Del Libro “Una vida sin límites” de Nick Vujicic
Imagina que tu
actitud es el control remoto de tu televisión: si el programa
que ves no te agrada en lo absoluto, entonces, sólo toma el control y cambia de
canal. Así, cuando no obtienes los
resultados deseados, puedes ajustar tu actitud más o menos de la misma forma,
sin importar el tipo de desafíos que enfrentes.
Linda, maestra de música, escribió y describió la forma
en que su extraordinaria actitud le ayudó a reponerse tras un accidente que
sufrió en su infancia y que muy bien podría haber arruinado su vida. Estaba en la primaria cuando quedó
severamente lastimada en un accidente automovilístico. Linda pasó dos días y medio en coma y, cuando
recuperó la conciencia, no podía caminar, hablar ni comer.
Los doctores temían que Linda hubiese quedado dañada de
sus facultades mentales y no pudiera hablar o caminar con normalidad nunca
más. Sin embargo, su mente, su capacidad
de habla y su cuerpo, se recuperaron poco a poco. De hecho, el único problema médico que aún
tiene como recuerdo de aquel horrible accidente, es que su ojo derecho quedó
dañado y tiene visión limitada.
Esta mujer atravesó por un dolor increíble, soportó
muchas operaciones y todavía tiene un problema de visión. Hubiese sido muy fácil para ella sentirse la
víctima y amargarse. No podrías culparla
si dijera que la vida la ha tratado de una manera injusta. Sin embargo, la actitud que adoptó fue la
siguiente:
“A veces me siento frustrada porque mis ojos no funcionan
con coordinación”, me escribió. “Pero
luego recuerdo de dónde vengo y en donde podría estar, y me doy cuenta de que Dios me salvó por una razón: para vivir como testigo de su obra en mi
vida. Mi ojo es un recordatorio de que no soy perfecta, pero no hay problema,
debo confiar por completo en Él para tener fuerza. Dios eligió mostrar su poder a través del
problema de mi ojo. A pesar de que soy
débil, Él es fuerte”.
Linda prefirió aceptar que su visión imperfecta es parte
del “perfecto plan que Dios tiene para mi vida”, según escribió. “Él modificó mi actitud frente a la vida
porque, como ahora sé que puedo morir en cualquier instante, trato de vivir
para él todo el tiempo posible. Además,
ahora siempre trato de ver el lado
positivo de las cosas, de entregarme por completo a Dios y al prójimo y de
preocuparme en verdad por la gente que me rodea”.
En lugar de enfocarse en la visión limitada que tiene en
uno de sus ojos, Linda decidió sentirse agradecida porque puede pensar, hablar, caminar y vivir una vida normal en casi
todos los sentidos. Tú y yo también
tenemos la capacidad de elegir nuestras actitudes así como ella lo hizo.
Y no tienes que ser un santo para lograrlo, es
perfectamente normal que al sufrir una tragedia o atravesar una crisis
personal, pases las etapas de miedo,
enojo y tristeza. Pero en algún
momento todos tenemos que decir: “Sigo
aquí. ¿Quiero pasar el resto de mi vida
revolcándome en la miseria, o quiero superar
lo que sucedió y seguir tratando de alcanzar
mis sueños?”
¿Acaso es fácil hacerlo? No, no lo es; se requiere de
mucha determinación, sin mencionar que también
necesitas un propósito, esperanza, fe, creer que tienes
talentos y habilidades que debes compartir. Y Linda es tan sólo un ejemplo más entre
mucha, mucha gente que ha demostrado que sí se pueden superar los desafíos con
una actitud positiva. La única verdad,
antigua, probada e innegable, es que tú y yo NO tenemos ningún control sobre lo
que nos sucede, pero sí tenemos control sobre la forma en que
reaccionamos. Si elegimos la actitud
correcta, nos podemos sobreponer a todos los imprevistos que debemos afrontar.
Lo más probable es que no tengas control sobre el próximo
obstáculo que aparezca en tu vida.
Imagina que un huracán llega a tu casa, un conductor ebrio choca contra
tu auto, tu jefe te corre, tu pareja te dice “necesito tiempo”. En fin, todos recibimos eso de vez en
cuando. Así que puedes sentirte triste y
mal, pero luego, levántate y pregunta:
¿Qué sigue? Después de un rato de sollozar, de quejarte o de derramar
todas las lágrimas en tu pecera, levántate
y efectúa un ajuste en tu actitud.
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