jueves, 14 de diciembre de 2023

 

Del Libro:  “Por el placer de vivir” de César Lozano 

 

¿Tus pasos dejan huella?

 




Tú sabes que puedes trascender en esta vida por dos motivos:  por acciones buenas y por acciones no tan buenas, por no decir malas.  Por agradable o por insoportable.  Puedes trascender por ayudar, o bien, por obstaculizar la vida de los demás.  Por inteligente o por  “burro”.

Para ser más claros, la gente no se olvida cuando es muy buena o muy mala.  No se olvida porque su vida fue digna de admirarse o porque su presencia fue tan incómoda que sus estragos continúan, a pesar de que ya no está.  Los intranscendentes, tibios o insípidos, se olvidan al paso del tiempo.  No queda huella de sus acciones ni de su presencia,  pues pasan en forma gris a nuestro lado.  No opinan, no aportan, pero tampoco quitan, no alegran pero tampoco amargan, están pero no permanecen.

Tarde o temprano los seres humanos nos formulamos una pregunta sumamente importante:  ¿De qué ha servido mi presencia? Su respuesta evalúa en gran medida si nuestra vida ha tenido sentido o no.  Claro que la respuesta dependerá en gran parte del estado de ánimo que en ese momento tengamos.  Si te lo cuestionas cuando vives una ruptura amorosa, o una crisis de empleo, te aseguro que el fatalismo estará presente en la respuesta.  Si te cuestionas cuando las cosas van muy bien y además hay amor a tu alrededor, obviamente podrás afirmar:  ¡Misión cumplida! En general, evaluamos como positiva nuestra presencia en el mundo, si hemos logrado las metas o anhelos que nos hemos propuesto, lo cual no es malo.  Pero, sin duda, la forma en que la hemos trascendido en la vida de los demás será lo más importante.

Sucede algo muy peculiar en muchos de nosotros: evaluamos nuestra vida con base en los afectos otorgados y recibidos, en la cantidad de vidas que hemos tocado o cambiado para bien, en el amor que hemos difundido y otorgado entre nuestros semejantes.  Revisamos nuestra vida con base en los buenos ejemplos que dimos, ya que, sin lugar a dudas, ésa es la mejor forma de trascender.

 

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domingo, 10 de diciembre de 2023

Del libro “La vida es para gozarla” de Arturo Malpica - Cerrar ciclos

 

Del libro “La vida es para gozarla” de Arturo Malpica 

 

 

Comienza a cerrar ciclos

 



 

Es urgente que comiences a cerrar ciclos, no los olvides, ni los vayas dejando a medias, ni al “ahí se va”.  Metas, sueños, propósitos, deseos que tal vez se quedaron en el camino o ni siquiera comenzaron.

Conseguir un buen empleo, hacer dieta, no pelear más con la familia, empezar una carrera, etcétera.  Nadie está inmune a uno que otro proyecto anclado.  Y muchos los dejamos por flojera, por falta de tiempo, de dinero, de iniciativa o de planes, motivos que muchas veces ni siquiera existen; los inventamos porque tenemos miedo al cambio o a cometer errores.  El resultado es una pesada losa de concreto llena de frustraciones, enojos, impotencia, complejos, decepciones, inconformidad, etcétera.

 

De entrada, “cada quien debe hacer un alto en su carrera existencial y reflexionar sobre lo que se le quedó en el camino, analizar los porqués y comenzar a cerrar los ciclos inmediatos, para después hacer los de mayor tiempo”, aconseja la especialista.

 

Analiza y comienza a cerrar:

·        *    Desde hoy sal a buscar ese maravilloso empleo.

·         *   Nunca es tarde para comenzar a estudiar.

·        *    Termina por olvidar y perdonar a quien te hizo daño.

·         *   Ponte los tenis y ve a trotar.

·         *   Toca la puerta de tu familiar, vecino o amigo y reconcíliate con él.

·        *    Decláratele a esa persona que te gusta; si no te corresponde, al menos tendrás menos peso.

·         *   Reconoce tus errores y empieza a corregirlos.

·         En fin, todos tenemos algo que dejamos inconcluso… ¡enfócate en ello!  Dosifica y ve poniéndole llave a estas prórrogas de la vida.  Personal, familiar, social, laboral.  Hazlo ya, no dejes para mañana lo que te urge hacer hoy.

 

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viernes, 1 de diciembre de 2023

 Del libro  “Dios nunca parpadea”  de Regina Brett

 

Puedes sobrevivir a todo lo que la vida ponga a tu paso, si te mantienes en el presente.

 




Hubo un tiempo en mi vida – años, en realidad –, en que la gente me paraba en la calle y me preguntaba si estaba bien.

Yo solía caminar con la cabeza hacia abajo, con el abrigo abierto en un frío día de nieve y viento, sin guantes, sin gorro, sin bufanda.  Parecía ser huérfana de la vida, como si no tuviera un solo amigo en el mundo, como si hubiera perdido a mi mejor amigo. La gente me paraba para preguntarme:

- ¿Tienes un mal día?

Yo movía la cabeza y respondía:

- No, tengo una mala vida – y lo decía en serio.

Nadie tiene una mala vida, en realidad.  Ni siquiera un mal día, sólo malos momentos.

Años de terapia y reuniones de rehabilitación me curaron.  Más tarde, años de retiros espirituales me transformaron, cerrando el agujero en mí, para que el amor que fluía desde la familia y los amigos ya no se fugara.  Después, llegó el hombre de mis sueños.  Más amor del que mi corazón podía contener empezó a desbordarse y derramarse hacia los demás.

Me deleitaba en una casi constante conciencia de que la vida es buena.  Me tomó décadas de trabajo arduo, pero estaba en un nuevo lugar.  Amaba la vida y la vida me amaba a mí.  Visualicé el futuro de mis sueños: enseñar, irme de retiro, escribir libros, tener una columna sindicada.  Devolver todos los regalos que la vida me ha dado.

Pero después vino el cáncer.

No es necesario decir que la enfermedad no estaba en mi visualización.  El cáncer de mama me sumergió en un interminable sufrimiento que excedió casi cualquier cosa de mi pasado. Cada día tenía una elección: regodearme en la miseria de los tratamientos o buscar la alegría por el simple hecho de estar viva.

No fue fácil.

Era como un libro viviente de ¿Dónde está Waldo? En vez de buscar al tipo extraño con el sombrero de rayas, yo trataba de descifrar dónde encontrar algo bueno en un día en que la comida sabía a metal, los alimentos no se quedaban en el estómago, las personas veían mi cabeza sin pelo y la mujer en el espejo no reconocía su propio reflejo.

El tratamiento no era tan malo como mi actitud hacia él.  Yo sufría porque no estaba viviendo.

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Del libro “Nadie da lo que no tiene” de Dres. Arturo y Silvana Rohana

 

Los puntos básicos de la buena comunicación

 




Es vital aprender a comunicarse, no sólo con los hijos, sino con todas las personas alrededor de nuestras vidas. Existen tres reglas de oro de la buena comunicación: escuchar los hechos, hacer buenas preguntas y responder honestamente.

 

Primero, quien quiera que esté hablando, debe referir lo que realmente está sucediendo en ese momento. Ya sea estableciendo los hechos o haciendo una pregunta, la persona que habla está creando un lazo de comunicación y debe ser por lo tanto, lo más claro y preciso posible.

 

La segunda regla es dar respuestas correctas, adecuándolas lo más fielmente a las preguntas, y a la persona que las hace.  Esto puede no ser tan fácil como parece: por ejemplo, lo que para una persona es simple de comprender, para otra puede resultar muy complicado. Además, lo que es trascendental para alguien, puede parecer trivial a otro; y lo que una persona toma con indiferencia, a otra le puede representar una carga abrumadora.

Por estas razones, los comunicadores generalmente verifican cómo la otra persona está entendiendo lo que se está preguntando y estableciendo. Dicho de otro modo, la mejor manera de evitar problemas es que el emisor decida anticipadamente lo que quiere decir, y cómo va a decirlo, tomando en cuenta qué efecto quiere producir y cuál va a ser la reacción del receptor.

 

La tercera regla de la buena comunicación es que deberíamos estar conscientes de cuáles son nuestras emociones presentes, con el fin de no mezclarlas accidentalmente en el mensaje que queremos hacer llegar.  Una comunicación efectiva ocurre cuando una persona está dispuesta a dirigirse directamente a otra, sin ser agobiada por otros problemas escondidos.  Por ejemplo, un padre que está desesperado porque no encuentra las llaves de su auto puede aparentemente sin ningún motivo, explotar fácilmente si su hijo le hace una pregunta.

Esta clase de comunicación fallida es lo que lastima – y hasta puedes destruir – una relación. Por lo tanto, la disciplina de escuchar cuidadosamente, de cuestionar, y de mantener claridad emocional es crucial para todo aquel que desea comunicarse clara y efectivamente.

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viernes, 10 de noviembre de 2023

Del libro “Comienza siempre de Nuevo” de Jorge Bucay - Carta para ti

 

Del libro “Comienza siempre de Nuevo” de  Jorge Bucay 

 

CARTA  PARA TI

 



Te propongo un ejercicio.  Para llevarlo a cabo, busca en tu agenda cotidiana un momento que te permita apartarte de todas las cosas y dedicarle una hora en exclusiva de tu tiempo.  Elige un papel bonito y un lápiz (mejor lápiz que bolígrafo) y escribe una carta para ti mismo, para ti misma.

Esta carta es una carta de amor.

Tómatelo en serio

 

1.-  Quiero que te digas cuanto te quieres y por qué, que te cuentes con detalle tus mejores virtudes, que te perdones por escrito los errores que crees haber cometido, aceptando que no eres el emblema de la perfección y que eso quizá no sea del todo malo.  Quiero que te desees lo mejor, específicamente en eso que solo tú sabes que deseas o esperas.

     Sugiero que termines la carta con una frase de estímulo incondicional del estilo de “cuenta conmigo siempre” o algo parecido que quieras decirte.  Fírmala y luego ponla en un sobre y ciérralo.

 

2.-  Ahora, lo más difícil…. Supera los viejos juicios hacia tu persona respecto de lo ridículo de ciertas cosas, cierra el sobre, anota tu dirección en el anverso y camina hasta el correo.  Mándate esa carta a tu casa y olvídate de ella, para conseguir que te sorprenda cuando llegue de vuelta.

 

3.-  Sugiero, por fin, que cuando la recibas, te alejes de todo y en soledad y silencio abras el sobre y tomes tu carta.  Quiero que la leas con cuidado, paladeando cada frase y tratando de entender cada palabra desde ese momento y no desde aquél en el que fue escrita.

 

4.-  Guárdala como se guarda una carta de un amigo muy querido, como símbolo de tu encuentro definitivo contigo mismo, contigo misma.

 

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sábado, 4 de noviembre de 2023

Del libro “La vida es para gozarla” de Arturo Malpica - Vive al 100

 

Del libro “La vida es para gozarla” de Arturo Malpica 

 

 

No simules… y vive al 100

 


 ¡Ah, la muerte!  Ella está tan segura de su victoria, que nos da toda una vida y dos calles de ventaja.  Y en qué usamos esa ventaja:  odio, rencor, apatía, desamor, envidias, peleas, total indiferencia y disimulo cotidiano.

Simulamos trabajar, amar, creer, sentir.

Simulamos que nos interesa, que allá vamos, que entendemos.

Simulamos que tocamos, que lloramos, que vemos, que dormimos, que nos gusta, que nos importa mucho.

Simulamos vivir al doble cuando no llegamos ni a sencillo.

Simular la barriga, la nariz, la estatura, el color, el aliento.

Simular que somos fuertes, entusiastas, benévolos:  100% actitud.

Simular la eterna rencilla entre hacer y no, entre sentir y no, entre amar cuando sólo es costumbre o cortesía.

Entre ser y no ser;  y si se es, el engaño termina en creer eso que simula.

Si supieras que cada persona transcurre su efímera existencia simulando, peleando y culpándose por cosas insignificantes.

Todo ese tiempo, si lo sumáramos, te restaría muchos años de vida.

Hoy es un buen día para ser y hacer lo que sólo tú quieres.  Sal a la vida tal como eres, sin disimulos, sin peleas, sin rencores…. Mañana puede ser demasiado tarde.

 

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viernes, 27 de octubre de 2023

 

IRRITABLE  …  Autora:  Alicia Campos

 





¿Se han dado cuenta que cada vez es más común ver a personas que se enojan fácilmente?

Hace poco una niña de nueve años me preguntaba ¿Por qué la gente anda tan enojada por las calles?  Y seguidamente me describió algunas situaciones que ha presenciado de personas gritándose o insultándose por la calle, otros hasta bajándose de su auto para golpear al conductor de enfrente, y gente aventando artículos a la cajera de un supermercado.  

Ese cuestionamiento me hizo pensar sobre lo IRRITABLE que estamos últimamente a consecuencia del ritmo tan acelerado de vida que llevamos, por la presión social (principalmente a través de redes sociales), por la inseguridad y por las secuelas de la pandemia, entre muchas otras causas que sumadas a la carga emocional que cada uno ha acumulado a lo largo de su vida, generan mal humor.  Lo verdaderamente preocupante es que casi nadie se da tiempo para auto evaluar su comportamiento y con ello encontrar la causa raíz de su enojo para solucionarlo.

La irritabilidad es una respuesta exagerada ante estímulos que muchas veces son insignificantes, pero resultan molestos y causan contratiempos; sin embargo, en ningún momento justifican la agresión,  aunque al individuo le generan un estado de ansiedad y malestar.

Aquí enumero algunas causas, para que puedan verificar cuales aplican a ustedes y tal vez identificar las que pudieran estar afectando a otros:

1)      Causas Físicas: Cuestiones hormonales como la adolescencia, el hipertiroidismo y la menopausia, el estrés, la ansiedad, dolores crónicos, dormir pocas horas, y enfermedades en general incluyendo problemas de la vista y auditivas.

 

2)      Causas Psicológicas y Tanatológicas: Duelos no resueltos estancados en la etapa del enojo, incluyendo los que reflejan su tristeza a través del mal humor. Personas con trastornos depresivos que se muestran irritables y a la defensiva.

 

3)      La auto exigencia.  Querer complacer a todos y poner metas inalcanzables son de los más comunes.

 

4)    Problemas económicos. Si no eres previsor, no elaboras presupuesto, o no sabes manejar tus finanzas, cualquier imprevisto o descuido te puede afectar gravemente. 

 

5)      La incertidumbre.  No saber un diagnóstico, no saber si va a haber despidos, y cualquier incógnita en asuntos y situaciones importantes, te puede alterar.

 

Ahora bien, antes de que estas conductas hostiles se vuelvan crónicas, quiero compartir algunas soluciones para controlar la irritabilidad ya sea para que las apliquen en ustedes o las compartan con quien las necesite:

1)       Introspección.  El primer paso es analizar nuestros sentimientos, evaluar lo que nos incomoda, y ponerles nombre a nuestros malestares, para así saber cómo afrontarlo y mejorar.

 

2)      Cuenta hasta 10.  En cuanto detectes que la irritabilidad se empieza a apoderar de ti, respira profundamente, luego suelta el aire lentamente y cuenta hasta 10 o más, repite esto hasta que sientas que tu corazón deja de latir aceleradamente. Mientras lo haces pregúntate si el suceso se puede resolver sin agresión ni mal trato, y si tú lo pudieras estar agravando por estar sensible, o porque te recuerda algo más.

 

3)      Expectativas.  Metas y expectativas muy altas al no cumplirse crean frustración y la frustración genera irritabilidad.  Conoce tus límites, ponte metas reales, e informa a otros cuando las metas sean inalcanzables para ti.

 

4)      Ejercicio y actividades recreativas.  Realiza actividades que te gustan y que te saquen de tu rutina diaria, como pasear en bicicleta, jugar sopa de letras, leer, escuchar música, ver un programa de televisión, meditar, etc.  El ejercicio desvanece la tensión muscular y el esparcimiento es una forma muy sencilla de convertir el estado de ánimo negativo en positivo.

 

5)      Hábitos saludables.  Se recomienda desconectarse de aparatos electrónicos por lo menos una hora antes de ir a dormir, y silenciar las notificaciones. Procura tener 6 a 8 horas continuas de sueño reparador.  Vigila tu alimentación y has los cambios necesarios para que sea equilibrada y saludable, procurando que tu última ingesta sea ligera antes de las 21 horas y mantente hidratado.

 

6)      Redes de apoyo.  Procura que tus redes sociales no sean solo cibernéticas, los saludos y la escucha personalizada así como los abrazos, transmiten calma, consuelo, contención y dan seguridad.  Hay quienes dicen que los abrazos fortalecen el sistema inmunológico. El apoyo de familiares y amigos en momentos difíciles son de gran ayuda y si en tus momentos de irritabilidad llegas a lastimarlos, ofréceles una disculpa.

 

7)      Paciencia y Tolerancia.  Hay que aprender a aceptar que no tenemos el control de todo, y que no todos transitamos al mismo ritmo; por lo tanto, debemos ser empáticos, escuchar activamente, aceptar las diferencias, pensar antes de reaccionar, y no exagerar las cosas.  

 

8)      Terapia.  Si identificas que las causas de tu irritabilidad tiene que ver con problemas emocionales, o simplemente lo antes mencionado no te funciona, es momento de ir a terapia, ya sea con Psicólogo, Tanatólogo o Psiquiatra.

 

 

viernes, 13 de octubre de 2023

 

Del Libro  “La vaca” de Dr. Camilo Cruz  -  Vaca en los países

 



Espero que estas historias te motiven a deshacerte de tus propias vacas y vivir una vida libre de limitaciones.

 

Vaca Mexicana:  “Yo cargaba con la terrible vaca del  ´no me merezco tener nada´.  Una vaca que había heredado de mi madre.  Mi madre nació pobre, vivió pobre y siempre será pobre.  Mi padre, por el contrario, nació pobre, pero se superó muchísimo, lo cual, como era de esperarse, siempre creó muchos conflictos entre ellos.  Mis hermanos y yo crecimos pensando que lo mejor era no aspirar a tener mucho.  Este año, después de matar la vaca de la pobreza, compré un automóvil, obtuve un crédito para la compra de una casa nueva y estoy considerando iniciar un negocio.  Me aterra pensar que esta vaca me pudo haber mantenido atada a la pobreza toda mi vida”.

 

Vaca Española: “Por alguna razón, siempre creí que el destino era algo que le sucedía a uno y sobre lo cual no tenía ningún control.  Después de leer esta historia he comprendido que soy el dueño de mi destino, que tengo capacidad de elegir en cualquier momento.  Esto me ha permitido ser más tolerante en mis relaciones personales, disfrutar mi presente a plenitud y encarar el futuro con una visión más optimista”.

 

Vaca  Estadounidense:   “Mi vaca era mi buena posición laboral.  Un trabajo que podía ser envidiado por cualquiera.  Lo curioso era que yo ya no sentía entusiasmo por mi trabajo, pero durante un largo año cargué con las siguientes vacas:  ´Pero, si éste es el mejor trabajo´, ´qué más puedo querer´, aquí está mi futuro´.  Pero nada de esto me llenaba y cada vez me sentía más vacía interiormente.  Un buen día, cansada de cargar con estas vacas, decidí renunciar a mi empleo y empezar mis estudios de postgrado, algo que siempre había soñado hacer.  Hoy, estoy aprendiendo inglés y tengo frente a mí un futuro lleno de posibilidades y, por supuesto, me ocupo de continuar matando las demás vacas que van apareciendo en el camino”. 

 

Vaca Japonesa:  “Soy extranjera viviendo en un país extraño para mí.  Uno de mis mayores obstáculos ha sido el no haber dominado todavía el idioma.  Algunas personas a mí alrededor me dicen que ya es tarde para aprenderlo y que, dada esta limitante, lo mejor es trabajar en lo que sea para sobrevivir.  Después de leer el libro me doy cuenta que yo acepté esta vaca por no llevarle la contraria a mis mayores y por evitar problemas con mi familia.  Esta historia es una joya que me ha ayudado a reflexionar mucho acerca de cómo sacar a relucir la persona que en verdad soy.”

Vaca Puertorriqueña:  “Curiosamente mi vaca – el alcoholismo de mi padre – no era en realidad mía.  Podríamos decir que era una vaca adoptada.  Sin embargo, este vicio de mi padre me había hecho crecer con muchos complejos.  Siempre lo culpé a él por mis fracasos.  Afortunadamente me di cuenta a tiempo que el único responsable por mi vida soy yo.  Decidí asumir esa responsabilidad, dejar de buscar culpables por mis caídas y salir tras mis metas”.

Vaca Ecuatoriana:  “Yo era de las personas que solía decir:  ´Fumar no me hace adicta, yo este mal hábito lo dejo cuando quiera, lo que pasa es que no he tomado la decisión de dejarlo, eso es todo´.  Esa era mi vaca.  Pero no era así.  La verdad es que todos los días encontraba una excusa para no hacerlo.  Después de leer esta historia entendí que la vaca del autoengaño me estaba proporcionando la falsa idea de que yo tenía el control.  Afortunadamente, encontré la fuerza necesaria para dejar esta adicción y ya llevo un par de meses sin fumar” 

Vaca Venezolana:  La vaca de la falta de tiempo, es sin lugar a dudas, una de las más comunes.  “Yo encontraba que siempre que debía hacer algo importante y no lo hacía, afirmaba que era por falta de tiempo.  Esta vaca me robó un gran número de oportunidades que me pasaron de largo.  Maté mi vaca aprendiendo a planear y programar bien el día.  De esta manera realizo todo aquello que deseo y necesito hacer.  Como resultado de esta decisión, hoy gozo de la paz interior y la tranquilidad de saber que he llevado a cabo aquellas actividades prioritarias en mi vida”.

Vaca colombiana:  “Mi vaca era bien específica: ´¡Yo no sirvo para las ventas! Soy ingeniera: eso fue lo que estudié y en lo que siempre me he desempeñado´. Esta vaca no había sido mayor problema en mi vida hasta que se presentó una excelente oportunidad en el departamento de ventas de la empresa donde trabajaba.  Sin embargo, hablé con el gerente de la empresa y le dejé saber que estaba dispuesta a aprender lo que fuera necesario.  Y a pesar de mi inexperiencia en el área comercial, acepté el reto de esta nueva posición.  Hoy, no sólo he descubierto que soy excelente para las ventas, sino que creo que encontré mi verdadera vocación”.

 

Recuerda que lo único que tienen en común todas las vacas a las cuales nos hemos referido en este capítulo es que perpetúan el conformismo y te mantienen atado a una vida de mediocridad.  Matar tus vacas comienza por eliminar todas estas expresiones de tu vocabulario y sobre eso tú tienes control absoluto.  Es tu decisión.

 

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viernes, 6 de octubre de 2023


Del libro “Comienza siempre de Nuevo” de Jorge Bucay

 



Había una vez un rey muy poderoso que vivía muy triste y tenía un criado que parecía estar siempre muy feliz.  Todas las mañanas despertaba al rey y le llevaba el desayuno, cantando alegres coplas de juglares. En su cara se dibujaba  una gran sonrisa. El rey lo miraba complacido y con no poca sorpresa, ya que su actitud ante la vida era siempre así, serena y alegre. 

Un día, sin ningún motivo aparente, la complacencia y sorpresa real se transformaron en envidia y el monarca mandó llamar a su sirviente para exigirle que le contara el secreto de su alegría.  Al paje jamás se le ocurriría mentir, así que, con toda sinceridad, contestó que no había tal secreto. 

– Es que no tengo razones para estar triste, Majestad – se animó a decir –. Su alteza me honra permitiéndome atenderle.  Tengo a mi esposa y a mis hijos viviendo en la casa que la corte nos ha asignado.  Nos visten y nos alimentan. Si Alteza me premia de vez en cuando…  ¿Cómo podría quejarme?

Sin poder comprender lo que sucedía, el soberano despidió, casi enojado, al paje.  ¿Cómo podía ser feliz viviendo de prestado, usando ropa vieja y alimentándose de las sobras de los cortesanos? Cuando se calmó, llamó al más sabio de sus consejeros, le explicó la conversación que había mantenido y le pidió una explicación.

– Lo que sucede, Alteza, es que él está fuera del círculo del 99.

– El círculo del 99 … – repitió el rey–.  ¿Y eso lo hace feliz? – preguntó.

– No. Eso es lo que no lo hace infeliz. Sobre todo porque nunca ha entrado.

– Necesito saber qué círculo es ése – dijo el rey.

– Solamente podría entenderlo si me dejara mostrárselo con hechos, dejando que su paje entre en el círculo del que hablamos.

– Habrá que engañarlo – acotó el rey.

– No hará falta – dijo el sabio, sin pretender hacerse el intrigante – Si le damos la oportunidad, entrará por su propio pie.

– ¿No se dará cuenta de que eso significará su infelicidad? – inquirió el rey.

– Sí, Majestad, pero aun así, entrará en el círculo tóxico para siempre.

 

Esa noche, según el plan, el sabio fue a buscar al rey. Le había pedido que trajera una bolsa de cuero con noventa y nueve monedas de oro. Ni una más ni una menos.  Se dirigieron hacia los patios del palacio y buscaron un escondrijo junto a la casa del sirviente.

 

Al alba, ataron la bolsa de cuero en la puerta, golpearon con fuerza y volvieron a esconderse.  Desde allí observaron como el paje salía, veía la bolsa, la agitaba y la apretaba contra su pecho.  Luego, mirando hacia todos los lados para comprobar que nadie observaba, volvió a entrar en su casa.  Desde fuera, los espías oyeron cómo el criado trancaba la puerta y se asomaron a la ventana para observar la escena. El hombre había tirado al suelo todo lo que había sobre su mesa, excepto una vela.  Se había sentado y había vaciado el contenido del saco.  Sus ojos no podían creerlo. ¡Era una montaña de monedas de oro! El paje las tocaba y las amontonaba. Las acariciaba y hacía que la luz de la vela brillara sobre ellas. 

Jugando, empezó a hacer montones mientras sumaba: diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta, sesenta… Así, hasta que formó el último montón… ¡Ése tenía solamente nueve monedas!  Su  mirada recorrió la mesa buscando la que parecía faltar.  Después, miró por el suelo y, finalmente, en la bolsa.  Puso el último montón al lado de los otros y vio que era más bajo.

– ¡Me han robado! – gritó por fin – ¡Me han robado una moneda!  ¡Malditos! 

Él, que nunca había tocado una moneda de oro en su vida, él, que había recibido una montaña de ellas como regalo inesperado: él, que tenía ahora en sus manos esa fortuna enorme, sentía que le habían robado. 

El rey se asombró al comprobar que, por primera vez, el paje no sonreía.  Una vez más volvió a buscar por todos sitios la moneda, pero no la encontró.

– Cien es un número completo – se repetía, mientras, dese la mesa, el décimo y desigual montoncito de monedas parecía burlarse de él, recordándole que “solo” había noventa y nueve. El rey y su asesor miraban por la ventana, confirmando lo que el sabio anunció que pasaría. 

El sirviente guardó las monedas en la bolsa y, mirando hacia todas partes, escondió la bolsa entre la leña.  Después, tomó papel y pluma y se sentó a hacer cálculos: ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar para conseguir su moneda número cien? Hablaba solo, en voz alta.  Estaba dispuesto a trabajar duro para obtenerla.  Después, no necesitaría volver a trabajar.  Con cien monedas de oro, un hombre es rico.  Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra, en once o doce años podría conseguir la preciada moneda.

“Doce años es mucho tiempo”, pensó.

Quizá su esposa podría trabajar en el pueblo durante un tiempo. Él mismo podría trabajar, después de terminar su tarea en palacio. Hizo cuentas: sumando su trabajo en el pueblo y el de su esposa… en siete años podrían reunir el dinero.  Quizá pudieran vender en el pueblo las sobras de comida… De hecho, cuanto menos comieran, más cantidad podrían vender.  ¿Para qué querían tanta ropa de invierno? Estaba haciendo calor. ¿Para qué tener más de un par de zapatos? Era un sacrificio, pero en cuatro años conseguiría la moneda número cien y podría volver a ser feliz.

 

El rey y el sabio regresaron al palacio. En los meses siguientes, el paje llevó adelante sus planes, arruinando su vida, tal como el sabio había predicho.  No pasó mucho tiempo.  El rey terminó despidiendo al sirviente. No era agradable tener a un paje que siempre estaba malhumorado.

 

                Tú, yo, y la mayoría de nosotros, hemos sido educados en la creencia de que la felicidad llegará cuando podamos acceder a “eso” que nos falta… como si siempre nos faltara algo para estar satisfechos. De más está decir que la sociedad de consumo se ocupa de perfeccionar la trampa, haciéndonos saber aquello a lo que deberíamos aspirar si queremos ser felices:  un cuerpo espectacular, una salud perfecta, la juventud eterna, el amor incondicional… En épocas en las que deberemos volver a aceptar algunas limitaciones (especialmente económicas), sería bueno no sobrevalorar lo que nos falta para no despreciar lo que tenemos.  Reconocer que, como en el cuento, las noventa y nueve monedas son ya un tesoro.  Sin quererlo, sin forzarlo, sin pensarlo, sin planearlo, este cambio será capaz de volvernos más serenos, más agradecidos, más solidarios y seguramente, también más felices.

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jueves, 28 de septiembre de 2023

Del libro “Los cinco ladrones de la felicidad” de John Izzo

 

Del libro “Los cinco ladrones de la felicidad” de John Izzo

 

El control  (Intentamos controlar el pasado y el futuro, en vez de vivir el presente)

La arrogancia  (en vez de pensar que me deparará el día de hoy, preguntar ¿qué puedo ofrecerle hoy al mundo?)

La codicia  (en vez de compararnos, valorarnos y agradecer lo que tenemos)

El consumismo  (eliminar el “sería feliz si…”  y elegir la satisfacción y felicidad ahora)

La comodidad  (Cambia tus rutinas. Intenta una o dos cosas nuevas cada semana)

 

 

Treinta días para expulsar a los ladrones

 


 


Probablemente ya te habrás dado cuenta de cómo cada uno de estos ladrones nos roba la felicidad, y deseas vivir sin que te controlen. Pero ¿cómo puedes conseguirlo? Es importante saber que deshacerse de estos patrones mentales es como desarrollar cualquier otro hábito: requiere tiempo, disciplina y planificación.

Puesto que pocos podemos comprometernos a algo a largo plazo de forma imprevista, te recomiendo un sencillo plan de 30 días para echar de tu casa a los ladrones. Tendrás que comprometerte a realizar tres sencillas prácticas que no te exigirán más de 15 minutos al día.  Puede que transcurrido este plazo no hayas conseguido expulsar del todo a los ladrones, pero habrás avanzado mucho en el entrenamiento mental para la felicidad.

En primer lugar, comprométete a usar los cinco mantras de este libro repitiéndolos cada día. Te aconsejo que los recites cuando te levantes y que los vuelvas a repetir antes de acostarte:

Elijo estar en el momento presente y aceptar las cosas tal como son. La felicidad no está en el resultado que busco.

Estoy conectado con todo lo que es, y si puedo contribuir al bien de la totalidad, la felicidad me encontrará a mí.

La vida no es una competición. Voy a dar gracias por lo que tengo y por quien soy. Celebraré el éxito de los demás, pues cuando me alegro por otros, soy feliz.

Puedo elegir la felicidad y la satisfacción ahora. Son un producto de mi mente, no el resultado de lo que está sucediendo. Ahora elijo la felicidad.

No soy mis patrones. El hecho de que éste sea mi canal habitual, no significa que todavía me sirva. Puedo elegir otro camino.

 

Concéntrate cada día en uno de estos mantras. Por ejemplo, si eliges concentrarte durante todo el día en vivir el momento presente, detén cualquier preocupación por el futuro o lamento por el pasado en cuanto se manifieste y sustitúyelo por el mantra.  Si te das cuenta de que te estás resistiendo a algo que está sucediendo y que no puedes cambiar, repite el mantra. Puede ser un atasco de tráfico, que la lluvia te haya obligado a suspender el partido de golf o que tu pareja no quiera hacer lo mismo que tú. Simplemente acepta las cosas tal como son en cada momento.

La segunda práctica es escribir un diario de gratitud durante los 30 días. Piensa cada día en tres cosas por las que puedas dar las gracias. Comprométete, y proponte hacerlo siempre a la misma hora, ya sea al levantarte y reflexionar sobre el día anterior o antes de acostarte. Luego elige a diario a alguien que conozcas y escribe algo que te gustaría que le sucediera en su vida para celebrarlo con él. Esta práctica puede ser especialmente poderosa si eliges algo que, de algún modo, envidias o codicias.

La tercera y última práctica es dedicar todos los días unos minutos a preguntarte: “¿Ha aparecido hoy alguno de los cinco ladrones?” Permite que el conocedor identifique el patrón para que pueda atraparlo la próxima vez. Quizás el mero hecho de saber que vas a hacerte esta pregunta al final del día, signifique que te vas a dar cuenta justo en el momento en que aparezca.

Haz estas tres prácticas durante todo un mes. Comprobarás que tu felicidad aumenta cuanto más entrenas tu mente a estar abierta a ella.

 

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Del libro “Cómo hacer que te pasen cosas buenas” de Marian Rojas Estapé

 

 

Del libro “Cómo hacer que te pasen cosas buenas” de Marian Rojas Estapé  - Traza un plan

 

 

DEJA TU CORAZÓN VOLAR, TRAZA UN PLAN DE ACCIÓN Y EJECÚTALO.

 



El proyecto de vida parte de tener un foco donde agarrarse y apoyarse.

Ten un plan, sé realista y sal a buscarlo. 

Decía al inicio del libro que pocas cosas han hecho tanto daño como la frase “llegará cuando menos te lo esperes”.  Esto nos lleva a una actitud pasiva, a la espera, muy peligrosa… quizá nunca llegue nada. 

¡No tengas miedo a ilusionarte, a imaginar algo grande, trazar un plan y llevarlo a cabo!

Tener un plan conlleva la satisfacción personal de ser capaz de paladear los diferentes logros o hitos que se van alcanzando.

Ahí, en esos pequeños pasos, radica la verdadera felicidad. ¡No en obsesionarse con una meta!

Es fundamental saber reconducir los planes según las circunstancias…, si no uno puede acabar profundamente frustrado ante el fracaso. 


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