martes, 29 de junio de 2021

Del Libro “Fracasos EXITOSOS” de Bernardo Stamateas

 

Del Libro “Fracasos EXITOSOS”  de  Bernardo  Stamateas

Errar es de valientes…

 


 

¡Qué dicho popular tan conocido y por cierto tan verdadero!

ERRAR ES HUMANO dice la sabiduría popular y tanto vos como yo somos seres humanos, por ende, erramos. 

El camino al éxito está lleno de fracasos, logros y dificultades y todos ellos forman parte del proceso.

La profesora Lisa Amos establece, de acuerdo con estadísticas realizadas, que los empresarios antes de alcanzar el éxito traspasaron una tasa de error y de fracaso del 3.8%.

Estas personas supieron aceptar el fracaso, pero no permanecieron en él.

Lo analizaron, lo estudiaron y se encargaron de revertirlo hasta consolidar los resultados esperados.

Los errores no tienen por sí mismos poder y autoridad para subestimarnos, ni para hacernos desistir del sueño que alberga nuestra mente y nuestro espíritu.

El poder de desestimarnos y menospreciarnos se los otorgamos nosotros.  Nadie, excepto nosotros mismos, está en condición de determinar si hemos fracasado o no.

Juzgar el proceso significa desenfocarnos del objetivo final. 

El proceso es justamente un período de tiempo de preparación, de elaboración, de prácticas de ensayo y error, y de aprendizaje.

Sugerí, probá y equivocate.  Disponé de este tiempo de prueba, está permitido; y recordá que las personas producimos resultados, no procesos.  El proceso no define el resultado, sólo es parte de él.

El éxito requiere de esfuerzo, energía, tiempo, voluntad y, por sobre todo, dominio propio y constancia de persistir hasta el final.

Tal vez, en la marcha, avancemos dos pasos para adelante y retrocedemos tres, pero te aseguro que al volver a intentarlo mejorarás a pasos agigantados.

“Las faltas se transforman en fracasos cuando de continuo reaccionamos antes ellas incorrectamente”

John Maxwell.

El propósito nos motivará y dirigirá nuestra atención de manera tal que el error no tenga la capacidad de detenernos ni amedrentarnos.

Según Washington Irving, “Las mentes grandes tienen propósitos; las otras tienen deseos”.

Los deseos son ilusiones, ganas;  los propósitos son realidades.

El propósito definirá al fracaso como una situación pasajera y momentánea, fijará tu perseverancia y te consolidará hasta la concreción de tu meta.

El propósito te hará estar enfocado, pese a todo.  Tu propósito te diferencia, te llena, te completa y te hace sentir satisfecho.

Una persona con propósito no se detiene a envidiar los éxitos y los logros ajenos; los celebra y los aplaude.

Un hombre y una mujer con propósito se consolidan mientras actúan.  Algunas veces pierden, pero son muchas más las que ganan y adquieren ventaja.

Ahora bien,  ¿Cuál es tu propósito…?; ¿a dónde querés llegar?;  ¿cómo querés ser recordado?

Determínalo ____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

 

Vivir con propósito hará que todo lo que hagas cobre sentido y prosperes en todo lo que emprendas…


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Del Libro “Descalabrados” de Carlos Cuauhtémoc Sánchez


Del Libro “Descalabrados”  de Carlos Cuauhtémoc Sánchez

 

 



Dennali era una campeona con gran palmarés,  Aunque tenía cuerpo pequeño, su enorme fuerza de carácter dejaba temblando a cualquier contrincante.

Enfrentó a su papá con franqueza y claridad.

- Tú no vas a decirme si puedo  o no separarme de Marco.  Eso lo decido yo.

- Cálmate, Dennali.  En este momento lo más conveniente para los dos es separarse.

- ¿Por qué dices eso, papá?  ¿Cómo te atreves? ¿Es que ahora todos los padres se están volviendo locos? ¡Date cuenta! La generación de centennials está llena de inútiles flojos, consentidos por culpa de sus padres.  ¿Qué rayos nos pasa?  Sé que quieres protegerme, porque eso es lo que has hecho siempre.  Pero no entiendes que me cortas las alas.  Es lo mismo que hizo el papá de Marco con él.  ¡Protegerlo en exceso! ¡Y lo embarró!, como tú dices;  pero los papás no deberían vivir por los hijos, ni decidir por ellos, ni hacerles la tarea, ni ayudarlos en todo, ni allanarles el camino para que no sufran.  Deberían acompañarlos en su crecimiento y enseñarlos a volar.  Provocar que sean independientes, y libres y hagan sus vidas.

La sobreprotección de los hijos es el cáncer de este siglo.  Yo tengo veintitrés años, papá.  ¡Sé lo que me conviene!  ¡Sé quiénes pueden ser mis amigos! Y si me equivoco, está bien, deja que me equivoque y que sufra. Porque solo así voy a aprender, caray.  – Arrugó la nariz como tratando de evitar un estornudo o un espasmo –. ¿Quieres que sea campeona mundial? ¿Y por qué no me preguntas si eso es lo que yo quiero? ¿Sabes que nuestro deporte me ha llevado a una rigidez asfixiante? ¿Sabes que desarrollé un trastorno alimentario? ¿Sabes que aunque gano medallas de oro me siento muy sola y muy infeliz? ¡No solo el papá de Marco se descalabró! ¡Todos aquí estamos descalabrados!  Cuando te quedaste viudo, caíste en un boquete de neurosis que no has podido superar.  ¡Hasta la fecha! ¡Te dedicaste a tu escuela de artes marciales de una manera enfermiza! ¿No te das cuenta? ¡Te convertiste en un robot programado para rutinas disciplinarias súper estrictas!  Solo hablas con tus alumnos y de tus alumnos.  No tienes vida social.  Tu interacción con el mundo, fuera de tu dojo, es solo para defenderte de los lobos que siguen atacándote. Estás descalabrado, papá. – Su corolario feroz abarcaba también a Farah; volteó a verla –. Y tú Farah, eres mi amiga; y mi madre adoptiva.  Te conozco muy bien.  Sigues encerrada en un círculo de culpa.  No has podido perdonarte a ti misma, porque en el fondo sabes que cuando tu marido cometió los peores errores, lo dejaste solo; le diste la espalda.  No lo escuchaste.  No le tendiste la mano.  Ni siquiera consideraste la posibilidad de darle otra oportunidad.  Te excediste ¡otra vez tratando de proteger a tus hijos! Y tu familia se deshizo, por culpa de tu esposo, pero también tuya. Y eso no te deja vivir en paz.  Amiga del alma, también estás descalabrada.


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Del Libro “Una vida sin límites” de Nick Vujicic

 


Imagina que tu actitud es el control remoto de tu televisión: si el programa que ves no te agrada en lo absoluto, entonces, sólo toma el control y cambia de canal.  Así, cuando no obtienes los resultados deseados, puedes ajustar tu actitud más o menos de la misma forma, sin importar el tipo de desafíos que enfrentes.

Linda, maestra de música, escribió y describió la forma en que su extraordinaria actitud le ayudó a reponerse tras un accidente que sufrió en su infancia y que muy bien podría haber arruinado su vida.  Estaba en la primaria cuando quedó severamente lastimada en un accidente automovilístico.  Linda pasó dos días y medio en coma y, cuando recuperó la conciencia, no podía caminar, hablar ni comer.

Los doctores temían que Linda hubiese quedado dañada de sus facultades mentales y no pudiera hablar o caminar con normalidad nunca más.  Sin embargo, su mente, su capacidad de habla y su cuerpo, se recuperaron poco a poco.  De hecho, el único problema médico que aún tiene como recuerdo de aquel horrible accidente, es que su ojo derecho quedó dañado y tiene visión limitada.

Esta mujer atravesó por un dolor increíble, soportó muchas operaciones y todavía tiene un problema de visión.  Hubiese sido muy fácil para ella sentirse la víctima y amargarse.  No podrías culparla si dijera que la vida la ha tratado de una manera injusta.  Sin embargo, la actitud que adoptó fue la siguiente:

“A veces me siento frustrada porque mis ojos no funcionan con coordinación”, me escribió.  “Pero luego recuerdo de dónde vengo y en donde podría estar, y me doy cuenta de que Dios me salvó por una razón:  para vivir como testigo de su obra en mi vida.  Mi ojo es un recordatorio de que no soy perfecta, pero no hay problema, debo confiar por completo en Él para tener fuerza.  Dios eligió mostrar su poder a través del problema de mi ojo.  A pesar de que soy débil, Él es fuerte”.

Linda prefirió aceptar que su visión imperfecta es parte del “perfecto plan que Dios tiene para mi vida”, según escribió.  “Él modificó mi actitud frente a la vida porque, como ahora sé que puedo morir en cualquier instante, trato de vivir para él todo el tiempo posible.  Además, ahora siempre trato de ver el lado positivo de las cosas, de entregarme por completo a Dios y al prójimo y de preocuparme en verdad por la gente que me rodea”.

En lugar de enfocarse en la visión limitada que tiene en uno de sus ojos, Linda decidió sentirse agradecida porque puede pensar, hablar, caminar y vivir una vida normal en casi todos los sentidos.  Tú y yo también tenemos la capacidad de elegir nuestras actitudes así como ella lo hizo.

Y no tienes que ser un santo para lograrlo, es perfectamente normal que al sufrir una tragedia o atravesar una crisis personal, pases las etapas de miedo, enojo y tristeza.  Pero en algún momento todos tenemos que decir:  “Sigo aquí.  ¿Quiero pasar el resto de mi vida revolcándome en la miseria, o quiero superar lo que sucedió y seguir tratando de alcanzar mis sueños?”

¿Acaso es fácil hacerlo? No, no lo es; se requiere de mucha determinación, sin mencionar que también necesitas un propósito, esperanza, fe, creer que tienes talentos y habilidades que debes compartir.  Y Linda es tan sólo un ejemplo más entre mucha, mucha gente que ha demostrado que sí se pueden superar los desafíos con una actitud positiva.  La única verdad, antigua, probada e innegable, es que tú y yo NO tenemos ningún control sobre lo que nos sucede, pero sí tenemos control sobre la forma en que reaccionamos.  Si elegimos la actitud correcta, nos podemos sobreponer a todos los imprevistos que debemos afrontar.

Lo más probable es que no tengas control sobre el próximo obstáculo que aparezca en tu vida.  Imagina que un huracán llega a tu casa, un conductor ebrio choca contra tu auto, tu jefe te corre, tu pareja te dice “necesito tiempo”.  En fin, todos recibimos eso de vez en cuando.  Así que puedes sentirte triste y mal, pero luego, levántate y pregunta:  ¿Qué sigue? Después de un rato de sollozar, de quejarte o de derramar todas las lágrimas en tu pecera, levántate y efectúa un ajuste en tu actitud.


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Del Libro  “Una vaca se estacionó en mi lugar”  de  Leonard Scheff / Susan Admiston

 




EL CASO DE LA PERSONA IMPOSIBLE

Nunca luches con un cerdo.

Se ensucia el cerdo,

Te ensucias tú,

Pero al cerdo le gusta.

Canción folclórica

   Estadounidense.

 

 

En algunos casos, es posible que vayas a lidiar con alguien que sufre ira crónica.  Tal vez sea un cínico que juzga las cosas todo el tiempo, pues cree que el mundo simplemente no llega a sus estándares.  Quizá incluso busque ocasiones para expresar su desaprobación como una manera de afirmar su propia superioridad.  Tal vez quieras conservar esa relación por diversas razones: que ambos tengan una larga historia juntos o que esa persona posea cualidades que compensen su ira.  En verdad, es posible que lo que la hace difícil sea precisamente lo que la hace divertida e interesante.   Pero, si quieres conservar la amistad de esta persona, probablemente tengas que aceptar que su ira forma parte del paquete.  Cuando la conozcas bien, tal vez entiendas las fuerzas que subyacen en su ira, lo cual podría ayudarte a no tomarlo a título personal cuando dirige su actitud iracunda hacia ti.

Por otro lado, cuanto te percatas de que algunas conductas socialmente aceptables son producto de lo que puede considerarse una personalidad iracunda, puedes decir que no quieres tener nada que ver con una persona así.  Hace poco rompí relaciones con un par de viejos amigos que entrarían en la categoría de críticos- cínicos crónicos.  Me di cuenta de que estar con ellos simplemente me hacía infeliz.  No sé si éste es un cambio en mi actitud; tan sólo ya no valoro a estas personas como alguna vez lo hice o ya no creo que esté bien ser así.


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