miércoles, 27 de diciembre de 2017

Felices fiestas y exitoso 2018!


Haciendo una pausa por las festividades decembrinas, retomaré mis publicaciones a partir del 04 de Enero... 
FELIZ  AÑO  NUEVO  2018!!!!!!!!!!!!!!!



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Del Libro “201 maneras de tratar con gente difícil” de Alan Axelrod y Jim Holtje





LOS  DESAHOGOS CREATIVOS


      1)         Platica con tus amigos.  Hay ocasiones en las que ayuda mucho el hecho de comentar tus problemas con tus amigos o seres queridos.  Sin embargo, no te limites a quejarte.  Analiza a fondo el problema.  Te conviene ser más  cauteloso para pedir el consejo de tus amigos de la oficina, pues podría parecer un chisme.  Asimismo, si no estás absolutamente seguro de que puedes confiar un amigo de la oficina, nunca sabes de qué manera te puede perjudicar la información.

      2)         Cuenta hasta 20.   Esto realmente funciona…. Si logras acordarte de hacerlo.  En ocasiones lo único que te separa de un trabajo constante y las filas de los desempleados son estos 20 segundos.  Date algún tiempo para tranquilizarte y dominarte cuando en verdad sientas que vas a explotar.


      3)          Sal a caminar.  El salirte de tus cuatro paredes puede brindarte una perspectiva fresca de la situación.  El hecho de estar encerrado en una oficina puede desquiciar a cualquiera.  El cambio de escenario no sólo servirá para que aclares tus ideas;  el hecho de salir a la intemperie y respirar aire fresco te despertará y te llenará de energía.



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jueves, 14 de diciembre de 2017

Del Libro “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas” de Dale Carnegie






Cuando nos presentan a un extraño, conversamos con él unos minutos y generalmente no recordamos ya su nombre cuando nos despedimos.
Una de las primeras lecciones que aprende un político es ésta:  “Recordar el nombre de un elector es cualidad de estadista. Olvidarlo equivale a ir al olvido político”.
Y la capacidad para recordar nombre es casi tan importante en los negocios y los contactos sociales como en la política.

Napoleón III, emperador de Francia y sobrino del gran Napoleón, se envanecía de que, a pesar de todos sus deberes reales, recordaba el nombre de todas las personas a quienes conocía.
¿Su técnica? Muy sencilla.  Si no oía claramente el nombre, decía:  “Lo siento.  No oí bien.”  Después, si el nombre era poco común, preguntaba cómo se escribía.
Durante la conversación se tomaba el trabajo de repetir varias veces el nombre, y trataba de asociarlo en la mente con las facciones, la expresión y el aspecto general del interlocutor.
Si la persona era alguien de importancia, Napoleón se tomaba más trabajo aun.  Tan pronto como quedaba a solas escribía ese nombre en un papel, lo miraba, se concentraba en él, lo fijaba con seguridad en la mente, y rompía después el papel.  De esta manera se formaba la impresión visual, además de la impresión auditiva, del nombre.

Todo esto requiere tiempo, pero “los buenos modales – dijo Emerson – se hacen de pequeños sacrificios”.

La importancia de recordar y usar nombres no es sólo prerrogativa de reyes y ejecutivos de corporaciones.  Nos puede servir a todos.  Ken Nottingham, un empleado de la General Motors en Indiana, solía almorzar en la cafetería de la compañía.  Notó que la mujer que trabajaba en el mostrador siempre tenía mal ceño.
- Hacía dos horas que estaba haciendo emparedados, y yo no era sino un emparedado más para ella.  Pesó el jamón en una pequeña balanza, agregó una hoja de lechuga y un plato con un puñado de papas fritas.
“Al día siguiente, hice la misma cola.  La misma mujer, el mismo mal ceño.  La única diferencia fue que me fijé en la etiqueta con su nombre en el delantal.  Le sonreí y le dije:  ‘Hola, Eunice’, y después le pedí el emparedado que quería.  Pues bien, la mujer se olvidó de la balanza, puso una pila de fetas de jamón, tres hojas de lechuga, y una montaña de papas fritas que se me caían del plato.”

Deberíamos tener presente la magia que hay en un nombre, y comprender que es algo propio exclusivamente de esa persona, y de nadie más.  El nombre pone aparte al individuo; lo hace sentir único entre todos los demás.  La información que damos, o la pregunta que hacemos, toma una importancia especial cuando le agregamos el nombre de nuestro interlocutor.  Desde la camarera hasta el principal ejecutivo de una empresa, el nombre obrará milagros cuando tratamos con la gente.



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Del Libro “Comunícate, Cautiva y Convence” de Gaby Vargas





Cómo y qué decir en una situación difícil.


¿No te gustaría ser como los actores de las películas? Siempre saben qué decir y todo lo expresan en forma simpática y atinada.  ¡Nunca hablan de más, no dicen tonterías!  Su diálogo es perfecto.  A mí me encantaría ser así, sólo que en la vida real no tenemos un guión:  la buena noticia es que lo podemos crear.
A veces pasamos por situaciones difíciles, como cuando debemos reconocer un error, dar una mala noticia, despedir a un empleado, consolar a un ser querido, negar un permiso, pedir un favor o felicitar a un oponente y, en esos casos, lo que decimos y cómo lo decimos es ¡muy importante!....

Comparto contigo una fórmula muy eficaz, creada por los expertos en comunicación asertiva, que se llama “Guión DEEC”  Las iniciales indican los cuatro pasos a seguir y no estaría mal que los aprendiéramos de memoria:

1.-  DESCRIBE.  Primero hay que describir cuál es la conducta que nos molesta en la forma más simple, objetiva  y específica.  Al hacerlo, hay que ver a los ojos de la persona.  Y decir, por ejemplo:  “Ayer llegaste a las cuatro de la mañana y no avisaste por teléfono, como habíamos quedado.”  Hasta aquí, el otro tiene pocas bases para discutir. 
Simplemente estamos describiendo el problema sin acusar de nada, sin tratar de adivinar los motivos, sin decir:  “Seguro tomaste tanto que hasta perdiste la noción del tiempo”, o cosas así.  Este tipo de acusaciones sólo provocan protesta y enojo.

2.-   EXPRESA.  Después hay que decir lo que sentimos o pensamos.  Podemos usar palabras como “Me siento inquieto (a) cuando….”,  “tengo la sensación de…”  o bien:  claridad y moderación, sin ser sarcásticos ni explotar emocionalmente (esto es lo más difícil de hacer).
Podemos decir, por ejemplo:  “Cuando haces esto, me preocupo mucho por tu seguridad;  siento temor porque pienso que podrías sufrir un accidente.”  Fíjate en las palabras clave “me preocupa”, “tengo”, “pienso”.  Estas palabras describen cómo me siento cuando tú haces algo.  No provocan enojo en el otro;  al contrario, apelan a la comprensión.
Las palabras condenatorias como:  “Me choca cuando haces eso”, “eres un insensible” o “me haces enojar”, prenden la chispa y, con el sobre uso, se desgastan y pierden su efecto.

3.-   ESPECIFICA.   Ya que describimos  lo que nos molesta y expresamos cómo nos sentimos, hay que pedir, con claridad, una conducta diferente.  Por ejemplo:   “Te pido que cuando salgas de noche, siempre llames por teléfono para que esté tranquila.”
Las investigaciones demuestran que los mejores resultados se obtienen cuando pedimos “una sola cosa” a la vez (esto es otra cosa difícil de hacer).  Si lo que queremos es un gran cambio, más vale lograrlo paso a paso, con pequeños acuerdos MUTUOS.
Las palabras que usemos deben ser concretas y muy específicas.  Si pedimos un cambio vago, de actitud o de personalidad, sin especificar claramente qué pretendemos y decimos algo como: “Me gustaría que fueras más considerado”, la petición queda flotando en el aire sin que la persona entienda claramente a qué nos estamos refiriendo.  “¿Qué es ser considerado?

4.-  CONSECUENCIAS.  En este punto, como en un contrato, hay que mencionar cuáles serían las consecuencias, positivas o negativas, en caso de llevarse a cabo, o no, el acuerdo.  Aunque siempre es mucho mejor plantear las consecuencias positivas.
Podemos decir:  “Me gustaría seguir confiando en ti, así no me voy a preocupar y tú vas a sentirte a gusto.”  Es mejor decir esto que llenarlo de amenazas como:  “Me vas hacer pedazos”, “ya nunca te voy a tener confianza” o “te voy a dejar”, y cosas por el estilo.  El uso exagerado de la amenaza es contraproducente, ya que, si no somos capaces de cumplirlas, hacen que perdamos credibilidad frente a los ojos de nuestro interlocutor. 
Y tampoco representa una gran dificultad si estamos hablando con un adulto, porque él sabe que la mejor recompensa es intrínseca.  Basta decir:  “Me voy a sentir bien”, “nos vamos a llevar mejor” o “haremos las cosas con más entusiasmo”.  Destaca lo positivo, describe la recompensa de hacer esto o lo otro, de manera que motives a la persona a cambiar su conducta.

Así que, en esos momentos difíciles en los cuales debes tocar un punto sensible, incómodo o delicado con un hijo, la pareja o un compañero de trabajo, no olvides, preparar bien tu “guión DEEC” Es mejor describir, expresar y especificar cada punto; de esta forma, a todos nos va a quedar claro que cada uno de nuestros actos tienen una consecuencia y nadie podrá poner de pretexto el clásico:  “No entendí lo que me quisiste decir.”

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