jueves, 20 de septiembre de 2012

Del Libro “Cómo librarme del estrés y la preocupación” de Anand Dílvar





¿Alguna vez te has puesto a pensar en qué es lo que tú harías si no tuvieras que responder a las expectativas de tus padres, de la sociedad y de terceras personas?
¿Sabes qué?
Tú no tienes que responder a las expectativas de nadie.

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La mayoría de la gente quiere estar mejor pero seguir haciendo lo mismo.
¿Ves la incoherencia en esta forma de pensar?
Para estar mejor, tienes que hacer cambios y realizar un esfuerzo.


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Estresarse y preocuparse son hábitos aprendidos y por lo tanto pueden des-aprenderse.
No creas que es lo “normal” vivir lleno de presiones, angustia y preocupación.
Lo “normal” es estar tranquilo y feliz, confiar y relajarse

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jueves, 13 de septiembre de 2012

Del Libro “Para mejorar tu vida” de Francisco J. Angel…..




A las seis de la mañana del 14 de Marzo de 1988 mi familia era asaltada por segunda vez en nuestra propia casa.
La primera ocasión mi padre se sintió frustrado e impotente, juró que no lo volverían a asaltar – primero me matan – expresó.
Lo cumplió, se resistió al asalto y una bala atravesó su pierna izquierda perforando su arteria femoral.  Noventa segundos tardó toda su sangre en recorrer los diez metros que separaban la parte más baja de la cochera y su cuerpo.
A mis 21 años había perdido al mejor padre que pude haber tenido, a mi confidente, a mi guía y a mi mejor amigo.
Había ahí una justificación para echar a perder mi vida.  Para maldecir mi suerte y mi destino.
Elegí aprovechar todo lo que él me enseñó y seguir su ejemplo de honestidad, bondad y deseos de superación.

No podemos cambiar los acontecimientos pero nosotros decidimos siempre cómo reaccionar.  Somos cien por ciento responsables de nuestros sentimientos.  Si tú no eres el que decide cómo sentirse, entonces…. ¿Quién lo decide? 

jueves, 6 de septiembre de 2012

Del Libro “Para dar vida a la muerte” de Jorge Fuentes Aguirre



¿Por qué no hablar de la muerte?



Me gustaría hacer una humilde confesión: soy de los que no pensaban en la muerte.  Los fallecimientos me eran sólo un acontecer clínico propio de pacientes desahuciados o de ancianos.  Y recurría a la ciencia para que no ocurrieran.
Después, al involucrarme en la personalidad integral de los enfermos más allá de su padecimiento, fui aprendiendo que el moribundo necesita poco de la medicina y mucho del apoyo humano.  En ese trance, el médico ha de dejar sus explicaciones científicas y volverse persona para estar con el agonizante de ser humano a ser humano.  ¡Cuánto más vale el silencio compasivo que la palabrería inútil de los textos!
También supe que el ser humano ha de pensar en la muerte para que no le sea un acontecer ignorado en su interioridad. Mis 46 años de ministerio médico me han demostrado la importancia que tiene el que las personas se familiaricen en forma natural con la muerte y el morir, sin considerarlos materia prohibida al recato del modernismo.  Tengo comprobado que quienes rehúyen el tema, llegan  sus últimos días sin preparación alguna, acobardados y temerosos.  En cambio, aquellos que piensan con antelación en su muerte, afrontan el final de su vida revestidos de paz y serenidad.
El tema del morir no tiene por qué asustar a la gente.  Me resulta extraño que, en un mundo en el que todo se proyecta y se presupuesta, sea evadida la muerte, siendo un hecho que tarde o temprano llegará a nuestro hogar.  ¿Por qué no hablar, pues, de la muerte con la misma naturalidad  con que se habla de otros asuntos?
Pero más que eso, ¿por qué no aprovechar una preparación para la muerte cuando se está aún en plena vitalidad?  Dice José María Cabodevilla: “Pensar en la muerte no quiere decir desinteresarse de la vida.  Al contrario, no pensar en la muerte sería negarse a pensar seriamente en la vida.  Ustedes, que habrán cerrado los ojos a algún muerto, tendrá qué reconocer que son los muertos quienes abren los ojos a los vivos”.
Un día llegará en que hablar del morir y de la muerte se volverá tema normal.  Después de todo, estamos en la época de las grandes conquistas.  Y la mayor de todas, sobre la conquista del genoma humano, es la conquista de nosotros mismos.  Sólo siendo dueños de nuestro propio señorío podemos hablarnos de tú con los acontecimientos naturales de la vida.  Entre ellos, el de la muerte. 

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