martes, 29 de junio de 2021

 

Del Libro “Una vida sin límites” de Nick Vujicic

 


Imagina que tu actitud es el control remoto de tu televisión: si el programa que ves no te agrada en lo absoluto, entonces, sólo toma el control y cambia de canal.  Así, cuando no obtienes los resultados deseados, puedes ajustar tu actitud más o menos de la misma forma, sin importar el tipo de desafíos que enfrentes.

Linda, maestra de música, escribió y describió la forma en que su extraordinaria actitud le ayudó a reponerse tras un accidente que sufrió en su infancia y que muy bien podría haber arruinado su vida.  Estaba en la primaria cuando quedó severamente lastimada en un accidente automovilístico.  Linda pasó dos días y medio en coma y, cuando recuperó la conciencia, no podía caminar, hablar ni comer.

Los doctores temían que Linda hubiese quedado dañada de sus facultades mentales y no pudiera hablar o caminar con normalidad nunca más.  Sin embargo, su mente, su capacidad de habla y su cuerpo, se recuperaron poco a poco.  De hecho, el único problema médico que aún tiene como recuerdo de aquel horrible accidente, es que su ojo derecho quedó dañado y tiene visión limitada.

Esta mujer atravesó por un dolor increíble, soportó muchas operaciones y todavía tiene un problema de visión.  Hubiese sido muy fácil para ella sentirse la víctima y amargarse.  No podrías culparla si dijera que la vida la ha tratado de una manera injusta.  Sin embargo, la actitud que adoptó fue la siguiente:

“A veces me siento frustrada porque mis ojos no funcionan con coordinación”, me escribió.  “Pero luego recuerdo de dónde vengo y en donde podría estar, y me doy cuenta de que Dios me salvó por una razón:  para vivir como testigo de su obra en mi vida.  Mi ojo es un recordatorio de que no soy perfecta, pero no hay problema, debo confiar por completo en Él para tener fuerza.  Dios eligió mostrar su poder a través del problema de mi ojo.  A pesar de que soy débil, Él es fuerte”.

Linda prefirió aceptar que su visión imperfecta es parte del “perfecto plan que Dios tiene para mi vida”, según escribió.  “Él modificó mi actitud frente a la vida porque, como ahora sé que puedo morir en cualquier instante, trato de vivir para él todo el tiempo posible.  Además, ahora siempre trato de ver el lado positivo de las cosas, de entregarme por completo a Dios y al prójimo y de preocuparme en verdad por la gente que me rodea”.

En lugar de enfocarse en la visión limitada que tiene en uno de sus ojos, Linda decidió sentirse agradecida porque puede pensar, hablar, caminar y vivir una vida normal en casi todos los sentidos.  Tú y yo también tenemos la capacidad de elegir nuestras actitudes así como ella lo hizo.

Y no tienes que ser un santo para lograrlo, es perfectamente normal que al sufrir una tragedia o atravesar una crisis personal, pases las etapas de miedo, enojo y tristeza.  Pero en algún momento todos tenemos que decir:  “Sigo aquí.  ¿Quiero pasar el resto de mi vida revolcándome en la miseria, o quiero superar lo que sucedió y seguir tratando de alcanzar mis sueños?”

¿Acaso es fácil hacerlo? No, no lo es; se requiere de mucha determinación, sin mencionar que también necesitas un propósito, esperanza, fe, creer que tienes talentos y habilidades que debes compartir.  Y Linda es tan sólo un ejemplo más entre mucha, mucha gente que ha demostrado que sí se pueden superar los desafíos con una actitud positiva.  La única verdad, antigua, probada e innegable, es que tú y yo NO tenemos ningún control sobre lo que nos sucede, pero sí tenemos control sobre la forma en que reaccionamos.  Si elegimos la actitud correcta, nos podemos sobreponer a todos los imprevistos que debemos afrontar.

Lo más probable es que no tengas control sobre el próximo obstáculo que aparezca en tu vida.  Imagina que un huracán llega a tu casa, un conductor ebrio choca contra tu auto, tu jefe te corre, tu pareja te dice “necesito tiempo”.  En fin, todos recibimos eso de vez en cuando.  Así que puedes sentirte triste y mal, pero luego, levántate y pregunta:  ¿Qué sigue? Después de un rato de sollozar, de quejarte o de derramar todas las lágrimas en tu pecera, levántate y efectúa un ajuste en tu actitud.


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