jueves, 25 de agosto de 2016

Del Libro “El camino de las Lágrimas” de Jorge Bucay





Envejecimiento fecundo



El dulce envejecimiento consiste en llevar una vida productiva y sana dentro de la familia, la sociedad y la economía.

La vejez activa refleja el deseo y la capacidad de la persona, cualquiera que sea su edad, para mantenerse involucrada en actividades productivas.

Es imprescindible trabajar desde antes de nuestra propia vejez para desarrollar una cultura donde los años vividos sean valorados por la experiencia y la sabiduría que implican y no por el grado de deterioro que conlleven.  Una sociedad donde los mayores generen respeto en lugar de desprecio;  donde los más viejos sean escuchados y cuidados en lugar de ser recluidos y discriminados.  Para lograrlo es imprescindible el trabajo de todos y el apoyo mutuo entre generaciones.
La vejez no depende de la suma de una cantidad de años, sino de la calidad de vida que hayamos tenido como seres integrales que somos.

En última instancia, cada uno de nosotros debe aceptar que es el mayor responsable de su propio envejecimiento.  No es solamente la sociedad, ni la herencia, ni el medio ambiente ni la fuerza destructiva de los mitos sobre la vejez lo que marcará el estilo de vida que tengamos en esta última etapa de nuestra existencia, es también y sobre todo lo que nosotros hayamos hecho hasta llegar allí (incluida, claro, la manera en que hayamos tratado a nuestros mayores).


Dice Elena Jabif que frente a la vejez hay siempre cuatro posiciones.  Tres de ellas son dramáticamente tristes.  La del viejo que se cree viejo, la del viejo que se cree joven y la del viejo que se cree muerto.  La cuarta suena maravillosa y factible.  Es la del viejo que vive la segunda parte de su vida con tanto valor como la primera

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viernes, 19 de agosto de 2016

Del Libro “Comunícate, Cautiva y Convence” de Gaby Vargas





COMO EVITAR LOS MALOS ENTENDIDOS


¿Sabías que nueve de cada 10 problemas se deben a una mala comunicación entre las personas?  Esto puede sonar exagerado, pero los estudios comprueban que así es.  Y como dice Graham Green:  “Si superáramos el último por qué de las cosas, tendríamos compasión hasta de las estrellas.”
Todos sabemos que la sinceridad, el tacto y la expresión genuina de los sentimientos son prácticas vitales en las relaciones con nuestra familia, amigos, seres queridos y compañeros de trabajo.  Sin embargo, en la comunicación hay obstáculos que interfieren cuando menos lo deseamos.  Como vimos, es muy común que haya malos entendidos:  “Yo pensé que tú…”  “es que no sabía que…”  Además, están las dificultades en la transmisión del mensaje:  “Eso no es lo que quise decir…”  Entendí  que…”  “Nunca dije eso…”  Las palabras “correctas  no salen o bien salen tarde y se establece una lucha con los vocablos que, a veces, parecen expresar algo diferente a lo que en verdad sentimos o, al salir de nuestra boca, se oyen ridículos, huecos, tontos o poco atinados.
Así, a muchos se nos dificulta encontrar la línea, el balance en que las palabras se conectan con la cabeza y el corazón de manera armónica.  El resultado es que, a veces, por casualidad, le atinamos, y otras tantas nos equivocamos.
Es un hecho que hay personas dotadas de una maravillosa capacidad de empatía y convivir con ellas es una verdadera delicia.  Estos seres poseen una línea de comunicación que corre derecha, firme y segura:  inicia en el corazón, pasa por la cabeza y cobra forma en palabras….

A manera de resumen, comparto contigo algunas técnicas que nos pueden ayudar a evitar malos entendidos:
   1)       Piensa antes de hablar.  Las palabras espontáneas no siempre son las mejores.  Tómate el tiempo necesario para descifrar tus pensamientos.  Mentalmente, revisa qué sientes, qué piensas y qué quieres para, sólo entonces, ponerlo en palabras.
   2)      No hay prisa.  El verdadero diálogo no es un rebote inmediato de palabras.  Está bien permanecer callados mientras pensamos la respuesta adecuada.  Si es necesario, gana tiempo con frases del tipo:  “Esa pregunta es importante, déjame pensarla un momento.”
   3)      Ensaya lo que vas a decir.  Se vale.  Si envidias las respuestas ágiles e inteligentes que ves en las películas, sólo recuerda que los personajes siguen un guión.  De igual manera, anticipa todo tipo de respuestas que pudieran seguir de cualquier diálogo que pienses establecer, desde las más favorables, hasta las menos optimistas.  Experimenta lo que sentirías y lo que dirías en caso de que sucediera cada una de ellas.
   4)      Haz la tarea:  La comunicación que convence, que persuade, no sólo está llena de palabras bonitas; sobre todo, requiere de honestidad, entusiasmo, datos útiles y relevantes.
   5)      Escoge el momento y lugar apropiado.  Procura que la conversación se lleve a cabo en un lugar tranquilo.  Y, si se trata de pedir un aumento, hazlo después de haber concluido un proyecto exitoso.  Si, en lo familiar, sabes que tu pareja está de mejor humor después del café de la mañana, con paciencia espera ese momento.
   6)      Cuida tu lenguaje corporal.  En 1971, el psicólogo Albert Mehrabian concluyó un estudio sobre la naturaleza de la persuasión.  Encontró que 55 por ciento de la efectividad en la persuasión depende de las señales visuales no verbales que emitimos.  Es decir, gestos y movimientos corporales:  mantén un buen contacto visual, evita cruzar los brazos o inclinarte hacia atrás.  En seguida, influye el tono, la inflexión de voz y el ritmo con el que emitimos las palabras.  Treinta y ocho por ciento de la efectividad de la persuasión lo ocupan los tonos de voz graves y profundos que se perciben como más convincentes, y ocurre lo mismo con los tonos pausados, por lo que Mehrabian concluye que 93 por ciento del mensaje verbal tiene muy poco que ver con las palabras que utilicemos.  Las palabras, de hecho, sólo importan siete por ciento.
   7)      Usa el pronombre nosotros.  En una conversación, el pronombre yo se enfrenta al otro pronombre tú.  Si, a través de escuchar, de hablar en el momento y lugar adecuado, logramos sumar el yo con el tú, dará como resultado un nosotros.



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Del Libro “7 cosas que tu médico olvidó contarte” de Warren Sipser y Andi Lew




MARCA LAS COSAS QUE HARIAS SI TE DIAGNOSTICARAN UN CANCER:

·     Comer mejor
·     Relajarte más
·     Hacer más ejercicio
·     Acudir a una consulta de quiropráctica
·     Meditar
·     Recibir masajes
·     Consultar a un naturópata
·     Consultar a un Nutricionista
·     Tomarte más en serio los consejos del profesional de la salud al que acudes
·     Dejar de fumar
·     Beber menos alcohol
·     Reducir o evitar por completo el consumo de analgésicos o de medicamentos / fármacos innecesarios
·     Utilizar las piernas más que el coche
·     Estirarte
·     Consultar a un terapeuta o psicólogo
·     Leer más
·     Trabajar y limpiar con menos sustancias químicas
·     Evitar los aditivos artificiales en los alimentos
·     Pasar más tiempo con tus seres queridos
·     Reír y escuchar música
·     Bailar, cantar, jugar, caminar en la naturaleza, ver la salida del sol y la puesta de la luna

Si has marcado alguna de estas cosas, ¿por qué diablos no las estás haciendo ahora?  ¿Por qué esperar a que el miedo te motive a hacer lo que sabes que mejoraría la calidad de tu vida?

Estas acciones no están pensadas para tratar el cáncer, pero seguramente mejorarán tu salud, con enfermedad o sin ella, y reducirán la probabilidad de padecer alguna.  El secreto es que si eres proactivo respecto a tu salud y tu bienestar a un nivel físico, químico y social, sí no esperas a los síntomas para emprender acciones, no te convertirás en otra estadística médica más, sino que serás una estadística vital.  La prevención comienza hoy.   

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domingo, 7 de agosto de 2016

Del Libro “500 consejos para enfrentar la vida” de Francisco J. Angel






“Trata de convertirte no en un hombre de gran éxito, sino en un hombre de gran valía.”
                                               Albert Einstein



Define qué es el éxito para ti.  Podría ser simplemente ser un buen padre o buen hijo o un buen amigo.... 


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