jueves, 31 de julio de 2014

Del Libro “El libro de los Amigos” de Andrew Matthews




Las ofensas

 Las personas maduras no se molestan ante las observaciones desagradables de los demás.  De cuando en cuando, las personas dicen cosas para ponernos a prueba;  comentarios como:  “¡no le echas ganas al trabajo!”,  “¡cómo comes!”, “¡todo el mundo sabe que te casaste con él por su dinero!”  A veces estos comentarios se deben a la envidia, pero la mayoría de las veces se hacen con el fin de provocar una reacción.  Cualquiera que sea el motivo, ¡es mejor sonreír y callar;  o bien, darle la razón al otro!
Así que la próxima vez que tu vecino te vea en tu auto nuevo y te diga;  “¡ni siquiera trabajas y te dan para tus carcachas!”, respóndele: “ ¡qué maravilla! ¿No te parece?”  No tienes que justificarte.  Sonríe.  Olvídate del asunto.
Cuando tu cuñada se queja:  “¡tú siempre estás de vacaciones!”, dale la razón.  “¡Así es!, ¡nos encantan las vacaciones!”  Cuando tu cuñado Fred te diga:  “Caramba, ¡seguro que tiraste una fortuna para construir esa alberca!”, sonríe y respóndele:  “ ¡te aseguro que sí!  ¡Detesto las albercas baratas!”  No permitas que esa clase de comentarios te enojen.  No ganas nada con atacar a tu cuñado Fred, a tu hermana o al resto de la gente.
Si impartes clases o hablas en público, forzosamente te toparás con latosos que harán comentarios de tipo personal.  De nuevo, la mejor manera de tratar revoltosos es darles la razón de buen talante.  Cuando el tipoi de la última fila advierta tu error de ortografía en el pizarrón y comenta con sarcasmo:  “¿no se supone que nuestro maestro debe saber escribir?”, sonríe y responde:  “ ¡tienes razón!  ¡Se supone que debería saber escribir!”  Si tratas de defenderte delante de una multitud, ¡te ahogarás en el mar!  Debes condescender, o bien discriminar todo aquello que escuches y ceñirte exclusivamente a los asuntos de los que quieres hablar. 

En síntesis

Solo la gente insignificante hace comentarios desagradables;  solamente las personas insignificantes se sienten aludidas.  Sé grande.


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jueves, 24 de julio de 2014

Del Libro “Una vida sin límites” de Nick Vujicic


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AL  CAER  NO  HECHES  RAICES  EN  EL  SUELO



Como podrás imaginarte, tuve una larga historia de moretones.  Me caí y estuve en el suelo muchas veces cuando era niño.  Me caí de mesas, sillas altas, camas, escalinatas y rampas.  Como no tenía brazos para frenar mi caída, por lo general recibía los golpes en la barbilla, sin mencionar la nariz y la frente.  He caído muchas veces. 

Lo que nunca he hecho es permanecer tirado.   Hay un proverbio japonés que describe mi fórmula del éxito:  “Cae siete veces, levántate ocho”.

Tú caes, yo caigo, incluso los mejores caen y el resto, también.  Pero aquellas personas que no se levantan nunca tras la derrota, ven el fracaso como algo final.  Lo que todos debemos recordar es que la vida no es un examen en el que pasas o repruebas, es un proceso de prueba-error.  Los que tienen éxito siempre se levantan después de sus errores porque consideran que sus problemas son experiencias temporales y didácticas.  Todas las personas exitosas que he conocido también se han confundido en algún momento.  Con mucha frecuencia señalan que sus errores fueron indispensables para obtener éxito.  Nunca se dieron por vencidos cuando cayeron.  En lugar de eso, reconocieron sus problemas, trabajaron con más ahínco y buscaron soluciones creativas.  Si fallaban cinco veces, se esforzaban cinco veces más.   Winston Churchill capturó la esencia de este método al decir:  “El éxito es la habilidad de pasar de un fracaso a otro sin perder el entusiasmo.”


Si no puedes sobreponerte a tus derrotas, tal vez es porque las has personalizado.  Perder no te convierte en un perdedor, así como anotar strikes no hace que un gran beisbolista se convierta en un calienta bancas.  Mientras te mantengas en el juego y continúes intentándolo, puedes llegar a ser un bateador que conecte hitazos.  Si no estás dispuesto a hacer el trabajo que se requiere, entonces tu mayor problema no es perder, tu mayor problema eres tú mismo.  Para lograr el éxito tienes que sentirte merecedor de él y responsabilizarte de que suceda. 

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jueves, 17 de julio de 2014

Del Libro “Sé un adolescente feliz” de Andrew Matthews







No tienes por qué enojarte


A veces tus hermanos, hermanas y amigos de la escuela te dirán cosas para probarte.  Pueden decirte algo así:
·         “¡Estás gorda!”
·         “¡Eres feo!”
·         “¡Tu equipo es patético!”
·         “¡Tu novio es un ñoño!”

La mayoría de las veces sólo están probándote para ver cómo reaccionas.  Están experimentando para ver si te pueden hacer enojar.  Si te enojas,  ¡ellos ganan!
Aunque suene raro, no tienes por qué enojarte.  Tienes opción.  No eres un robot.
Puedes hacer una de las dos cosas:

      1)  Poner una gran sonrisa y decir:  “Tal vez tengas razón”.  Lo que menos quieren es que estés de acuerdo con ellos.

)       2)  Fingir que no escuchaste.

Cuando no obtienen una reacción, normalmente se van.      

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viernes, 11 de julio de 2014

Del Libro “201 maneras de tratar con gente difícil” de Alan Axelrod y Jim Holtje







Elabora una lista …. ¡en casa!... de todas las angustias que te agobian en el trabajo.  Puedes darle por título  “Diario de angustias.”  Tienes que ser por completo honesto.  “Estoy enojado con mi jefe porque es excesivamente criticón, indiferente y egoísta.” 

El hecho de plasmar tus emociones en palabras, ya sea en papel o en la pantalla de una computadora, puede ayudarte a percibir en dónde se encuentra la raíz de los problemas.  La lista también puede ayudarte a reconocer tus sentimientos

Eso sí, no se la muestres a nadie en el trabajo.



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sábado, 5 de julio de 2014

Del Libro “Los diez retos” de Leonard Felder…..





Clave 3:  Superar tus sentimientos de culpa y encontrar la manera de mantenerte sano tú mismo para hacer lo mejor por tu padre enfermo.

Demasiados hijos adultos con padres enfermos se sienten culpables por pensar en su propia salud y bienestar cuando uno de ellos está en peor estado. Pero te aseguro que no es egoísta tomarte tiempo para reponer tus energías; de hecho, es imprescindible que te cuides mucho a fin de recargar tus baterías y recobrar la paciencia, claridad mental y calma necesarias para atender bien a tu padre enfermo y administrar su atención médica.

Hay un trozo de sabiduría sumamente útil que casi todos han oído.  Si has volado en un avión de pasajeros y escuchado las palabras habituales de encargado de seguridad de vuelo, tal vez no te hayas dado cuenta de lo útiles que pueden ser estas instrucciones cuando se aplican al reto de cuidar a un padre enfermo.  Probablemente recuerdes que cuando el avión está por despegar el encargado de vuelo dice:  “En caso de emergencia, póngase la máscara de oxígeno sobre su propia cara antes de ayudar a la persona que está a su lado”.

Esa nunca sería tu primera reacción.  En una emergencia es natural apresurarse a ayudar a un niño, padre o amigo enfermo.  Pero si primero no te pones la máscara de oxígeno sobre la cara, te consumirás rápidamente y no podrás respirar, tomar decisiones importantes, ni mantenerte suficientemente sano y sereno para ayudar a la persona que te necesita desesperadamente.

Por favor ten por seguro que no estoy diciendo que te desentiendas de tu padre enfermo ni que huyas del reto:  digo que en lugar de sentirte culpable por cuidar de ti mismo te percates de que cuando todos los días apartas unos momentos para meditar, rezar, hacer ejercicio o cosas que te gustan, entonces puedes brindarle a tu padre más energía curativa.  La próxima vez que sientas esa punzada de culpa por pensar en tus propias necesidades, asegúrate de recordar la sabiduría del encargado del vuelo:  “Ve más despacio, aspira un poco de oxígeno y mantente sano y atento para que puedas tomar buenas decisiones y ser benévolo con tu mamá o papá que te necesita.”

  
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