domingo, 10 de marzo de 2013

Del Libro “Soy mujer, soy invencible ¡y estoy exhausta!” de Gaby Vargas….



ESCUCHA TU CUERPO

  
Nunca olvidaré lo que me platicó mi querida amiga Mina, abogada muy eficiente y adicta al trabajo, a quien le diagnosticaron cáncer de mama y úlcera de colon:  

Durante los tres años de mi recuperación, en lo que más pensaba es en lo poco que escuché a mi cuerpo.  Me lo imaginaba como el perro fiel y bueno del personaje malo de Oliver Twist.  El hombre trataba al pobre perro a patadas, lo ignoraba, mientras el fiel animal lo servía y lo seguía a todos lados.  Si yo me acostaba a las dos de la mañana, al día siguiente me levantaba a las siete, y con tacones salía lista para trabajar hasta tarde, para luego llegar a atender todo lo de la casa y, aunque mi cuerpo me pedía a gritos descansar, yo lo ignoraba y me quedaba terminando trabajo pendiente de la oficina.  Conforme el cansancio se me acumulaba, yo le decía a mi cuerpo “ Ándale, si me ayudas con este último esfuerzo, esta cita importante que tengo, te prometo consentirte.”  Nunca o muy pocas veces cumplí mi promesa.
Ahora me sigue encantando ir a la oficina;  sin embargo, he bajado mi ritmo de trabajo, consiento a mi cuerpo, gozo el tiempo libre y a mi marido, quien, durante los tres años de tratamiento, fue el mejor papá y la mejor mamá del mundo.

A veces la vida se encarga de hacernos una llamada de atención.  Esta comienza a sentirse en el cuerpo de manera muy suave, quizá con un ligero pellizco en el estómago, como un visitante incómodo que te murmura al oído que estás ignorando algo;  puede ser una ligera gastritis, colitis, insomnio, el cabello se empieza a caer  y así, conforme la ignoramos, va subiendo de tono hasta que se vale de métodos más fuertes y agresivos, como en el caso de mi querida y eficiente Mina, quien tres veces fue a dar al hospital hasta que entendió y aprendió a respetar su cuerpo y el valor que tiene el tiempo libre.
“Es que no tengo tiempo” o “me parece egoísta dedicarme a mí”, dirás.  Piensa en la sombrosa facilidad con que las mujeres sacamos tiempo de donde sea cuando un hijo se enferma, el coche se descompone o nos duele una muela.  Bueno, pues hay que otorgar el mismo valor a ese regreso a casa y darle prioridad pues, según la doctora Pinkola, está demostrado que si no nos vamos cuando es la hora de irnos, la fina grieta de nuestra piel del alma se convierte en un agujero, y éste en un impresionante abismo, cada vez más difícil de reparar.

Considera algo importante:  si te aíslas, sea una hora o varios días, alguien, siempre, se sentirá abandonado.  Y si, te extrañarán y reclamarán, pero es preferible eso a deteriorarte y, finamente, tener que alejarte a rastras con el alma hecha andrajos.  Te lo aseguro.
Busca cualquier cosa que restablezca tu equilibrio.  Ignora la campana que te llama y exige hacer esto o aquello;  escúchala sólo una vez que te sientas recuperada y entera.
Si tú valoras al máximo esos momentos de regreso a casa, quienes te rodean también aprenderán a valorarlos.  Se darán cuenta de que tú también, como las mujeres del río, traes algo en el corazón que armoniza a todos.

Escuchemos las señales en sus primeros avisos, no permitamos que nos manden al hospital o que tengamos que llenarnos de antidepresivos para encontrarle un sentido a la vida.  Busquemos ese regreso a nuestro tiempo.  Por el bien de todos, de quienes nos rodean, pero especialmente por el nuestro. 

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