jueves, 30 de octubre de 2014

Del Libro “Caldo de Pollo para el alma” de Jack Canfield & Mark Victor Hansen




Descanse en paz:  El entierro del “no puedo”

… Donna era una maestra veterana de la provincia de Michigan a dos años de su jubilación.  Además participaba como voluntaria en un proyecto de todo el condado para el mejoramiento del personal, que yo había organizado y facilitado. El adiestramiento se enfocaba en ideas de técnicas del lenguaje que habilitarían a los estudiantes para sentirse bien consigo mismo y hacerse cargo de sus vidas.  El trabajo de Donna consistía en asistir a las sesiones de adiestramiento e implementar los conceptos que allí se presentaban.  Mi trabajo consistía en hacer visitas a los salones de clase y fomentar esa implementación.
Tomé un asiento vacío en el fondo del salón y observé.  Todos los alumnos estaban trabajando en una tarea, escribiendo pensamientos en una hoja de cuaderno.  La alumna de diez años más cercana a mí estaba llenando su hoja de frases que comenzaban con “no puedo”.
No puedo patear el balón de fútbol más allá de la segunda base.”
No puedo hacer divisiones con más de tres numerales.”
No puedo conseguir caerle bien a Debbie.”
Su hoja estaba llena hasta la mitad y ella no daba señales de estar por terminar.  Siguió trabajando con determinación  y persistencia.
Caminé por la fila para echar vistazos a las tareas de los alumnos.  Todos estaban escribiendo oraciones que describían cosas que ellos no podían hacer.
No puedo hacer diez lagartijas.”
No puedo lanzar la pelota de béisbol por arriba de la reja del jardín izquierdo.”
No puedo comer solamente una galleta.”
A estas alturas, la actividad había despertado mi curiosidad, así que decidí ir con la maestra para ver qué estaba pasando.  Al acercarme, noté que también ella estaba demasiado ocupada escribiendo. Pensé que sería mejor no interrumpir.
No puedo conseguir que la madre de John venga a una reunión con los maestros.”
No puedo conseguir que mi hija le ponga gasolina al coche.”
No puedo conseguir que Alan emplee palabras en vez de golpes.”
Frustrados mis esfuerzos por descubrir por qué los alumnos y la maestra se extendían en los enunciados negativos en vez de escribir enunciados más positivos que comenzaran con “puedo”, regresé a mi asiento y continué con mis observaciones.  Los estudiantes escribieron durante diez minutos más.  La mayoría llenaron su hoja.  Algunos comenzaron otra.

“Terminen la oración que ahora están haciendo y no comiencen otra”, fueron las instrucciones que empleó Donna para indicar que la actividad había terminado.  Luego pidió a los alumnos que doblaran sus papeles a la mitad y los llevaran al frente.  Cuando llegaron al escritorio de la maestra, colocaron sus enunciados comenzados con “No puedo” en una caja de zapatos vacía.
Cuando todos habían entregado su papel, Donna agregó el suyo.  Tapó la caja, la metió bajo el brazo, salió por la puerta y caminó por el pasillo.  Los alumnos siguieron a la maestra.  Yo seguí a los alumnos.
A mitad del pasillo se detuvo la procesión.  Donna entró al cuarto del conserje, hurgó entre los objetos y salió con una pala.  Con la pala en una mano y la caja de zapatos en la otra, Donna dirigió a los alumnos hacia afuera de la escuela hasta el rincón más alejado del jardín.  Allí comenzaron a cavar.
¡Iban a enterrar sus “no puedo”!  La excavación duró más de diez minutos porque la mayoría de los alumnos quería un turno.  La excavación terminó cuando el hoyo llegó a tener casi un metro de profundidad.  La caja de los “no puedo” fue convenientemente colocada en el fondo del hoyo y rápidamente cubierta de tierra.
Treinta y un niños y niñas de 10 y 11 años se pararon alrededor de la tumba recién cavada.  Cada uno tenía por lo menos una página llena de oraciones con “no puedo” en la caja de zapatos, a un metro bajo tierra.  También su maestra. 
En ese momento, Donna advirtió:
- Niños y niñas, por favor tómense de las manos e inclinen la cabeza.
Los alumnos obedecieron.  Rápidamente y formaron un círculo alrededor de la tumba, creando un lazo con las manos.  Agacharon las cabezas y aguardaron.  Donna pronunció la oración.
“Amigos, estamos reunidos el día de hoy para honrar la memoria del ‘no puedo’.  Mientras estuvo con nosotros en la tierra, afectó las vidas de todos, las de algunos más que las de otros.  Desafortunadamente, su nombre ha sido mencionado en todos los edificios públicos: escuelas, ayuntamientos, sedes legislativas y, si, incluso en la Casa Blanca.
“Le hemos proporcionado al ‘no puedo” una última morada y una lápida que contiene su epitafio.  Le sobreviven sus hermanos y su hermana: ‘puedo’, ‘lo haré’ y ‘comenzaré de inmediato.  Ellos no son tan conocidos como su famoso pariente y, ciertamente, aún no son tan fuertes y poderosos.  Quizás algún día, con la ayuda de ustedes, tendrán un éxito mundial todavía mayor.
“Que descanse en paz el ‘no puedo’ y que todos los presentes restablezcan sus vidas y salgan adelante en su ausencia. Amén.”
Mientras escuchaba la oración, caí en cuenta de que esos estudiantes jamás olvidarían ese día.  La actividad era simbólica, una metáfora de la vida.  La experiencia iba directo al cerebro y se adheriría por siempre a la mente consciente e inconsciente.
Escribir enunciados con “no puedo”, enterrarlos y escuchar la oración.  Aquello era un importante esfuerzo de esta maestra; pero ello aún no terminaba.  Al concluir la oración, hizo que los alumnos se dieran vuelta, los condujo de nuevo al salón y tuvieron un velorio.
Celebraron el fallecimiento del “no puedo” con galletas, palomitas y jugos de fruta.  Como parte de la celebración, Donna recortó una gran lápida de papel de estraza.  Escribió las palabras “no puedo” en la parte superior y en medio puso “RIP”.  En la parte inferior añadió la fecha.

La lápida de papel estuvo colgada en el salón de Donna durante el resto del año.  En las contadas ocasiones en que un alumno lo olvidaba y decía “no puedo”, Donna simplemente señalaba el rótulo de “RIP”.  Así, el alumno recordaba que el “no puedo” estaba muerto y decidía reformular el enunciado.
Yo no era alumno de Donna; ella era alumna mía.  Sin embargo, ese día aprendí de ella una lección perdurable. 
Ahora, años después, cada vez que oigo la frase “no puedo”, veo imágenes de ese funeral de cuarto grado.  Como los alumnos, recuerdo que el “no puedo” está muerto.


Chick Moorman  

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jueves, 23 de octubre de 2014

Del Libro “¡Porque lo mando yo! 2 de John K. Rosemond



 


“No puedo”


 
- Mi hija de ocho años tiene miedo de intentar cosas nuevas y se desalienta con facilidad cuando su primer intento para hacer algo no funciona.  Por ejemplo, si  trato de alentarla para que cruce la alberca tres veces en vez de dos, responde “No puedo”.  Aunque traté intensamente animarla y de mejorar su confianza en sí misma, no lo intenta.  Si su maestra de piano le deja algún ejercicio especial, no acaba de intentarlo cuando ya se da por vencida.  No comprendo por qué es tan baja la autoestima de esta criatura que en todos los demás aspectos es tan capaz.  ¿Cómo puedo ayudarla?

R.  -  El problema de su hija tiene poco que ver con su autoestima y mucha relación con la forma en que usted responde a sus frustraciones.  Se está usted involucrando demasiado (en el terreno emocional) en lo que se refiere al desarrollo de su hija, trátese de la natación, de las clases de piano, o lo que sea.

El aprendizaje de cualquier capacidad nueva, involucra cierto grado de frustración…. Y cuando su hija se topa con la frustración, usted corre a rescatarla.  Aunque sus intenciones son buenas, la verdad es que le está impidiendo que resuelva la frustración a su manera y a su propio tiempo y ritmo.  Su renuencia obstinada a escuchar sus indicaciones es una voz que dice “Déjame en paz, mamita”.  Cuando usted se involucra en su frustración, sino también con la de usted.  La consecuencia es que, entre más presione alentándola, más se resistirá la niña.

Permia que la nena resuelva las cosas a su modo.  Si ella quiere hablar con usted respecto a los problemas que tenga para cruzar la alberca o para aprender un nuevo ejercicio en el piano, escúchela y déjela hablar.  Cuando sea el momento oportuno (después de que ella termine de hablar) dígale:  Aprender cosas nuevas requiere mucho esfuerzo y paciencia.  Perder la paciencia significa que hay que hacer a un lado las cosas y regresar a ellas más tarde”.  En otras palabras, le está usted concediendo la autorización para sentirse frustrada y para “darse por vencida” aunque sea por un tiempo.

Si la peque insiste con el “no puedo”, encójase de hombros y diga:  “Pues ni modo.  No lo hagas.  Si crees que has hecho lo mejor posible y estás convencida de que no puedes, quizás debes darte por vencida”.  Breve y dulcemente.  Luego, de la media vuelta y déjela a solas con su problema.

Al no dejarse involucrar emocionalmente en las frustraciones de su hija, la hará responsable de sus sentimientos.  Mi padre lo definía como “cocerse en su jugo”.  Dado que usted se mantiene al margen, le concede la libertad para intentarlo de nuevo porque ya en ese caso puede lanzarse sobre sus propios términos, no los de usted.  Lo más probable es que alcance el éxito.

 
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jueves, 16 de octubre de 2014

Del Libro “Sobre las alas del dragón rojo” de Ricardo Homs Quiroga




LAS  DESPEDIDAS 


Cada despedida es una pequeña pérdida…..
cuando va acompañada del olvido.

Cuando decimos adiós
simplemente abrimos un paréntesis,
pues mientras los ausentes estén vivos en el recuerdo,
seguirán formando parte de nuestro mundo
y los llevaremos a donde vayamos,
sin importar si no los volvemos a ver.

La despedida final
llega con el olvido,
esto es, cuando se cierra la puerta
que nos comunicaba con quienes se han marchado
o de quienes nos hemos alejado,
ya sea por nuestra voluntad
o por decisión del destino.



R.H.

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viernes, 10 de octubre de 2014

Del Libro “Soy mujer, soy invencible ¡y estoy exhausta!” de Gaby Vargas….





¿COMO  ESTA  MI  AUTOESTIMA?



Una autoestima alta genera una energía muy especial, en nuestro interior y hacia fuera.
La energía interior se manifiesta en las siguientes actitudes:

*  Puedo hablar con tranquilidad de mis logros y mis fracasos.  Lo hago con tanta naturalidad y transparencia, que envío el mensaje de que acepto las cosas tal como son.
*  En mi forma de caminar, de hablar o de gesticular, reflejo y contagio el placer de saberme viva.
*  Tengo la serenidad de recibir una crítica abiertamente, ya que estoy consciente de que cometer errores es parte de un crecimiento y no me atormento por no ser “perfecta”.
*  Mantengo la ecuanimidad y la dignidad bajo situaciones muy estresantes.
*  Soy flexible para responder a distintos retos y situaciones.   Al confiar en mí misma, veo la vida como una oportunidad.
*  Soy capaz de recibir un halago sin dar explicaciones ni disculpas.  De la misma forma doy y recibo un cariño o una expresión de afecto.
*  Siento que tengo derecho a triunfar y a ser feliz.  Sé reírme de la vida y de mi misma.  Tengo un fuerte sentido de identidad.
*  Gozo el fruto de mis esfuerzos.  Sé que trabajé mucho y merezco el éxito.


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sábado, 4 de octubre de 2014

Del Libro “Comunícate, Cautiva y Convence” de Gaby Vargas




A continuación te presento una serie de creencias que nos inculcaron de pequeños y que, como adultos, tenemos derecho a escoger para decidir si aún deben dominar nuestra forma de actuar.

1.-  Es egoísta anteponer nuestras necesidades a las de otros
                * A veces, tenemos derecho de ponernos antes que los demás.
2.-  Cometer un error es causa de vergüenza
                * Tenemos derecho a equivocarnos
3.-  Debes ser siempre consistente con tus ideas.
                * Tenemos derecho a cambiar de opinión y actuar de manera diferente
4.-  Debes ser flexible y adaptarte a los demás sin cuestionarlos
                * Tenemos derecho a mostrarnos inconformes y protestar de buena manera sobre algo con lo que no estemos de acuerdo.
5.-  Las cosas se pueden poner peor, así que, mejor, ni le muevas
                * Tenemos derecho a negociar y provocar un cambio
6.-  No debes robarle tiempo a los demás con tus problemas
                *  Tenemos derecho a pedir consejo, ayuda o apoyo emocional
7.-  A la gente no le gusta oír que te sientes mal, así que mejor cállate.
                * Tenemos derecho a sentir y a expresar el dolor
8.-  No esperes el reconocimiento de los demás.  Te debes sentir satisfecho con sólo saber que hiciste las cosas bien.
                * Tenemos derecho a recibir reconocimiento por los logros y el trabajo.
9.-  No seas antisocial.  Si no vas, la gente va a pensar que no te caen bien.
                * Tenemos derecho a estar solos, aun cuando los demás deseen nuestra compañía
10.-  Siempre debes incluir a todos.  Si no lo haces, cuando necesites de la gente, no estará

                * Tenemos derecho a decir no

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