una forma más objetiva y neutral, lo cual te ayuda a cambiar tu percepción y, por lo tanto, tus sentimientos al respecto.  Digámoslo metafóricamente: si ves la situación a través de un lente gris, producirás sentimientos grises, si cambiar el lente a uno amarillo, producirás sentimientos amarillos.

Otra razón por la que funciona es la saturación.  Esta técnica, propuesta por la psicoterapia sistémica, es llamada “prescripción del síntoma”  y consiste en darte permiso de tener el síntoma en lugar de prohibírtelo.  De manera que en lugar de presionarte a ti mismo a “controlar” ese diálogo interno y quitar ese sentimiento de culpa, te permites e incluso te incitas a tenerlo, de forma tal que, sin duda, llegará la saturación y el cambio en la percepción del suceso.  

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