viernes, 27 de octubre de 2023

 

IRRITABLE  …  Autora:  Alicia Campos

 





¿Se han dado cuenta que cada vez es más común ver a personas que se enojan fácilmente?

Hace poco una niña de nueve años me preguntaba ¿Por qué la gente anda tan enojada por las calles?  Y seguidamente me describió algunas situaciones que ha presenciado de personas gritándose o insultándose por la calle, otros hasta bajándose de su auto para golpear al conductor de enfrente, y gente aventando artículos a la cajera de un supermercado.  

Ese cuestionamiento me hizo pensar sobre lo IRRITABLE que estamos últimamente a consecuencia del ritmo tan acelerado de vida que llevamos, por la presión social (principalmente a través de redes sociales), por la inseguridad y por las secuelas de la pandemia, entre muchas otras causas que sumadas a la carga emocional que cada uno ha acumulado a lo largo de su vida, generan mal humor.  Lo verdaderamente preocupante es que casi nadie se da tiempo para auto evaluar su comportamiento y con ello encontrar la causa raíz de su enojo para solucionarlo.

La irritabilidad es una respuesta exagerada ante estímulos que muchas veces son insignificantes, pero resultan molestos y causan contratiempos; sin embargo, en ningún momento justifican la agresión,  aunque al individuo le generan un estado de ansiedad y malestar.

Aquí enumero algunas causas, para que puedan verificar cuales aplican a ustedes y tal vez identificar las que pudieran estar afectando a otros:

1)      Causas Físicas: Cuestiones hormonales como la adolescencia, el hipertiroidismo y la menopausia, el estrés, la ansiedad, dolores crónicos, dormir pocas horas, y enfermedades en general incluyendo problemas de la vista y auditivas.

 

2)      Causas Psicológicas y Tanatológicas: Duelos no resueltos estancados en la etapa del enojo, incluyendo los que reflejan su tristeza a través del mal humor. Personas con trastornos depresivos que se muestran irritables y a la defensiva.

 

3)      La auto exigencia.  Querer complacer a todos y poner metas inalcanzables son de los más comunes.

 

4)    Problemas económicos. Si no eres previsor, no elaboras presupuesto, o no sabes manejar tus finanzas, cualquier imprevisto o descuido te puede afectar gravemente. 

 

5)      La incertidumbre.  No saber un diagnóstico, no saber si va a haber despidos, y cualquier incógnita en asuntos y situaciones importantes, te puede alterar.

 

Ahora bien, antes de que estas conductas hostiles se vuelvan crónicas, quiero compartir algunas soluciones para controlar la irritabilidad ya sea para que las apliquen en ustedes o las compartan con quien las necesite:

1)       Introspección.  El primer paso es analizar nuestros sentimientos, evaluar lo que nos incomoda, y ponerles nombre a nuestros malestares, para así saber cómo afrontarlo y mejorar.

 

2)      Cuenta hasta 10.  En cuanto detectes que la irritabilidad se empieza a apoderar de ti, respira profundamente, luego suelta el aire lentamente y cuenta hasta 10 o más, repite esto hasta que sientas que tu corazón deja de latir aceleradamente. Mientras lo haces pregúntate si el suceso se puede resolver sin agresión ni mal trato, y si tú lo pudieras estar agravando por estar sensible, o porque te recuerda algo más.

 

3)      Expectativas.  Metas y expectativas muy altas al no cumplirse crean frustración y la frustración genera irritabilidad.  Conoce tus límites, ponte metas reales, e informa a otros cuando las metas sean inalcanzables para ti.

 

4)      Ejercicio y actividades recreativas.  Realiza actividades que te gustan y que te saquen de tu rutina diaria, como pasear en bicicleta, jugar sopa de letras, leer, escuchar música, ver un programa de televisión, meditar, etc.  El ejercicio desvanece la tensión muscular y el esparcimiento es una forma muy sencilla de convertir el estado de ánimo negativo en positivo.

 

5)      Hábitos saludables.  Se recomienda desconectarse de aparatos electrónicos por lo menos una hora antes de ir a dormir, y silenciar las notificaciones. Procura tener 6 a 8 horas continuas de sueño reparador.  Vigila tu alimentación y has los cambios necesarios para que sea equilibrada y saludable, procurando que tu última ingesta sea ligera antes de las 21 horas y mantente hidratado.

 

6)      Redes de apoyo.  Procura que tus redes sociales no sean solo cibernéticas, los saludos y la escucha personalizada así como los abrazos, transmiten calma, consuelo, contención y dan seguridad.  Hay quienes dicen que los abrazos fortalecen el sistema inmunológico. El apoyo de familiares y amigos en momentos difíciles son de gran ayuda y si en tus momentos de irritabilidad llegas a lastimarlos, ofréceles una disculpa.

 

7)      Paciencia y Tolerancia.  Hay que aprender a aceptar que no tenemos el control de todo, y que no todos transitamos al mismo ritmo; por lo tanto, debemos ser empáticos, escuchar activamente, aceptar las diferencias, pensar antes de reaccionar, y no exagerar las cosas.  

 

8)      Terapia.  Si identificas que las causas de tu irritabilidad tiene que ver con problemas emocionales, o simplemente lo antes mencionado no te funciona, es momento de ir a terapia, ya sea con Psicólogo, Tanatólogo o Psiquiatra.

 

 

viernes, 13 de octubre de 2023

 

Del Libro  “La vaca” de Dr. Camilo Cruz  -  Vaca en los países

 



Espero que estas historias te motiven a deshacerte de tus propias vacas y vivir una vida libre de limitaciones.

 

Vaca Mexicana:  “Yo cargaba con la terrible vaca del  ´no me merezco tener nada´.  Una vaca que había heredado de mi madre.  Mi madre nació pobre, vivió pobre y siempre será pobre.  Mi padre, por el contrario, nació pobre, pero se superó muchísimo, lo cual, como era de esperarse, siempre creó muchos conflictos entre ellos.  Mis hermanos y yo crecimos pensando que lo mejor era no aspirar a tener mucho.  Este año, después de matar la vaca de la pobreza, compré un automóvil, obtuve un crédito para la compra de una casa nueva y estoy considerando iniciar un negocio.  Me aterra pensar que esta vaca me pudo haber mantenido atada a la pobreza toda mi vida”.

 

Vaca Española: “Por alguna razón, siempre creí que el destino era algo que le sucedía a uno y sobre lo cual no tenía ningún control.  Después de leer esta historia he comprendido que soy el dueño de mi destino, que tengo capacidad de elegir en cualquier momento.  Esto me ha permitido ser más tolerante en mis relaciones personales, disfrutar mi presente a plenitud y encarar el futuro con una visión más optimista”.

 

Vaca  Estadounidense:   “Mi vaca era mi buena posición laboral.  Un trabajo que podía ser envidiado por cualquiera.  Lo curioso era que yo ya no sentía entusiasmo por mi trabajo, pero durante un largo año cargué con las siguientes vacas:  ´Pero, si éste es el mejor trabajo´, ´qué más puedo querer´, aquí está mi futuro´.  Pero nada de esto me llenaba y cada vez me sentía más vacía interiormente.  Un buen día, cansada de cargar con estas vacas, decidí renunciar a mi empleo y empezar mis estudios de postgrado, algo que siempre había soñado hacer.  Hoy, estoy aprendiendo inglés y tengo frente a mí un futuro lleno de posibilidades y, por supuesto, me ocupo de continuar matando las demás vacas que van apareciendo en el camino”. 

 

Vaca Japonesa:  “Soy extranjera viviendo en un país extraño para mí.  Uno de mis mayores obstáculos ha sido el no haber dominado todavía el idioma.  Algunas personas a mí alrededor me dicen que ya es tarde para aprenderlo y que, dada esta limitante, lo mejor es trabajar en lo que sea para sobrevivir.  Después de leer el libro me doy cuenta que yo acepté esta vaca por no llevarle la contraria a mis mayores y por evitar problemas con mi familia.  Esta historia es una joya que me ha ayudado a reflexionar mucho acerca de cómo sacar a relucir la persona que en verdad soy.”

Vaca Puertorriqueña:  “Curiosamente mi vaca – el alcoholismo de mi padre – no era en realidad mía.  Podríamos decir que era una vaca adoptada.  Sin embargo, este vicio de mi padre me había hecho crecer con muchos complejos.  Siempre lo culpé a él por mis fracasos.  Afortunadamente me di cuenta a tiempo que el único responsable por mi vida soy yo.  Decidí asumir esa responsabilidad, dejar de buscar culpables por mis caídas y salir tras mis metas”.

Vaca Ecuatoriana:  “Yo era de las personas que solía decir:  ´Fumar no me hace adicta, yo este mal hábito lo dejo cuando quiera, lo que pasa es que no he tomado la decisión de dejarlo, eso es todo´.  Esa era mi vaca.  Pero no era así.  La verdad es que todos los días encontraba una excusa para no hacerlo.  Después de leer esta historia entendí que la vaca del autoengaño me estaba proporcionando la falsa idea de que yo tenía el control.  Afortunadamente, encontré la fuerza necesaria para dejar esta adicción y ya llevo un par de meses sin fumar” 

Vaca Venezolana:  La vaca de la falta de tiempo, es sin lugar a dudas, una de las más comunes.  “Yo encontraba que siempre que debía hacer algo importante y no lo hacía, afirmaba que era por falta de tiempo.  Esta vaca me robó un gran número de oportunidades que me pasaron de largo.  Maté mi vaca aprendiendo a planear y programar bien el día.  De esta manera realizo todo aquello que deseo y necesito hacer.  Como resultado de esta decisión, hoy gozo de la paz interior y la tranquilidad de saber que he llevado a cabo aquellas actividades prioritarias en mi vida”.

Vaca colombiana:  “Mi vaca era bien específica: ´¡Yo no sirvo para las ventas! Soy ingeniera: eso fue lo que estudié y en lo que siempre me he desempeñado´. Esta vaca no había sido mayor problema en mi vida hasta que se presentó una excelente oportunidad en el departamento de ventas de la empresa donde trabajaba.  Sin embargo, hablé con el gerente de la empresa y le dejé saber que estaba dispuesta a aprender lo que fuera necesario.  Y a pesar de mi inexperiencia en el área comercial, acepté el reto de esta nueva posición.  Hoy, no sólo he descubierto que soy excelente para las ventas, sino que creo que encontré mi verdadera vocación”.

 

Recuerda que lo único que tienen en común todas las vacas a las cuales nos hemos referido en este capítulo es que perpetúan el conformismo y te mantienen atado a una vida de mediocridad.  Matar tus vacas comienza por eliminar todas estas expresiones de tu vocabulario y sobre eso tú tienes control absoluto.  Es tu decisión.

 

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viernes, 6 de octubre de 2023


Del libro “Comienza siempre de Nuevo” de Jorge Bucay

 



Había una vez un rey muy poderoso que vivía muy triste y tenía un criado que parecía estar siempre muy feliz.  Todas las mañanas despertaba al rey y le llevaba el desayuno, cantando alegres coplas de juglares. En su cara se dibujaba  una gran sonrisa. El rey lo miraba complacido y con no poca sorpresa, ya que su actitud ante la vida era siempre así, serena y alegre. 

Un día, sin ningún motivo aparente, la complacencia y sorpresa real se transformaron en envidia y el monarca mandó llamar a su sirviente para exigirle que le contara el secreto de su alegría.  Al paje jamás se le ocurriría mentir, así que, con toda sinceridad, contestó que no había tal secreto. 

– Es que no tengo razones para estar triste, Majestad – se animó a decir –. Su alteza me honra permitiéndome atenderle.  Tengo a mi esposa y a mis hijos viviendo en la casa que la corte nos ha asignado.  Nos visten y nos alimentan. Si Alteza me premia de vez en cuando…  ¿Cómo podría quejarme?

Sin poder comprender lo que sucedía, el soberano despidió, casi enojado, al paje.  ¿Cómo podía ser feliz viviendo de prestado, usando ropa vieja y alimentándose de las sobras de los cortesanos? Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus consejeros, le explicó la conversación que había mantenido y le pidió una explicación.

– Lo que sucede, Alteza, es que él está fuera del círculo del 99.

– El círculo del 99 … – repitió el rey–.  ¿Y eso lo hace feliz? – preguntó.

– No. Eso es lo que no lo hace infeliz. Sobre todo porque nunca ha entrado.

– Necesito saber qué círculo es ése – dijo el rey.

– Solamente podría entenderlo si me dejara mostrárselo con hechos, dejando que su paje entre en el círculo del que hablamos.

– Habrá que engañarlo – acotó el rey.

– No hará falta – dijo el sabio, sin pretender hacerse el intrigante – Si le damos la oportunidad, entrará por su propio pie.

– ¿No se dará cuenta de que eso significará su infelicidad? – inquirió el rey.

– Sí, Majestad, pero aun así, entrará en el círculo tóxico para siempre.

 

Esa noche, según el plan, el sabio fue a buscar al rey. Le había pedido que trajera una bolsa de cuero con noventa y nueve monedas de oro. Ni una más ni una menos.  Se dirigieron hacia los patios del palacio y buscaron un escondrijo junto a la casa del sirviente.

 

Al alba, ataron la bolsa de cuero en la puerta, golpearon con fuerza y volvieron a esconderse.  Desde allí observaron como el paje salía, veía la bolsa, la agitaba y la apretaba contra su pecho.  Luego, mirando hacia todos los lados para comprobar que nadie observaba, volvió a entrar en su casa.  Desde fuera, los espías oyeron cómo el criado trancaba la puerta y se asomaron a la ventana para observar la escena. El hombre había tirado al suelo todo lo que había sobre su mesa, excepto una vela.  Se había sentado y había vaciado el contenido del saco.  Sus ojos no podían creerlo. ¡Era una montaña de monedas de oro! El paje las tocaba y las amontonaba. Las acariciaba y hacía que la luz de la vela brillara sobre ellas. 

Jugando, empezó a hacer montones mientras sumaba: diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta, sesenta… Así, hasta que formó el último montón… ¡Ése tenía solamente nueve monedas!  Su  mirada recorrió la mesa buscando la que parecía faltar.  Después, miró por el suelo y, finalmente, en la bolsa.  Puso el último montón al lado de los otros y vio que era más bajo.

– ¡Me han robado! – gritó por fin – ¡Me han robado una moneda!  ¡Malditos! 

Él, que nunca había tocado una moneda de oro en su vida, él, que había recibido una montaña de ellas como regalo inesperado: él, que tenía ahora en sus manos esa fortuna enorme, sentía que le habían robado. 

El rey se asombró al comprobar que, por primera vez, el paje no sonreía.  Una vez más volvió a buscar por todos sitios la moneda, pero no la encontró.

– Cien es un número completo – se repetía, mientras, dese la mesa, el décimo y desigual montoncito de monedas parecía burlarse de él, recordándole que “solo” había noventa y nueve. El rey y su asesor miraban por la ventana, confirmando lo que el sabio anunció que pasaría. 

El sirviente guardó las monedas en la bolsa y, mirando hacia todas partes, escondió la bolsa entre la leña.  Después, tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos: ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar para conseguir su moneda número cien? Hablaba solo, en voz alta.  Estaba dispuesto a trabajar duro para obtenerla.  Después, no necesitaría volver a trabajar.  Con cien monedas de oro, un hombre es rico.  Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra, en once o doce años podría conseguir la preciada moneda.

“Doce años es mucho tiempo”, pensó.

Quizá su esposa podría trabajar en el pueblo durante un tiempo. Él mismo podría trabajar, después de terminar su tarea en palacio. Hizo cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa… en siete años podrían reunir el dinero.  Quizá pudieran vender en el pueblo las sobras de comida… De hecho, cuanto menos comieran, más cantidad podrían vender.  ¿Para qué querían tanta ropa de invierno? Estaba haciendo calor. ¿Para qué tener más de un par de zapatos? Era un sacrificio, pero en cuatro años conseguiría la moneda número cien y podría volver a ser feliz.

 

El rey y el sabio regresaron al palacio. En los meses siguientes, el paje llevó adelante sus planes, arruinando su vida, tal como el sabio había predicho.  No pasó mucho tiempo.  El rey terminó despidiendo al sirviente. No era agradable tener a un paje que siempre estaba malhumorado.

 

                Tú, yo, y la mayoría de nosotros, hemos sido educados en la creencia de que la felicidad llegará cuando podamos acceder a “eso” que nos falta… como si siempre nos faltara algo para estar satisfechos. De más está decir que la sociedad de consumo se ocupa de perfeccionar la trampa, haciéndonos saber aquello a lo que deberíamos aspirar si queremos ser felices:  un cuerpo espectacular, una salud perfecta, la juventud eterna, el amor incondicional… En épocas en las que deberemos volver a aceptar algunas limitaciones (especialmente económicas), sería bueno no sobrevalorar lo que nos falta para no despreciar lo que tenemos.  Reconocer que, como en el cuento, las noventa y nueve monedas son ya un tesoro.  Sin quererlo, sin forzarlo, sin pensarlo, sin planearlo, este cambio será capaz de volvernos más serenos, más agradecidos, más solidarios y seguramente, también más felices.

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