sábado, 23 de febrero de 2013

EL EXTRAÑO (autor desconocido)

EL EXTRAÑO
 
 
Unos cuantos años después que yo naciera, mi padre conoció a un extraño, recién llegado a nuestra pequeña población. Desde el principio, mi padre quedó fascinado con este encantador personaje, y enseguida lo invitó a que viviera con nuestra familia.

El extraño aceptó y desde entonces ha estado con nosotros.
Mientras yo crecía, nunca pregunté su lugar en mi familia; en mi mente joven ya tenía un lugar muy especial.
Mis padres eran instructores complementarios:
Mi mamá me enseñó lo que era bueno y lo que era malo y mi papá me enseñó a obedecer.
Pero el extraño era nuestro narrador.
Nos mantenía hechizados por horas con aventuras, misterios y comedias.
El siempre tenía respuestas para cualquier cosa que quisiéramos saber de política, historia o ciencia.
¡Conocía todo lo del pasado, del presente y hasta podía predecir el futuro!
Llevó a mi familia al primer partido de fútbol.
Me hacia reír, y me hacía llorar.
El extraño nunca paraba de hablar, pero a mi padre no le importaba.

A veces, mi mamá se levantaba temprano y callada, mientras que el resto de nosotros estábamos pendientes para escuchar lo que tenía que decir, pero ella se iba a la cocina para tener paz y tranquilidad. (Ahora me pregunto si ella habrá rogado alguna vez, para que el extraño se fuera.)
Mi padre dirigió nuestro hogar con ciertas convicciones morales, pero el extraño nunca se sentía obligado para honrarlas. Las blasfemias, las malas palabras, por ejemplo, no se permitían en nuestra casa… Ni por parte de nosotros, ni de nuestros amigos o de cualquiera que nos visitase. Sin embargo, nuestro visitante de largo plazo, lograba sin problemas usar su lenguaje inapropiado que a veces quemaba mis oídos y que hacia que papá se retorciera y mi madre se ruborizara.

Mi papá nunca nos dio permiso para tomar alcohol. Pero el extraño nos animó a intentarlo y a hacerlo regularmente.
Hizo que los cigarrillos parecieran frescos e inofensivos, y que los cigarros y las pipas se vieran distinguidas.
Hablaba libremente (quizás demasiado) sobre sexo. Sus comentarios eran a veces evidentes, otras sugestivos, y generalmente vergonzosos.

Ahora sé que mis conceptos sobre relaciones fueron influenciados fuertemente durante mi adolescencia por el extraño.
Repetidas veces lo criticaron, mas nunca hizo caso a los valores de mis padres, aun así, permaneció en nuestro hogar.

Han pasado más de cincuenta años desde que el extraño se mudó con nuestra familia.
Desde entonces ha cambiado mucho; ya no es tan fascinante como era al principio.

No obstante, si hoy usted pudiera entrar en la guarida de mis padres, todavía lo encontraría sentado en su esquina, esperando por si alguien quiere escuchar sus charlas o dedicar su tiempo libre a hacerle compañía...


¿Su nombre?
Nosotros lo llamamos
Televisor...

Nota
:
Se requiere que este artículo sea leído en cada hogar .
¡Ahora tiene una esposa que se llama
Computadora
y un hijo que se llama
Celular!

.

viernes, 15 de febrero de 2013

Del Libro “Caldo de Pollo para el alma” de Jack Canfield & Mark Victor Hansen


 

El amor y el taxista


Estaba en Nueva York el otro día y andaba con un amigo en un taxi.  Cuando bajamos, mi amigo le dijo al conductor:

- Gracias por traernos.  Manejó espléndidamente.

El conductor del taxi se quedó pasmado por un segundo.  Luego dijo:

- ¿Se quiere pasar de listo o qué?

- No, estimado señor, y no le estoy tomando el pelo.  Admiro la manera como mantiene la calma en el tráfico pesado.

- No me diga – dijo el conductor y se fue.

- ¿De qué se trata todo esto? – pregunté.     

- Estoy intentando traer el amor de vuelta a Nueva York – replicó -.  Creo que es lo único que puede salvar a la ciudad.

- ¿Cómo puede un solo hombre salvar Nueva York?

- No es un solo hombre.  Creo que acabo de marcar el día de ese taxista.  Supón que tenga 20 pasajeros.  Él va a ser amable con esos 20 pasajeros porque alguien fue amable con él.  A su vez, esos pasajeros serán más gentiles con sus empleados, tenderos o meseros, o incluso con sus propias familias.  A la larga, la benevolencia podría extenderse a por lo menos mil personas.  Ya no suena tan mal, ¿verdad?

- Pero estás contando con que ese taxista pase tu benevolencia a otros.

- No estoy contando con eso – aseguró mi amigo -.  Estoy consciente de que el sistema no es infalible, así que podría tratar con diez personas diferentes el día de hoy.  Si de diez puedo hacer felices a tres, entonces a la larga puedo influir indirectamente sobre las actitudes de tres mil más.

- En teoría suena bien – reconocí –, pero no estoy seguro de que funcione en la práctica.

- No se pierde nada si no funciona.  No perdí nada de tiempo al decirle a ese hombre que había manejado bien.

No recibió ni más propina ni menos propina.  Si le entró por un oído y le salió por el otro, ¿qué importa? Mañana habrá otro taxista a quien podré intentar hacer feliz.

- Estás un poco chiflado – dije.

- Eso demuestra lo cínico que te has vuelto.  He hecho un estudio sobre esto.  Parece que lo que les está haciendo falta a nuestros empleados postales, aparte de dinero, por supuesto, es que nadie le dice a las personas que laboran para la oficina de correos qué buen trabajo están haciendo.

- Pero no están haciendo un buen trabajo.

- No están haciendo un buen trabajo porque sienten que a nadie le importa si lo hacen o no.  ¿Por qué nadie habría de decirles a ellos una palabra amable?

Estábamos caminando al lado de una estructura en construcción y pasamos frente a cinco albañiles que estaban almorzando.  Mi amigo se detuvo.

- Es un trabajo magnífico ese que han hecho.  Debe de ser una ocupación difícil y peligrosa.

Los albañiles lo miraron con desconfianza

¿Cuándo estará terminado?

- En Junio – gruñó un hombre.

- Ah, de veras que es impresionante.  Todos ustedes han de estar muy orgullosos.

Nos marchamos. Le comenté:

- Desde la película El hombre de La Mancha, no había visto a nadie como tú.

- Cuando esos hombres digieran mis palabras, se sentirán mejor gracias a eso.  La ciudad se beneficiará de su felicidad de alguna manera.

- ¡Pero no puedes hacer todo esto tú solo! – objeté -.  Eres un solo hombre.

- Lo más importante es no desalentarse.  Hacer que la gente de la ciudad vuelva a ser amable no es una tarea fácil, pero si puedo reclutar a otras personas para mi campaña….

- Acabas de cerrarle el ojo a una mujer sin atractivo – le señalé.

- Ya lo sé – respondió – Y si es una maestra, a su clase le espera un día fantástico.

  

Art Buchwald.  
.
.

viernes, 8 de febrero de 2013

Del Libro “Escucha a tu corazón” de Andrew Matthews…



Amor y temor

  Un curso de milagros señala que tenemos principalmente dos estados de ánimo:  amor y temor.  Sugiere que el temor es la fuente de nuestras emociones negativas.  Es un concepto bellamente simple y una perspectiva útil para analizar nuestros sentimientos:
“Si estoy enojada siento enojo, ¡no temor!, dice Jane.  Veamos.  Su esposo Bill, llega a casa oliendo a alcohol y perfume.  Jane está muy enojada.  Grita, patalea y lanza platos desde la cocina.  De hecho, grita porque está asustada.  Le asusta no ser importante para Bill, le asusta perderlo y le asustan esos cabellos rubios en su chamarra deportiva.  Cuando estamos enojados, estamos asustados.
A Jim le preocupa su hipoteca.  “Pero cuando estoy preocupado”, dice Jim, “estoy preocupado”.  “Preocupado” es otra manera de decir asustado, ¿Cómo puedes preocuparte por algo si no sientes temor?  Cuando estamos preocupados, estamos asustados.
¿Qué me dices de los celos?  Los celos son temor.  Es pensar que eres inferior a otros y temer que ellos estén de acuerdo.  Cuando sentimos celos, estamos asustados.
Cuando buscamos bajo la ira, celos, preocupación o depresión, siempre hallamos temor.  Pero,  ¿qué utilidad tiene este concepto sobre amor y temor?  Nos permite ser más honestos con nosotros.  Descubrimos que lo que en realidad nos molesta no es lo que creemos.
Si quiero eliminar mis temores debo admitir que existen.  Mientras diga:  “Eres desconsiderada por darme celos”, seguiré atascado.  Pero si me pregunto:  “¿Por qué me asusta que hables con extraños bien parecidos?”, empezaré a liberarme.  Reconozco mis temores en vez de tus defectos.  Sólo si admito mis temores seré capaz de superarlos.
Admitir nuestros temores nos ayuda a explicar nuestros sentimientos a nuestros seres queridos:
“Querida, la razón por la que me enojé es que tengo miedo.  Temo que si compras ese vestido de tres mil dólares no tendremos para comer en un año.” 
“Te grito cuando llegas tarde porque temo que te haya pasado algo en el camino.  Si te perdiera no sabría qué hacer.  Me asusto.”
Cuando admitimos nuestros temores evitamos culpar a los demás.  En esencia, decimos:  “Quiero que sepas que estoy asustado.  No digo que sea tu culpa.”
Cuando aceptamos que no necesitamos ser perfectos, y explicamos nuestros sentimientos en relación con nuestros temores, nuestros seres queridos responden.  ¡La aceptación de nuestra vulnerabilidad evita las vajillas rotas!
Ten presente también que las demás personas no están molestas por las razones que creen.  Si te agreden es porque están asustadas.  Si sabes que están asustadas, tú sentirás menos temor.
Tal vez pienses:  “Pero si el amor y el temor son las emociones más importantes, ¿no significa eso que muchas personas están asustadas?” ¡Sin duda!  Montones de personas están moralmente asustadas: de hacer el ridículo, de engordar, de perder su empleo, la dignidad o dinero, de ser asaltadas, de envejecer, de estar solas, de vivir y de morir.  ¡Por eso actúan como lo hacen!
¿Qué los hace sentir mejor?   SER  AMADOS. 

.