jueves, 26 de julio de 2018

Del Libro “Los cinco ladrones de la felicidad” de John Izzo




Primer ladrón:       El control
Segundo ladrón:   La arrogancia
Tercer ladrón:       La codicia
Cuarto ladrón:      El consumismo
Quinto ladrón:      La comodidad




La arrogancia es un ladrón muy poderoso que se centra en nuestro pequeño ego.  Al igual que Narciso, siempre estaremos buscando la felicidad donde no podremos hallarla en nuestra búsqueda del yo, y al final moriremos espiritualmente de agotamiento.  Si optamos por alejar al ladrón, podremos reivindicar nuestro sitio correcto dentro de una trama infinitamente mayor que nosotros mismos, que es eterna en sí misma.   Al rendirnos podremos ver que servir a un bien común es la senda hacia la felicidad.  Eso sólo sucede cuando dejamos de preocuparnos por nuestra historia personal y nos unimos a la conversación general que nos envuelve.  La humanidad entera tiene que domar a este ladrón, para que no lleguemos a destruir la biosfera que nos dio la vida, el complejo sistema del que jamás hemos estado separados, pero al cual tenemos la oportunidad especial de poder servir.
Incluso la muerte, que roba la felicidad a tanta gente, desaparece cuando se levanta el velo de la separación.  ¿Qué es el miedo a la muerte, si no el miedo a la pérdida de nuestra arrogancia, el miedo a no ser importantes fuera de nuestro contexto dentro de la totalidad?  Cuando podamos vislumbrar la verdad – que no existe separación entre nosotros y entre nada que esté “allá afuera” – este ladrón perderá su poder para aprovecharse de nuestro miedo a no ser únicos, especiales o distintos.

Cuatro formas de alejar al segundo ladrón
      ·         Siempre que te des cuenta de que te obsesionas con la historia de tu vida, recuerda que formas parte de una historia mucho más importante.  El ladrón quiere que te sientes a mirar tu reflejo, pero en ello no hallarás la felicidad.

      ·         Recuerda que la felicidad es un subproducto de ser parte de algo más grande que uno mismo:  una causa, el trabajo de tu vida o el servicio a la naturaleza o a las personas.  Concéntrate en servir, en lugar de en recibir.

      ·         Cuando te aceche el miedo a la muerte, repite que es una mentira.  De algún modo estás aquí desde el principio de los tiempos y seguirás estando eternamente.  La imagen reflejada en el agua no es real, como puede que tampoco lo sea el tiempo.

      ·         Creemos un nuevo mito en nuestra vida común que nos permita unir la fe y la ciencia.  Los seres humanos forman parte de la naturaleza, pero tienen un papel especial. Como custodios de este gran experimento de la vida, podemos hallar un sentido colectivo.  Crear un mundo equitativo que nos vaya bien a todos forma parte de esto, y aunque no sea por motivos morales, puede ser por razones prácticas.  Sólo podremos prosperar cuando todos estemos realmente a salvo y felices.


Mantra
Estoy conectado con todo lo que es, y si puedo contribuir al bien de la totalidad, la felicidad me encontrará a mí.




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sábado, 21 de julio de 2018

Del Libro “Los cinco ladrones de la felicidad” de John Izzo




Primer ladrón:       El control
Segundo ladrón:   La arrogancia
Tercer ladrón:       La codicia
Cuarto ladrón:      El consumismo
Quinto ladrón:      La comodidad





El segundo ladrón de la felicidad es la arrogancia: sobrevalorar tu importancia personal, creer que estás separado de los demás y que sólo puedes encontrar la felicidad destacando del resto.  Otra palabra para este ladrón es  ego.
El mito de Narciso
El segundo ladrón es como Narciso, una de las figuras más conocidas de la mitología griega.  Narciso era un cazador famoso por su belleza.  Estaba tan centrado en sí mismo que rechazaba y menospreciaba a las doncellas que se enamoraban de él.  Incluso dio muerte con su espada a una de ellas en la propia puerta de su casa.  Ella, antes de morir, imploró a los dioses que le dieran una lección a Narciso por todo el sufrimiento que ocasionaba a los demás.
Esa lección se materializó cuando Narciso se acercó a un estanque para beber y vio su hermosa imagen reflejada en el agua.  Al ver su propio reflejo quedó prendado de sí mismo.  Aunque existen muchas versiones del mito, varias dicen que se quedó junto lago intentando en vano apresar el objeto de su deseo.  Cada vez que tocaba el agua para abrazar su imagen, ésta desaparecía.  Al final, la tristeza le condujo a quitarse la vida.
… Las investigaciones han demostrado que las personas que realizan regularmente actos de amabilidad por los demás, en realidad son mucho más felices que las que viven más centradas en sí mismas.  Cada mañana al levantarnos, en lugar de pensar qué me depararé el día de hoy, es mejor que te preguntes:  “¿Qué puedo ofrecerle hoy al mundo?”
Narciso quería la imagen que veía reflejada en el estanque, pero cada vez que metía la mano en el agua para intentar tocarla ésta desaparecía, por supuesto.   Lo mismo sucede cuando se vive bajo la tiranía de la arrogancia.  Siempre estamos intentando hallar la felicidad concentrándonos en nuestro propio y diminuto yo, cuando en realidad sólo podemos hallarla levantando la cabeza y mirando lo suficientemente lejos como para darnos cuenta de que formamos parte de una historia mucho más grande.  Esto es lo que sabía el Buda.  Esto es lo que Jesús y todos los grandes maestros han intentado decirnos.



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miércoles, 18 de julio de 2018

Del Libro “Los cinco ladrones de la felicidad” de John Izzo




Primer ladrón:       El control
Segundo ladrón:   La arrogancia
Tercer ladrón:       La codicia
Cuarto ladrón:      El consumismo
Quinto ladrón:      La comodidad





Te invito a que pruebes lo que he denominado la tarea de las dos semanas.  Durante quince días, practica ser consciente de cada momento en que creas que necesitas obtener un resultado en particular para ser feliz o que descubras que te estás resistiendo a lo que está sucediendo. Luego practica los tres pasos:  darte cuenta de la presencia del ladrón, detenerlo y sustituirlo con las palabras:  “Elijo estar plenamente presente y aceptar lo que me ofrece este preciso momento”.
Por ejemplo, puede que te encuentres en un atasco de tráfico al final de un día agotador en el trabajo.  Estás deseando relajarte en tu sofá en compañía de tu pareja, pero estás encerrado en el coche y no tienes la menor idea de cuándo llegarás a casa.   En este instante, observa cómo tu deseo de controlar y tu apego a estar en casa te está robando la felicidad.  Arresta al ladrón enseñándole educadamente donde está la puerta, como si le dijeras:  “No me vas a robar”.  Luego sustituye al ladrón por otro patrón mental nuevo y di:  “Elijo estar totalmente presente, aceptar este momento tal como es.  Mi felicidad está aquí, no en el resultado de estar en casa”.  Puede que ahora descubras que tu atención cambia a cómo conseguir ser lo más feliz posible en el atasco de tráfico en el que AHORA te encuentras.  Como el árbol que creció en una roca del río, busca siempre la forma de florecer, aunque sea en un atasco de tráfico.   

Cuatro formas de alejar al primer ladrón

1.-  Acepta en todo momento las cosas tal como son.  Controla e influye en lo que puedas, a la vez que eliges aceptar lo que sucede en cada momento
2.-  Acepta las duras verdades de la vida.  La muerte, el sufrimiento, el dolor, la soledad y la tristeza forman parte de la experiencia humana, igual que la dicha, la vida, el compañerismo y la felicidad.  Recuerda que anhelar que las cosas sean de otro modo, no la circunstancia en sí, es lo que te roba la felicidad.
3.-  Se consciente de que no puedes controlar ni el pasado, ni el futuro.  Cuando sufras por el pasado o te preocupes por el futuro, acepta que lo único real es el momento presente y elige regresar tranquilamente a él.
4.-  Practica los tres pasos durante dos semanas:  darte cuenta, detenerlo y sustituirlo.  Sé consciente del control y empieza a acostumbrar a tu mente a que ha de expulsar al ladrón de tu casa.  Esto exige práctica, pero cuando la domines florecerá tu contentamiento natural.

Mantra:
Elijo estar en el momento presente y aceptar las cosas como son.  La felicidad no está en el resultado que busco.



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domingo, 8 de julio de 2018

Del Libro “Los cinco ladrones de la felicidad” de John Izzo





Primer ladrón:       El control
Segundo ladrón:   La arrogancia
Tercer ladrón:       La codicia
Cuarto ladrón:      El consumismo
Quinto ladrón:      La comodidad


El primer ladrón de la felicidad es el control.  Este ladrón quiere hacernos creer que podemos controlar la vida, en lugar de aceptarla tal como es.  La gran verdad que descubrió el Buda fue que lo que provoca infelicidad es el deseo de que la vida sea diferente de lo que es.

El control es una ilusión: el momento presente es real
Dos de las cosas más evidentes que intentamos controlar son el pasado y el futuro.  No podemos controlar lo que ya ha ocurrido, por supuesto, ni tampoco podemos controlar lo que no ha ocurrido.  El lamento y la preocupación (primos hermanos del control) son los gemelos que nos roban la felicidad del momento presente.  Cada vez que somos conscientes de que nos estamos lamentando o preocupando, estamos dejando que este ladrón nos robe vuestro estado natural de estar presentes.
… Voy a ilustrarlo con un ejemplo.  Dedicar una hora a soñar despierto sobre el futuro, por ejemplo, pensando en un viaje que pronto voy a hacer o en el día de mi boda, puede ser una actividad muy placentera.  Del mismo modo, pasarse una hora recordando una experiencia placentera o incluso dolorosa de mi pasado, también puede ser placentero y quizá hasta útil si me ayuda a entender lo que lijo en el presente.
El problema llega cuando se presenta el control.  Cuando pensamos en el día de nuestra boda, se nos pasa por la cabeza que puede llover, o qué pasará si el tío Bill se le ocurre beber demasiado y monta un escándalo, o si quizá no estaré tan guapa como mi hermana, y así un pensamiento tras otro.  El ladrón sabe que no podemos controlar esas cosas, pero sigue diciéndonos que si nos preocupamos lo suficiente, conseguiremos encontrar la paz.  Por eso también podemos hacerlo a la inversa: cuando imaginamos situaciones en el futuro que nos preocupan, podemos ser conscientes del ladrón y dejarlo a un lado.  El futuro no se puede controlar, sólo experimentar.  La felicidad no depende del resultado.

Controlar las relaciones
El ladrón también se presenta en nuestras relaciones cotidianas.  Por ejemplo, pasamos mucho tiempo intentando controlar a los demás y esto nos provoca un sufrimiento interno interminable.  Cuando estás enfadado conmigo y me disculpo, estoy deseando controlar tu reacción.  El deseo de que me perdones me está robando la felicidad, cuando en lo que debería concentrarme es en lo que yo puedo controlar, es decir, en mi sincera disculpa.

La rendición: la fuerza opuesta
La fuerza opuesta al control es la rendición:  la aceptación completa de cualquier circunstancia que se esté produciendo en el presente.  Aquí tienes un sencillo ejemplo.  Todo el día estás deseando jugar al golf, pero la previsión meteorológica no es especialmente buena.  Existe un 50 por ciento de probabilidades de que llueva.  Miras al cielo con nerviosismo y estás pendiente de las previsiones del tiempo.  Sabes que no puedes controlarlo, pero insistes.  Te aferras a tu idea de que necesitas jugar para ser feliz.  Cuando se acerca la hora de jugar, el cielo se despeja, pero de pronto se encapota y cae un aguacero.  El ladrón te ha arruinado el día.  En lugar de rendirte a lo que es – puede que llueva o puede que no, no tengo control sobre ninguno de los dos resultados – opones resistencia a lo que es.  Rendirse significa literalmente dejar de luchar contra el flujo natural de las cosas.
No se trata de no actuar, sino de actuar desde ese espacio que yo denomino energía de la rendición.  No pasa nada por reflexionar sobre cuál será mi plan B si no puedo jugar por la lluvia o cómo voy a posponer el juego hasta la semana que viene.  Lo que no voy a hacer es dejar que el control se interponga en el sencillo acto de rendirme ante la evidencia de los que está sucediendo.


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