jueves, 21 de marzo de 2013

Del Libro “Comunícate, Cautiva y Convence” de Gaby Vargas




Qué hacer con un necio



¿Alguna vez has tratado de razonar con un necio? ¿Has intentado convencerlo de un modo, de otro, por aquí, por allá, con argumentos sólidos, comprobables, y la persona no logra salir de su estrechez mental?
A continuación comparto contigo algunas tácticas con las que podemos lograr que cualquier persona escuche de manera objetiva y esto le ayude a pavimentar el camino hacia un posible cambio.
Primero hay que diferenciar entre los cuatro tipos de necios.
Los cuatro tipos de necios:
1.-  El típico que, de entrada, dice “no” a todo, sin importar de qué se trate.  Él o ella suelen pensar que lo nuevo es amenazador y, por eso no les gusta.  Su lema es: “El cambio es malo, así que no.”
2.-  Otro tipo de necio es el que insiste en tener problemas con las personas, en especial contigo.  No importa cuán persuasivo seas, ni cuán lógica y sensata sea tu propuesta, simplemente si viene de ti, es inaceptable.
3.-  Existe el necio que, en otras circunstancias, se ha sentido manipulado y abusado, por lo que la herida está todavía abierta.  Es incapaz de aceptar ideas que lo desvíen de su manera usual de pensar.  De hecho, se siente inseguro de su habilidad para tomar decisiones y, para evitar tambalearse, regresa a la base y se convierte en esa roca inamovible.
4.-  El último tipo de necio tiene una aversión situacional.  Es decir, su resistencia no es personal, sin embargo, por alguna razón no le late o no se identifica con la “idea en general”.
Si alguna vez te has enfrentado con cualquier tipo de necio, sabrás que discutir con él no lleva a ningún lado.  Mientras más fuerte que sea el argumento, mayor será el rechazo.  La lógica se va por la ventana y nada de lo que hagamos o digamos hará alguna diferencia.  A menos, por supuesto, que hagamos o digamos lo correcto.


Algunos consejos para convencerlos
·         Cuando una persona se muestra inflexible, cambia la única cosa que puedes cambiar: su postura.  Sí, su postura.  ¿Por qué? Porque nuestro estado emocional está directamente relacionado con nuestra postura física.  Si la persona mantiene una posición de rechazo o negación, procura que mueva su cuerpo.  Por ejemplo, si está sentado, provoca que se levante y camine.  Esto previene que la persona cierre su mente y facilita que cambie su actitud.  Cuando nuestro cuerpo está en una postura fija, nuestra mente puede congelarse, como un reflejo.
·         Proporciona información adicional antes de pedirle a alguien que reconsidere las cosas.  A nadie le gusta que lo vean como una persona indecisa, o inconsistente, que cambia de ideas sin razón alguna. Así que, antes de pedirle que esté de acuerdo, dale un poco más de información, o bien recuérdale algo que pudo haber pasado por alto.  De esta manera, la persona siente que toma una nueva decisión y no que cambió su forma de pensar.
·         Algunos estudios muestran que, cuando estamos más conscientes de nosotros mismos, somos más accesibles.  Esto sugiere que si nos podemos ver – literalmente – en un reflejo, somos más persuasibles.  Cuando establecemos una conversación frente a una pared de espejo, o vidrio reflejante, aumenta nuestra docilidad.  Así que ya sabes… lleva al necio adonde se pueda reflejar.
·         Cuando una persona mantiene una visión opuesta para ganar credibilidad, hay que presentarle los dos lados del argumento.  Pensemos que basa su opinión, al menos en parte, en los hechos.  Por lo que al escuchar una cara del argumento, la persona no se sentirá tomada en cuenta.  En este caso, podemos bajarle la guardia si le presentamos las dos caras del asunto.  Sólo asegúrate de dar primero tu punto de vista.
·         Los seres humanos tenemos una fuerte necesidad de ser congruentes con nuestras creencias, actitudes y acciones.  Así que, antes de presentarle la propuesta a una persona, procuremos que ella diga sí a una idea similar que neutralice su propia objeción.  Por ejemplo, tú quieres que tu jefe escuche y se abra a una nueva idea.  Por lo que antes, con toda intención coméntale:  “¿No te parece que cerrarse a nuevas ideas es una señal de vejez?”  Después de un rato, cuando desarrolles la idea, encontrarás que la persona es inusualmente cooperadora. 

 En realidad, todos hemos sido necios alguna vez, por lo que convendría recordar lo que dijo Benjamin Franklin:  El primer grado de locura consiste en creerse sabio;  el segundo en proclamarlo y el tercero, en cerrarnos al consejo

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