jueves, 29 de octubre de 2015

Del Libro “500 Consejos para enfrentar la vida” de Anand Dílvar




“Vive como si esperaras llegar
a los cien años, pero estuvieras
listo para morir mañana.”

                 Ann Lee


La muerte es lo único que
tienes seguro en esta vida.
recuerda esto para sacarle el
mayor provecho cada día.


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jueves, 22 de octubre de 2015

Del Libro “Los siete poderes” de Alex Rovira Celma





La verdadera fuerza está en la acción, en el ensayo y en el aprendizaje a través del error.  No importa cuáles sean tus talentos:  sólo la acción les da vida.  Si no los ejercitas es como si no los tuvieras.  Haz y aprenderás.  La acción es el camino que te llevará a realizar tus sueños, por imposibles que parezcan.

Y, finalmente, añadió:
-          ¡Deseo sin acción es ficción; deseo con acción es realización!  La llave de la vida es la acción.  Pensar y hablar es muy fácil.  Lo realmente difícil es actuar.  Ante el dilema entre hacer y no hacer, no lo dudes:  ¡haz, haz, haz!

El Joven Caballero sintió que aquel consejo era un complemento perfecto al de Cap y agradeció a Cop sus palabras con otro firme abrazo.
Finalmente le tocó el turno a Cor, del que se decía era el caballero con mayor sabiduría de corazón del reina y en cuyo escudo de armas brillaba el relieve de un león de oro.  Marcando con el puño el corazón de su amigo le dijo gentilmente:
-         
      Con la vida se nos dan dos dones:  tiempo y libertad de elegir según los dictados de tu corazón.  Tu compasión puede regir no sólo tu destino, sino también el destino de muchos, ya que no estamos solos y todo cuanto hacemos afecta directa o indirectamente a los demás.  Elige siempre en tu vida el camino del amor, el camino del corazón, ya que no hay hombre a quien el amor no haga valiente y lo transforme en héroe.



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jueves, 15 de octubre de 2015

Del Libro “Sé un adolescente feliz” de Andrew Matthews



Confiesa antes de que se den cuenta


Imagina que pediste prestado el auto nuevo de papá.  Las últimas palabras que él te dijo fueron:  “Hagas lo que hagas, no lo vayas a rayar”.  No pasan ni 20 minutos que saliste del garaje cuando le das a un semáforo y rayas la pintura de la puerta del conductor.
Cuando regresas a casa esa noche esperas que tu papá esté dormido.  Así no tendrás que decirle.  Desgraciadamente está viendo televisión, de modo que te dices:  “Papá está descansando, no quiero molestarlo.  Le diré más tarde”.
Al poco rato él apaga la televisión.  Te dices otra vez:  “No quiero arruinarle la noche.  Le diré en la mañana”.
Cuando te levantas a la mañana siguiente papá está desayunando, y piensas:  “Si le digo ahora le dará una indigestión.  Mejor le digo después”.
Suena el teléfono.  Es uno de los empleados de papá con la noticia de un problema en el trabajo.  ¡Parece que papá está molesto por la llamada!
“Ahorita está enojado”, te dices, “¡será mejor no decirle sobre el auto en este momento!” Enseguida papá se dirige al garaje, ve su auto y regresa precipitadamente a la casa.  Ahora está realmente furioso.  Ahora quiere matarte.
Fíjate en lo que pasó aquí.  Pospusiste lo inevitable.  En vez de decir a papá desde el principio, te sometiste a 12 horas más de estrés.  Cuando él lo descubrió, ¡obtuviste más estrés!
Si cometes un error, el mejor momento para reconocerlo es lo más pronto posible.  Eso disminuye tu sufrimiento y la gente, aun los papás, respetarán tu honestidad y tu valor.  

En pocas palabras

La vida funciona mejor cuando asumimos el control de la situación.  Si cometiste un error grave, cuéntalo antes de que lo descubran.  

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jueves, 8 de octubre de 2015

Del Libro “Una vaca se estacionó en mi lugar” de Leonard Scheff / Susan Edmiston





La pregunta es:  ¿por qué la ira no sólo persiste sino que se incrementa?

En primer lugar, el enojo es una emoción humana normal.  Todo el mundo se enoja.  Alguien preguntó una vez al Dalai Lama qué pensaba de las personas que estudiaban las enseñanzas del budismo y luego usaban ese conocimiento para ganar dinero.  Al principio, su respuesta fue moderada.  Pero a medida que prosiguió, su cara enrojeció.  Aun cuando él es la encarnación de la paciencia y la compasión, el propio Dalai Lama ha aceptado que se enoja.  El objeto de este libro no es eliminar la ira, sino colocarla y expresarla en un contexto diferente.
La segunda razón de la persistencia de la ira es que no hay una alternativa obvia.  Este libro ofrecerá una, basada en las enseñanzas budistas, pero no requiere alguna creencia religiosa específica.  Tampoco es una psicoterapia, salvo en el sentido en que lo entiende el terapeuta Gestalt Fritz Perls:  “La conciencia es una terapia per se”.  Este libro puede resumirse muy bien así:  Te estás golpeando la mano con un martillo.  Si te detienes,  te sentirás mejor.
Se nos ha condicionado de muchas maneras con el fin de utilizar la ira como herramienta para lograr nuestros objetivos.  La mayoría de las personas no cuestiona esta práctica y se olvida casi por completo de sus costos.  Mi experiencia al impartir el taller es que, una vez que las personas se dan cuenta de que existe una alternativa, su ira empieza a disiparse.
 La tercera razón de la persistencia de la ira es que es adictiva.  La ira se acompaña de cierta euforia física y emocional.  La sensación física se activa por la liberación de adrenalina, la cual produce un aumento de la presión arterial.  Esta “euforia” de la ira se vuelve tan adictiva como el tabaco o el alcohol.  Al igual que otras adicciones, el enojo tiene su precio, el cual puede incluir ataque cardiaco, apoplejía y otros problemas de salud.  He oído a personas decir:  “Sólo me siento realmente vivo cuando me enojo”.  Esto equivale a decir:  “Sólo me siento realmente sano cuando fumo”.  Ambos son ejemplos de cuán equivocados podemos estar cuando vivimos en lo que el budismo llama maya, el mundo de ilusión creado por nuestros pensamientos. 
Las adicciones convencionales, fumar y beber, son difíciles de abandonar, en parte porque si tienes éxito al dejarlos quizá te sientas terriblemente durante semanas, meses o incluso años.  Los alcohólicos en rehabilitación suelen decir:  “Si estoy despierto, no hay una sola hora que pase en que no se me antoje un trago”.
Lo bueno de reducir o abandonar la ira es que, desde la primera vez que eliges NO enojarte o no dejarte llevar por tu enojo, te sientes mejor.  Una vez que has experimentado la diferencia, no querrás recaer en ese hábito.
Quizá algunas personas arguyan que la ira es necesaria y sirve para propósitos útiles.  Es verdad; cuando nos enojamos, ese hecho puede ser un indicador de que algo está mal en nuestra manera de relacionarnos con otros o con nuestro entorno.  La ira también nos puede impulsar para emprender acciones en relación con algo que consideramos moralmente incorrecto.  Cuando ves que alguien maltrata a un niño, surge una forma de ira llamada indignación moral.  Pero si buscas un remedio sin reflexionar, bien podría empeorar la situación.  Si ver que una madre abofetea a su hijo una y otra vez, quizá desees interferir de manera física, tal vez al grado de golpear a la madre.  Quizá eso interrumpa el maltrato por un momento, pero la madre bien podrá añadir esa provocación  a sus razones para seguir agrediendo al niño en una ocasión posterior.
Por otro lado, si observas las opciones disponibles con la cabeza más fría, quizá descubras una manera de intervenir que no agrave el conflicto entre la madre y el niño.  Sentarte junto a ellos de manera que propicies que la madre se sienta avergonzada de continuar con el abuso podría brindar una solución temporal y quizá conducir a una conversación benéfica sin promover más ira contra el niño.
Actuar con base en la indignación moral nos exige detenernos a considerar las mejores opciones para enderezar la situación.  Cuando sólo actuamos con base en la ira, sin considerar mucho las consecuencias, no buscamos un bien mayor sino sólo mitigamos nuestra propia molestia emocional.  Y el resultado bien podría empeorar la situación en lugar de mejorarla.  Ciertas disciplinas, en particular las artes marciales, enseñan que cuando actúas con base en la ira eres más susceptible de perder.


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viernes, 2 de octubre de 2015

Del Libro “201 maneras de tratar con gente difícil” de Alan Axelrod y Jim Holtje








Dedícate a tu trabajo.  Quizá esto sólo sea una solución temporal, pero una de las mejores venganzas contra aquellos que te sacan de quicio consiste en tener un éxito arrollador con lo que haces. 

Son pocos los premios que se otorgan por quejarse respecto de otras personas, y numerosas las recompensas que se obtienen por trabajar arduamente. 

La adicción temporal al trabajo no debe convertirse en un sustituto para resolver los problemas, pero es mejor que quejarse o conformarse con padecerlos.


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