jueves, 28 de marzo de 2013

Del Libro “Mejor sola que mal acompañada” de Armando Quiroz Adame



 


 
Muchos de los casos de madres y padres solteros o separados o divorciados comienzan cuando ambos se dieron cuenta que lo que estaban haciendo al juntarse, era huir de sus propias familias  Su noviazgo solo consistió en la manera de salir de la casa paterna.  Evidentemente, creyeron que se enamoraron.  Cuando en realidad ambos solo se dieron la oportunidad de escapar de sus propias familias…

… El “fracaso” es inminente.  La educación sentimental que todos recibimos en casa a veces se convierte  en una herencia que no es posible repudiar.  Muchos cargan con sentimientos encontrados acerca de su niñez y la forma de crianza que recibieron, otros guardan profundos rencores que solo sirven para detener el verdadero desarrollo en libertad y así trascender las pautas heredadas.

Ser felices, requiere por parte de ambos, de una gran convicción de lograrlo.  Mantener una relación de pareja sana, ha de contar con un buen sistema de comunicación y negociación.  Si la pareja no logra desarrollar un sistema de comunicación eficaz y una negociación equitativa durante los primeros tres años de vida conyugal, su futuro se verá muy comprometido.  La cantidad de conflictos, tanto aquellos que se hayan resuelto a costa de un desequilibrio, o que no hayan podido resolverse aún, estarán generando tal presión psicológica, que con el tiempo, sus recursos emocionales se agotarán y acabarán con la motivación para continuar unidos.

Se necesita que el compañero sea eso, compañero.  Si ambos entran con buen ánimo la adversidad y están convencidos de seguir adelante juntos, tendrán más probabilidad de llevar una relación saludable.  La vida, a todos y cada uno, nos presenta el reto de convivir en armonía.  Mantenerla y desarrollarla, resulta una tarea imposible para muchos hombres.  O se encuentran insensibles y carecen de empatía suficiente hacia su pareja o se encuentran avanzando en un proceso neurótico o adictivo.  El hombre muchas veces es presa del modelo de masculinidad que impone la sociedad.  Para muchos se constituye en un deber ser y se quedan con el papel de “macho pero cumplidor”, y aunque cumpla muy a su manera y a su posibilidad creerá que “cumple”.  Por el contrario, si ellas aguardan la esperanza de que algún día las cosas cambien y que ellos algún día serán diferentes, solo logran convertirse sin advertirlo, en codependientes de una situación que enferma a todos los miembros de la familia, esa vida se convierte rápidamente en una carga muy pesada.
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jueves, 21 de marzo de 2013

Del Libro “Comunícate, Cautiva y Convence” de Gaby Vargas




Qué hacer con un necio



¿Alguna vez has tratado de razonar con un necio? ¿Has intentado convencerlo de un modo, de otro, por aquí, por allá, con argumentos sólidos, comprobables, y la persona no logra salir de su estrechez mental?
A continuación comparto contigo algunas tácticas con las que podemos lograr que cualquier persona escuche de manera objetiva y esto le ayude a pavimentar el camino hacia un posible cambio.
Primero hay que diferenciar entre los cuatro tipos de necios.
Los cuatro tipos de necios:
1.-  El típico que, de entrada, dice “no” a todo, sin importar de qué se trate.  Él o ella suelen pensar que lo nuevo es amenazador y, por eso no les gusta.  Su lema es: “El cambio es malo, así que no.”
2.-  Otro tipo de necio es el que insiste en tener problemas con las personas, en especial contigo.  No importa cuán persuasivo seas, ni cuán lógica y sensata sea tu propuesta, simplemente si viene de ti, es inaceptable.
3.-  Existe el necio que, en otras circunstancias, se ha sentido manipulado y abusado, por lo que la herida está todavía abierta.  Es incapaz de aceptar ideas que lo desvíen de su manera usual de pensar.  De hecho, se siente inseguro de su habilidad para tomar decisiones y, para evitar tambalearse, regresa a la base y se convierte en esa roca inamovible.
4.-  El último tipo de necio tiene una aversión situacional.  Es decir, su resistencia no es personal, sin embargo, por alguna razón no le late o no se identifica con la “idea en general”.
Si alguna vez te has enfrentado con cualquier tipo de necio, sabrás que discutir con él no lleva a ningún lado.  Mientras más fuerte que sea el argumento, mayor será el rechazo.  La lógica se va por la ventana y nada de lo que hagamos o digamos hará alguna diferencia.  A menos, por supuesto, que hagamos o digamos lo correcto.


Algunos consejos para convencerlos
·         Cuando una persona se muestra inflexible, cambia la única cosa que puedes cambiar: su postura.  Sí, su postura.  ¿Por qué? Porque nuestro estado emocional está directamente relacionado con nuestra postura física.  Si la persona mantiene una posición de rechazo o negación, procura que mueva su cuerpo.  Por ejemplo, si está sentado, provoca que se levante y camine.  Esto previene que la persona cierre su mente y facilita que cambie su actitud.  Cuando nuestro cuerpo está en una postura fija, nuestra mente puede congelarse, como un reflejo.
·         Proporciona información adicional antes de pedirle a alguien que reconsidere las cosas.  A nadie le gusta que lo vean como una persona indecisa, o inconsistente, que cambia de ideas sin razón alguna. Así que, antes de pedirle que esté de acuerdo, dale un poco más de información, o bien recuérdale algo que pudo haber pasado por alto.  De esta manera, la persona siente que toma una nueva decisión y no que cambió su forma de pensar.
·         Algunos estudios muestran que, cuando estamos más conscientes de nosotros mismos, somos más accesibles.  Esto sugiere que si nos podemos ver – literalmente – en un reflejo, somos más persuasibles.  Cuando establecemos una conversación frente a una pared de espejo, o vidrio reflejante, aumenta nuestra docilidad.  Así que ya sabes… lleva al necio adonde se pueda reflejar.
·         Cuando una persona mantiene una visión opuesta para ganar credibilidad, hay que presentarle los dos lados del argumento.  Pensemos que basa su opinión, al menos en parte, en los hechos.  Por lo que al escuchar una cara del argumento, la persona no se sentirá tomada en cuenta.  En este caso, podemos bajarle la guardia si le presentamos las dos caras del asunto.  Sólo asegúrate de dar primero tu punto de vista.
·         Los seres humanos tenemos una fuerte necesidad de ser congruentes con nuestras creencias, actitudes y acciones.  Así que, antes de presentarle la propuesta a una persona, procuremos que ella diga sí a una idea similar que neutralice su propia objeción.  Por ejemplo, tú quieres que tu jefe escuche y se abra a una nueva idea.  Por lo que antes, con toda intención coméntale:  “¿No te parece que cerrarse a nuevas ideas es una señal de vejez?”  Después de un rato, cuando desarrolles la idea, encontrarás que la persona es inusualmente cooperadora. 

 En realidad, todos hemos sido necios alguna vez, por lo que convendría recordar lo que dijo Benjamin Franklin:  El primer grado de locura consiste en creerse sabio;  el segundo en proclamarlo y el tercero, en cerrarnos al consejo

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jueves, 14 de marzo de 2013

Del Libro “PERDONAR” de Robin Casarjian





Disculparse.-  En muchos casos, la mejor manera de abordar a una persona a la que hemos hecho daño o hemos tratado con insensibilidad es reconocer la verdad francamente y pedirle disculpas.  Algunas personas sienten alivio y acogen con gusto la oportunidad de sanar la relación.  Eso no significa necesariamente que uno o la otra persona vaya a reanudar una relación activa.  Pero si quiere decir que uno comienza a descargarse de un pasado doloroso.
Disculparse puede ser muy liberador, pero sólo cuando se hace de corazón y sin expectativasEsperar que la disculpa sea aceptada con alegría es predisponerse a enfadarse si no es así.  Recordemos que, pese a las disculpas, el verdadero remordimiento y los cambios positivos de comportamiento, como dejar de hacer las cosas que provocaron la rabia, es posible que la otra persona no esté todavía preparada para perdonar o dispuesta a hacerlo.  Es importante tener cuidado de no imponer la necesidad de conclusión a alguien que no la desea.  También lo es no permitir que la rabia o el temor de otra persona atice el fuego de la propia culpa.  No permitamos que el perdón de nosotros mismos dependa de la disposición a perdonarnos de otra persona, que quizá se aferre a la rabia porque obtiene algo que aún no está dispuesta a dejar marchar.  Puede ser que le resulte demasiado terrible o doloroso dejar marchar la rabia, que tal vez en ese momento sea una parte importante de su propio proceso de curación.
Aceptemos que los demás estén donde están.  Respetemos su derecho a sentir de la manera que sienten.  Sólo así nos podremos perdonar a nosotros mismos.  Evidentemente, podemos desear que esa persona nos perdone y reaccione de otra manera, pero limitémonos a reconocer el deseo y ya está.  Cuando nos quedamos atrapados en el deseo de que otra persona cambie, nos separamos de nuestro YO y volvemos a sentir rabia y culpa.  

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domingo, 10 de marzo de 2013

Del Libro “Soy mujer, soy invencible ¡y estoy exhausta!” de Gaby Vargas….



ESCUCHA TU CUERPO

  
Nunca olvidaré lo que me platicó mi querida amiga Mina, abogada muy eficiente y adicta al trabajo, a quien le diagnosticaron cáncer de mama y úlcera de colon:  

Durante los tres años de mi recuperación, en lo que más pensaba es en lo poco que escuché a mi cuerpo.  Me lo imaginaba como el perro fiel y bueno del personaje malo de Oliver Twist.  El hombre trataba al pobre perro a patadas, lo ignoraba, mientras el fiel animal lo servía y lo seguía a todos lados.  Si yo me acostaba a las dos de la mañana, al día siguiente me levantaba a las siete, y con tacones salía lista para trabajar hasta tarde, para luego llegar a atender todo lo de la casa y, aunque mi cuerpo me pedía a gritos descansar, yo lo ignoraba y me quedaba terminando trabajo pendiente de la oficina.  Conforme el cansancio se me acumulaba, yo le decía a mi cuerpo “ Ándale, si me ayudas con este último esfuerzo, esta cita importante que tengo, te prometo consentirte.”  Nunca o muy pocas veces cumplí mi promesa.
Ahora me sigue encantando ir a la oficina;  sin embargo, he bajado mi ritmo de trabajo, consiento a mi cuerpo, gozo el tiempo libre y a mi marido, quien, durante los tres años de tratamiento, fue el mejor papá y la mejor mamá del mundo.

A veces la vida se encarga de hacernos una llamada de atención.  Esta comienza a sentirse en el cuerpo de manera muy suave, quizá con un ligero pellizco en el estómago, como un visitante incómodo que te murmura al oído que estás ignorando algo;  puede ser una ligera gastritis, colitis, insomnio, el cabello se empieza a caer  y así, conforme la ignoramos, va subiendo de tono hasta que se vale de métodos más fuertes y agresivos, como en el caso de mi querida y eficiente Mina, quien tres veces fue a dar al hospital hasta que entendió y aprendió a respetar su cuerpo y el valor que tiene el tiempo libre.
“Es que no tengo tiempo” o “me parece egoísta dedicarme a mí”, dirás.  Piensa en la sombrosa facilidad con que las mujeres sacamos tiempo de donde sea cuando un hijo se enferma, el coche se descompone o nos duele una muela.  Bueno, pues hay que otorgar el mismo valor a ese regreso a casa y darle prioridad pues, según la doctora Pinkola, está demostrado que si no nos vamos cuando es la hora de irnos, la fina grieta de nuestra piel del alma se convierte en un agujero, y éste en un impresionante abismo, cada vez más difícil de reparar.

Considera algo importante:  si te aíslas, sea una hora o varios días, alguien, siempre, se sentirá abandonado.  Y si, te extrañarán y reclamarán, pero es preferible eso a deteriorarte y, finamente, tener que alejarte a rastras con el alma hecha andrajos.  Te lo aseguro.
Busca cualquier cosa que restablezca tu equilibrio.  Ignora la campana que te llama y exige hacer esto o aquello;  escúchala sólo una vez que te sientas recuperada y entera.
Si tú valoras al máximo esos momentos de regreso a casa, quienes te rodean también aprenderán a valorarlos.  Se darán cuenta de que tú también, como las mujeres del río, traes algo en el corazón que armoniza a todos.

Escuchemos las señales en sus primeros avisos, no permitamos que nos manden al hospital o que tengamos que llenarnos de antidepresivos para encontrarle un sentido a la vida.  Busquemos ese regreso a nuestro tiempo.  Por el bien de todos, de quienes nos rodean, pero especialmente por el nuestro. 

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domingo, 3 de marzo de 2013

Del Libro “Como controlar la IRA” de M.K. Gupta…..


   

Hermanos y Hermanas de la Ira

  
La ira es un término “sombrilla” e incluye muchas emociones negativas que viven bajo ella.  Deberemos conocer todas estas caras para obtener una verdadera victoria sobre este obstinado enemigo.
1.-  Irritación:  Esta se crea cuando las personas hacen o dicen algo que no te gusta.
2.- Rencor:  Se crea cuando alguien te ha hecho algo malo y piensas constantemente en ello y no puedes olvidarlo.
3.- Resentimiento:  Se crea cuando alguien se opone a tus decisiones o planes e interfiere con la realización de tus metas.
4.- Odio:  Se crea cuando no te gusta algo o alguien.
5.- Desprecio:  Se crea al sentir una profunda desaprobación hacia las acciones de alguien.
6.- Furia:  Se crea al aumentar la ira en proporciones peligrosas al transformarse en destrucción y violencia, como en el caso de la furia del conductor.  Sucede como una reacción a las acciones obstructivas de los demás, las cuales no puedes soportar.
7.- Venganza:  Se crea cuando tienes un impulso en la mente de hacerle algo malo a alguien por el daño que esta te hizo y al sentir una especie de alivio temporal dentro de ti por el simple hecho de vengarte.
8.- Impaciencia:  Se crea cuando no te puedes controlar y quieres seguir inmediatamente tu impulso para decir o hacer algo como represalia de algo que te hicieron.

Las categorías de las emociones arriba mencionadas no son totalmente independientes entre ellas, sino que están íntimamente relacionadas y superpuestas entre ellas.


Tratamiento de agua fría

El agua fría es un tratamiento muy efectivo para relajar los nervios tensos y alterados.  Así que cada vez que te encuentres tenso y enojado, te podrás calmar tomando un baño de agua fría desde la cabeza hasta los pies.

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