jueves, 30 de julio de 2020

Del Libro: “Cuentos para pensar” de Jorge Bucay

Del Libro:  “Cuentos para pensar”  de  Jorge Bucay

 



  Y  cuando se hizo grande, su padre le dijo:

-  Hijo mío, no todos nacen con alas.  Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado.

-  Pero yo no sé volar – contestó el hijo.

-   Ven – dijo el padre.

Lo tomó de la mano y caminando lo llevó al borde del abismo en la montaña.

-           Ves, hijo, éste es el vacío.  Cuando quieras podrás volar.  Sólo debes pararte aquí, respirar profundo, y saltar al abismo.  Una vez en el aire extenderás las alas y volarás….

El hijo dudó:

-  ¿Y si me caigo?

-  Aunque te caigas no morirás, sólo sufrirás algunos machucones que te harán más fuerte para el siguiente intento -  contestó el padre.

El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los que había caminado toda su vida.

Los más pequeños de mente le dijeron:

-  ¿Estás loco?

-  ¿Para qué?

-  Tu padre está delirando…

-  ¿Qué vas a buscar volando?

-  ¿Por qué no te dejas de tonterías?

-  Y, además,  ¿quién necesita volar?

Los más lúcidos también sentían miedo:

-  ¿Será cierto?

-  ¿No será peligroso?

-  ¿Por qué no empiezas despacio?

-  En todo caso, prueba a tirarte desde una escalera.

-  … O desde la copa de un árbol, pero …. ¿desde la cima?

El joven escuchó el consejo de quienes lo querían. 

Subió a la copa de un árbol y con valor saltó…

Desplegó las alas. 

Las agitó en el aire con todas sus fuerzas… pero de todas maneras… se precipitó a la tierra…

Con un gran chichón en la frente se cruzó con su padre:

-  ¡Me mentiste!  No puedo volar.  Probé, y ¡mira el golpe que me di!  No soy como tú.  Mis alas sólo son de adorno…. -  lloriqueó. 

-  Hijo mío -  dijo el padre.  Para volar hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen.

Es como para tirarse en paracaídas… necesitas cierta altura antes de saltar.

Para aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo.

Si uno no quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando para siempre….

 

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sábado, 25 de julio de 2020

Del Libro: “Las Tres Preguntas” de Jorge Bucay


Del Libro:  “Las Tres Preguntas”  de  Jorge Bucay




Los imbéciles intelectuales,  que son los que creen que no tienen cabeza para ciertas cosas (o temen que se les gaste si la usan) y, entonces, le preguntan al otro:  ¿Cómo soy? ¿Qué tengo que hacer? ¿A dónde debo ir?.  Y cuando tienen que tomar una decisión van por el mundo inquiriendo:  ¿Tú qué harías en mi lugar?.  Ante cada acción construyen un equipo de asesores o de gente “que sabe” para que piense por ellos.  Como realmente creen que no pueden pensar, depositan su capacidad en los demás, y eso es de por sí bastante inquietante.  Su estructura implica a veces un gran peligro, ya que con demasiada frecuencia se les confunde con gente genuinamente amable, considerada y humilde.  Muchos de estos imbéciles pueden terminar, por su actitud confluyente, siendo muy populares y ocupando cargos de gran responsabilidad para los cuales nunca estuvieron capacitados.

Los imbéciles afectivos son los que dependen todo el tiempo de que alguien les diga que los quiere, que los ama, que son lindos, que son buenos.  Un imbécil afectivo está permanentemente en búsqueda de otro que le repita que nunca, nunca, nunca lo va a dejar de querer.  Todos sentimos el deseo normal de ser queridos por la persona que amamos, pero otra cosa es vivir en función de confirmarlo.
Y por último…

Los imbéciles morales, sin duda, los más peligrosos de todos.  Son los que necesitan permanentemente aprobación de afuera para tomar sus decisiones.
El imbécil moral es alguien que necesita de otro para que le diga si lo que hace está bien o mal, alguien que todo el tiempo esté pendiente de si lo que quiere hacer corresponde o no y de “si es o no es” lo que el otro o la mayoría harían.  Son los que se pasan el tiempo haciendo encuestas sobre si tienen o no tienen que cambiar el coche; si les conviene o no comprarse una nueva casa; si es o no el momento adecuado para tener un hijo.
Defenderse de su acoso es bastante difícil aunque se puede intentar simplemente no contestar a sus demandas sobre, por ejemplo, cómo se debe doblar el papel higiénico; pero creo que a la larga lo mejor es … huir.



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sábado, 18 de julio de 2020

Del Libro “100 rebanadas de sabiduría empresarial” de Silvia Cherem


Del Libro “100 rebanadas de sabiduría empresarial” de Silvia Cherem





21.-  Uno no debe tener miedo de soñar imposibles.  Estos son alcanzables si hay voluntad de trabajo, visión, metas precisas y bien calculadas, capacidad de asumir riesgos, fe y una dosis de buena suerte.

22.-  Al inicio de cualquier negocio se debe ser muy eficiente para que la meta sea alcanzada antes de lo esperado.

23.-  El mercado se detona no sólo con un buen producto, también con un rotundo impacto de la marca que incluye, por supuesto, un nombre pegajoso y adecuado.

24.-  Tan importante como el nombre es cuidar los detalles del logotipo y la imagen de la empresa.

25.-  La imagen de una empresa lo incluye todo:  el nombre, el logotipo y la forma de anunciarse, también los camiones y la presencia de quienes portan la camiseta del negocio.  Si un camión está chocado o sucio, si un empleado es grosero, tiene malas actitudes y viste desaliñado, necesariamente impacta  en la marca.

26.-  El gasto en publicidad debe ser cuando menos 4% de las ventas totales de la empresa.

27.-  El éxito de una empresa se debe, a mi juicio, a tener el propósito de crecer.  Insisto en este concepto:  crecer.  Es decir, no sólo ganar dinero, sino reinvertir lo más posible, tener una verdadera obsesión por la productividad.

  28.-  Si existe una receta para alcanzar el éxito:  trabajo intensivo y en equipo, austeridad total, reinversión continua y riesgos calculados.

29.-  Cuando el personal reconoce que hay respeto y dignidad a su persona, trabaja contento, trabaja más y mejor.

30.-  Una empresa es tan buena como lo es su gente.  Nuestro objetivo ha sido formar y desarrollar buenos jefes, porque teniéndolos se consiguen buenos trabajadores y, por tanto, se arma una buena empresa.



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sábado, 11 de julio de 2020

Del Libro “No te preocupes, ¡enfádate si quieres! De Ajahn Brahm

Del Libro “No te preocupes, ¡enfádate si quieres! De Ajahn Brahm


¿Bueno? ¿Malo? ¿Quién sabe?





Hace mucho tiempo, en una partida de caza, un rey se hizo un corte en un dedo.  Llamó a su médico, que siempre lo acompañaba en sus cacerías y que le puso un vendaje en la herida.
- ¿Se pondrá bien mi dedo? – preguntó el rey.
- ¿Bien? ¿Mal? ¿Quién sabe? – respondió el doctor, y siguieron cazando.
Cuando volvieron a palacio, la herida se había infectado, y el rey mandó llamar de nuevo a su médico.  Este limpió la herida, aplicó cuidadosamente un ungüento, y a continuación la volvió a vendar.
- ¿Estás seguro de que eso irá bien? – preguntó el rey algo inquieto.
- ¿Bien? ¿Mal? ¿Quién sabe? – respondió de nuevo el médico.
El rey se quedó preocupado.  En efecto, su preocupación se vio confirmada pocos días después:  el dedo infectado estaba en unas condiciones tan lamentables que el médico tuvo que amputarlo.  El rey estaba furioso con su incompetente médico que él personalmente lo llevó al calabozo y lo encerró en una celda.

-Bueno, doctor, ¿qué tal te sientes encerrado? ¿Se está bien ahí?
- ¿Bien? ¿Mal? ¿Quién sabe? – respondió de nuevo el médico encogiéndose de hombros.
- ¡Eres tan loco como incompetente! – gritó el rey, dejándolo allí encerrado.
Unas pocas semanas más tarde, cuando la herida hubo curado, el rey salió a cazar de nuevo.  Cuando perseguía una pieza, se separé de su séquito y acabó por perderse en la espesura.  Cuando vagaba por el bosque fue capturado por los indígenas.  Era su día sagrado y habían encontrado una víctima sacrificial propicia para su dios de la jungla.  Ataron al rey a un gran árbol, y su sacerdote empezó a bailar y a cantar mientras los demás afilaban los cuchillos para el sacrificio.  El sacerdote cogió su cuchillo y estaba a punto de cortarle el cuello al rey cuando exclamó:
- ¡Alto! Este hombre solo tiene nueve dedos.  No es lo bastante perfecto para ofrecerlo en sacrificio a nuestro dios.  Debemos dejarlo libre.

Unos pocos días después, el rey encontró el camino de vuelta a su palacio y fue directamente al calabozo para darle las gracias a su sabio doctor.
- Pensé que eras estúpido cuando decías aquella insensatez de  “¿Bueno?  ¿Malo?  ¿Quién sabe?”.  Ahora sé que tenías razón.  Perder el dedo fue bueno.  Eso me ha salvado la vida.  Estuvo mal por mi parte encerrarte en esta celda.  No debí hacerlo.  Lo lamento.
- No estéis tan seguro, majestad…  Si no me hubierais encerrado, hubiera tenido que acompañaros a la cacería.  Yo también habría sido capturado… ¡y tengo todos mis dedos!
 

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jueves, 2 de julio de 2020

Del Libro “Descalabrados” de Carlos Cuauhtémoc Sánchez


Del Libro “Descalabrados”  de Carlos Cuauhtémoc Sánchez






- Efectivamente – su fonación era frágil, pero su inflexión decidida –. Padezco  esclerosis lateral amiotrófica; una enfermedad neurodegenerativa que produce atrofia de toda la musculatura.  Dada la agresividad de mi padecimiento, los médicos pronosticaron que moriría en diez meses.  Llevo ochenta y cuatro meses viva desde entonces.  Mi mayor problema es la insuficiencia respiratoria.  Varias veces han tenido que conectarme un BIPAP, o respirador artificial.  Contra todo pronóstico me he vuelto a levantar.  También padezco disnea de esfuerzo, intolerancia al decúbito, y disfagia o dificultad para tragar.  Me cuesta mucho comer.  Y estoy aquí para decirles, en persona, lo que digo en mi libro: las cosas grandes no se hacen cuando se hacen sino cuando se decide hacerlas. 

Mientras estamos vivos podemos decidir.  Decidir es el atributo humano más poderoso.  No importa lo que hayamos hecho antes o lo que hayamos dejado de hacer ayer, todos podemos decidir hacer más. 
Querido lector y asistente a este evento:  decide hoy.  Termina esa carrera.  Especialízate.  Emprende.  Crea.  Atrévete.  Arriésgate.  Camina.  Sana.  Ama.  Deja huella.  ¿Y si las calamidades te tiran? Decide levantarte.  Vives postrado porque te has resignado al dolor, pero el dolor es una señal de que debes hacer algo. 
En los peores momentos de tu vida, cuando te abrume el miedo o la tristeza. En vez de decidir cobijarte bajo el abrigo de una colcha mullida y ver televisión, decide levantarte: báñate, ejercita tu cuerpo, haz las terapias, rehabilítate y enfócate.  No importa cuántas veces seas derribado, haz lo que sea necesario para estar bien.  Mira hacia adelante con la vista en el sendero, sin voltear atrás, sin lamentarte por lo que perdiste o dejaste en el pasado.  ¡DECIDE  AVANZAR!; no te estanques. 
Siempre puedes subir un escalón, siempre puedes mejorar un poco.  ¡Decide decidir!  Y en tus decisiones más grandes, también decide amar.  Porque amar se decide igual.  Actúa el amor y no lo hables.

Cuida tus relaciones con hechos. Aplica  EL  TRATO punto por punto.  Para amar, deja de prometer y comienza a dar.  Cuida tus relaciones y ellas cuidarán de ti.  Si algunas murieron, da vida a otras.  Supera el duelo; mientras vivas, puedes reinventarte.  Solo decide levantarte, decide avanzar, decide amar. 
Si vas por la vida enfermo de tristeza, si estás paralizado porque tienes dudas de ti, si has perdido relaciones, entiéndelo y acéptalo: tú eres responsable.  Lo has permitido.  En tu indecisión has decidido abrazar el malestar.  Pero no hay mal que sea definitivo, si tú no lo quieres.  Quita esas espinas que traes en la piel.  ¿Cómo?  Perdona.  Punto.  Perdona a los que te robaron dinero.  Perdona a los que te difamaron o te traicionaron.  Perdona a los que te arrancaron salud y bienestar.  Perdona a los que dañaron a tu familia. 

Entiende que lo pasado ya pasó.  Construye lo nuevo.  Mira hacia adelante.  Aún estás vivo.  Tú eres importante, pero son más importantes tus relaciones.  Vuelve a amar.  Solo el amor te dará motivos superiores para seguir viviendo, y, entiéndelo: ¡tú mereces vivir!



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