jueves, 27 de septiembre de 2018

Del Libro “Cómo curar un corazón roto” de Gaby Pérez Islas


Del Libro  “Cómo curar un corazón roto”  de Gaby Pérez  Islas





De 9 a 11 años

Los chicos a punto de entrar a la adolescencia son especialmente sensibles a estos temas.  Lo entienden y captan todo, es imposible tratar de ocultarles algo.  Pareciera que lo huelen y es mejor hablarles claro y con la verdad.  El tratar de excluirlos de los que está pasando les crea ansiedad y confusión.  Ellos resienten el que se les haga a un lado, pues lo interpretan como falta de confianza en su capacidad para integrarse y apoyar a la familia.  Debemos, sin embargo, ser muy cautelosos, ya que es una etapa de autoconocimiento e introversión, especialmente frente a otros adultos de no tanta confianza.

Las noticias deben dárseles en privado para que no frenen sus sentimientos.  Recibir demasiada atención en velorios y funerales les resulta abrumador y tienden a encerrarse en sí mismos.  Recordemos que ellos no quieren ser diferentes al resto, no quieren ser el que se le murió el hermanito o el que secuestraron a su papá y ser señalados por ello.
Esta es la época que mayormente recordamos cuando de adultos revisamos nuestra niñez.  Es cuando empiezan a formarse las pandillas y verdaderos grupos de amistad.  Al sufrir una pérdida, el joven tal vez no quiera comunicarlo a sus amigos, porque no quiere que sientan lástima por él o ella, pues teme no ser aceptado.

Aquí necesitan nuestro apoyo para asegurarles que sus amigos le brindarás su amistad, no se burlarán de ellos y explicarles que no tiene nada de malo sufrir una pérdida.  Todos estamos expuestos a ello en un momento dado.
Pareciera que no necesitan tanto afecto y demostraciones de cariño, pues si antes eran cariñosos, ahora se han vuelto un poco fríos.  Esto es falso porque, tras esa aparente indiferencia, siguen necesitando nuestro contacto físico, besos, abrazos y alguien que emocionalmente los rescate cuando se sienten perdidos.  Un hijo nunca es demasiado grande como para no caber en los brazos de su padre y ser consolado por él.
Mantén una respetuosa pero siempre afectiva distancia con ellos.  Necesitan experimentar su independencia.
A esta edad podemos trabajar con los chicos la importancia de decir adiós, de que se despidan de su ser querido si hay la posibilidad de que muera, pero también enseñarles que hay que demostrarle nuestro afecto todos los días a quienes amamos e ir a la cama cada noche con las cuentas claras con ellos.

Si existe una idea macabra y aterrorizante de la muerte, esta es la edad perfecta para cambiar esa imagen y reprogramarlos en la naturalidad de dicho acontecimiento.  Ya tendrán conocimientos de biología y ciencias, y entenderán mucho mejor todos estos procesos.  Pero seguirá siendo vital la congruencia entre lo que les decimos y lo que ellos ven que nosotros hacemos.
Al ser partícipes de lo que ocurre, podrán opinar y ser consultados hasta cierto límite en cosas como qué pasará con los objetos del ser querido, qué tanto van a contar a los demás, etcétera.  Inclusive pueden pedir quedarse con algo que les sea significativo.

Algo importante es que si no conoces la respuesta de lo que los niños te pregunten, no la inventes, reconoce que no la sabes e investíguenlo ambos.  El duelo y el dolor vivido juntos une para siempre;  en cambio, cuando cada quien vive su duelo a su manera y por separado, en aislamiento, la muerte crea resentimientos y corajes.

Los siguientes puntos pueden ayudarte a que la comunicación fluya con tus hijos:
      ·         Escúchalos y préstales total atención.
      ·         Pon en palabras sus sentimientos (lo que ellos están sintiendo y tal vez no saben expresar).
      ·         No estés constantemente cuestionándolos, culpándolos o aconsejándolos.
      ·         Invítalos a explorar sus propios pensamientos y sentimientos.
      ·         No siempre seas lógico, concédeles en la imaginación lo que no puedes darles en la realidad.  Por ejemplo:  “Mamá, quiero que mi papá vuelva, que no esté muerto”.  “Hijo, desearía tener una varita mágica y volverlo a la vida” o bien,  “Sería maravilloso que eso pudiera darse”.
      ·         Únete a sus deseos, aunque sea por una sola vez.  Eso no los confundirá, únicamente se sentirán más cercanos a ti.  Tampoco vuelva los sueños una meta o una oración, vivan su realidad un día a la vez.

  
.

lunes, 24 de septiembre de 2018

Del Libro “Cómo curar un corazón roto” de Gaby Pérez Islas


Del Libro  “Cómo curar un corazón roto”  de Gaby Pérez  Islas




De 5 a 8 años

Es increíble lo que los niños han avanzado a esta edad, son adorables.  Los berrinches  (si se han manejado bien) desaparecen y cada vez son más cooperativos, inquietos y activos miembros de la familia.  Son sumamente perceptibles a los mensajes no verbales que solemos transmitirles.  Si por ejemplo decimos:  “No, mi vida, estoy tranquila de que tu abuelito ya murió, porque ya no va a sufrir”, pero nos ven llorar, ausentarnos emocionalmente y cambiar toda nuestra rutina familiar de manera inexplicable y dolorosa, no nos lo van a creer.  “La muerte es algo natural, pero vente a dormir a mi cama para que no me sienta solita” transmite el mensaje de que la muerte es dolorosa, separa y  además es algo de lo que no puede hablarse mucho.  Debemos ayudarles a comprender que las separaciones duelen, que existe un binomio amor-sufrimiento porque quien ama se compromete y eso es dar una parte de ti al otro que, cuando se va, te va a hacer mucha falta.  La ausencia duele.

Al final de esta etapa de desarrollo aparecen en casa los videojuegos y todos esos pasatiempos electrónicos que dan una idea equivocada a los niños de lo que es la muerte.  En primera se juega a matar, lo cual debería de cuestionarse por el nivel de agresión en nuestra sociedad y en segunda se le da un carácter de reversible a la muerte.  Acabé contigo, pero el siguiente encuentro lo empiezo de nuevo y ahí estás.  En la vida real no puede simplemente reiniciarse el juego.  La muerte es definitiva e irreversible.
Los medios de comunicación son otra vía por la cual los niños se enteran de la muerte.  Los noticieros están llenos de ella y es imposible tratar de protegerlos de cualquier noticia que implique muerte o destrucción.  Es mejor escuchar sus dudas e inquietudes, darles definiciones de las palabras que ellos escucharán y que tal vez son nuevas en su vocabulario:  secuestro, abuso, crimen organizado, etcétera.

Un niño que guarda silencio ante la muerte de un familiar no es que no le haya afectado el acontecimiento, es tal vez que está asustado y que hay que invitarlo a hablar al respecto.
Existen muchas técnicas para que el niño o la niña se sienta en confianza y pueda ir hablando de lo que le preocupa o duele.  Esto generalmente se hace por medio del juego, el dibujo o usando títeres o muñecos que representen a los personajes de su propia familia.
No conviene presionar, alzar la voz o condicionar regalos o paseos para conseguir que el niño ventile sus emociones.  Se debe ir paso a paso, ganándose su confianza y mostrándole verdadero interés en su situación.



.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Del Libro “Cómo curar un corazón roto” de Gaby Pérez Islas


Del Libro  “Cómo curar un corazón roto”  de Gaby Pérez  Islas




De 1 a 4 años

Esta es sin duda una de las etapas más tiernas e inolvidables en la vida de una persona.  La búsqueda principal es la independencia, ya que va a comenzar con el desplazamiento y cada vez se podrá alejar más de sus padres y explorar y descubrir el mundo.
En los dos primeros años de esta etapa, que Jean Piaget denominaba sensomotora, la pérdida de un ser querido no daña tanto a los niños, pues para ellos no existe lo que no entra en sus sentidos y como no lo ven lo les hace falta.  El daño viene después, con los años y la necesidad que siempre tendrá del apoyo y consejo de esa persona significativa.  También hay daño en el cambio de actitud de todos hacia él; la desatención o los cuidados en exceso que no se hubieran dado sin la muerte de esa persona van determinando qué temperamento y qué debilidades tendrá ese pequeño.  En esta primera etapa existe poca comprensión de la muerte.  A los ocho meses pasan por un periodo de angustia de separación, pero la permanencia del objeto (mamá en este caso) les va haciendo superar ese momento.

En su búsqueda por pertenecer al mundo de los adultos, los niños muchas veces imitan las actitudes de los grandes.  Así pues, bien valdría la pena sumergirnos en nuestro pasado para identificar cuál fue nuestra propia escena y mito, repasar cómo lo vivimos y cómo ahora, con conocimientos y madurez, podemos cambiar nuestra postura ante la muerte.
Los celos son muy comunes en esta etapa de la vida, hay un enamoramiento de mamá si se es niño y de papá si se es niña.  Estos complejos de Edipo y Electra, según la teoría psicoanalítica, los lleva muchas veces a desear que su padre o madre desaparezcan para ellos ocupar su lugar en la pareja.  Esto es parte normal del desarrollo y es conocido como identificación con el mismo sexo y apego al sexo opuesto.
Si en este proceso de desarrollo emocional y afectivo sobreviniera la muerte de uno de los padres, habría que manejar la culpa en estos pequeños, pues dentro de su omnipotencia imaginaria creen que si su padre falta es porque ellos lo provocaron.  Claro que no tienen la capacidad de lenguaje y pensamiento para expresarlo como tal, pero nosotros como adultos debemos confrontarlos con esto, poner sus sensaciones en palabras y aclararles que no hay culpables, es parte de la vida, y si el deceso fue por una enfermedad, explicarles a su nivel cómo el cuerpo de esta persona querida se enfermó y debilitó, y por ende murió, no a causa del deseo de nadie.

… Cerca de los cuatro años comienzan las pesadillas más elaboradas y vuelven los terrores nocturnos que llegaron a presentarse de más pequeños.  Una actitud abierta y límites claros permiten al niño un desarrollo adecuado.
Si esta etapa coincide con la muerte de un hermano o un padre, no es momento de cambiar hábitos de sueño y mandar al pequeño a dormir en la cama de los padres o en la misma que otro hermano.  Es tiempo de reforzar que su casa es un lugar seguro y no hay por qué temer.  Recordemos aquí lo que se expuso en la introducción acerca de no decirles a los niños que la muerte es como dormir, porque lógicamente el miedo a cerrar los ojos se vuelve mucho más intenso.

Los libros nos ayudan mucho en este momento, pues los niños sienten fascinación por las figuras grandes y coloridas, y las pequeñas historias que semejen en algo a su vida cotidiana.
Existen libros de cuentos que hablan sobre qué pasa cuando se muere alguien que queremos.  Lo relevante  aquí es la empatía que el chico pueda sentir con el personaje de la historia y ver qué salida le dio él a sus emociones.
Cabe mencionar que si alguno de los padres se ha llevado al pequeño a dormir a su cama es también porque el mismo adulto no quiere enfrentar lo doloroso de un lado vacío de la cama.  Si ya lo han hecho, no se preocupen, empiecen paulatinamente a regresar al niño o niña a su cama, primero los fines de semana, luego desde el viernes y así, poco a poco, hasta que dormir en el lecho paterno se convierta en lo extraordinario y no en la norma.
Recomiendo ampliamente acudir a librerías especializadas para niños, solicitar libros de estos temas y empezar a formar una biblioteca en casa, donde pueda recurrirse a esta biblioterapia tan sencilla y educativa.

En relación con la muerte y los niños, no debemos perder de vista que los chicos sí viven el duelo.  No por ser pequeños dejan de experimentar este proceso, es algo que registran y sufren por ello.  Evitarles o al menos tratar de evitarles  sufrimientos, al no involucrarlos directamente en el tema, solo inhibe sus preguntas, que son lo más sano y la manera socrática de aprender.
A esta edad, los niños quieren saberlo todo y se preguntan todo.  No se conforman con que “lo que empieza debe terminar”, quieren saber cómo se siente estar muerto, cómo se ve un cadáver, a dónde van los muertos y en los casos en que se use la religión o la fe para dar explicación a estos fenómenos, se preguntan también por qué Dios se lleva a las personas.

Por dura que pueda parecernos esta pregunta, la respuesta no es: “Niña, no digas eso”.  Si nosotros mismos no la sabemos, podemos consultarla con un sacerdote que tenga experiencia en misas para niños y el trato con ellos.  Su orientación y consejo serán muy oportunos, como lo serían los de un pastor, un rabino o cualquier guía espiritual.



.

sábado, 8 de septiembre de 2018

Del Libro “Los cinco ladrones de la felicidad” de John Izzo




Del Libro  “Los cinco ladrones de la felicidad”  de John Izzo

Primer ladrón:       El control
Segundo ladrón:   La arrogancia
Tercer ladrón:       La codicia
Cuarto ladrón:      El consumismo
Quinto ladrón:      La comodidad



El quinto ladrón es el más sutil de todos.  Nos gusta la comodidad porque hace que nos sintamos seguros y porque es eficaz, pero estos mismos hábitos de comodidad debilitan los cimientos de nuestra felicidad.  Es la capacidad de sorprendernos, no la rutina, lo que nos aporta vitalidad.  Cuando controlemos al caballo, tomemos las riendas y alteremos el curso de los hábitos que una vez nos presentaron su servicio, podremos encontrar nuevas formas de vivir en el mundo que sean realmente útiles.   La especie humana cabalga sobre el caballo del hábito que se encamina hacia la destrucción de su entorno y que está creando una sociedad que no beneficia a todos.  Un nuevo mundo nos está esperando, pero sólo cuando desterremos a este ladrón y reconozcamos lo que realmente es.

Cuatro formas de alejar al quinto ladrón
·         Comprométete a intentar una o dos cosas nuevas cada semana.  Cambia tus rutinas, desde ir por otro camino a tu trabajo hasta tener una cita diferente con tu pareja un viernes por la noche.  Proponte aprender cosas nuevas:  es bueno para tu salud mental y física.
·         Observa los patrones básicos de comodidad de tu vida.  ¿Qué acarreas de tu pasado que ya no se adapta a tu vida actual?  Identifica un patrón importante y trabaja dos meses en él;  observa cómo se manifiesta y elige ir en otra dirección.
·         Ten presente que puedes cambiar tus viejos hábitos.    Enfréntate a cada hábito que ya no te sirva.
·         Es sociedad, iniciemos nuevas conversaciones sobre cómo vivir en armonía con la naturaleza, controlar los excesos del capitalismo y pensar en otras formas de solventar nuestras diferencias.

Mantra
No soy mis patrones.  El hecho de que éste sea mi canal habitual no significa que todavía me sirva.  Puedo elegir otro camino.



.

Del Libro “Los cinco ladrones de la felicidad” de John Izzo


Del Libro  “Los cinco ladrones de la felicidad”  de John Izzo

Primer ladrón:       El control
Segundo ladrón:   La arrogancia
Tercer ladrón:       La codicia
Cuarto ladrón:      El consumismo
Quinto ladrón:      La comodidad




El último ladrón – la comodidad – es muy insidioso.  De hecho, a simple vista puede parecernos que más que un obstáculo es un motivo de felicidad.  Este ladrón es como una persona apática sentada en un sofá con el mando a distancia de la televisión en la mano.  Quiere que veas siempre el mismo canal, en la misma posición cómoda, estancado en una rutina que no alienta la vida.  No le preocupan las consecuencias de esta rutina, aunque el canal que estás viendo ya no te interese o ya no te sea útil para satisfacer otras necesidades más importantes.
La siguiente historia nos proporciona una maravillosa imagen de cómo somos cuando este ladrón controla nuestra vida.

Un hombre cabalgaba a lomos de un caballo grande que corría a toda velocidad por una pequeña aldea.  El caballo estaba desbocado y parecía que el jinete se fuera a caer en cualquier momento. 
-  ¿A dónde vas?  - le gritó un desconocido.
-  No lo sé, ¡pregúntale al caballo! -  respondió el jinete. 

Cuando este ladrón se adueña de nuestra casa, somos como el jinete que montaba el caballo; vamos con el piloto automático, nos dejamos llevar por las rutinas y los hábitos, que aunque puedan parecernos cómodos, no nos benefician.
… Desde una perspectiva neurocientífica, nuestro cerebro está predispuesto al hábito. La inmensa mayoría de nuestras decisiones las toma nuestro subconsciente.  Esto es muy útil y nos ahorra energía para las decisiones importantes o novedosas, que son las que tomamos con nuestra mente consciente.  Por eso, tenemos una tendencia natural a ir con el piloto automático el máximo tiempo posible.  Como le gusta decir a mi amigo y escritor Marshall Goldsmith:  “Los seres humanos están diseñados para seguir haciendo lo que han hecho siempre”.

Pero aunque nuestro cerebro esté diseñado para la rutina, nos encanta el cambio.  Cada vez que tenemos una experiencia nueva, conocemos a alguien, aprendemos algo, comemos un alimento por primera vez o visitamos un lugar nuevo, recibimos una inyección de sustancias químicas de felicidad en el cerebro.  La razón es muy simple:  tener información nueva significa que puede que tengamos que adaptarnos y nuestro cerebro se pone alerta.


.