Del Libro “Los cinco
ladrones de la felicidad” de John Izzo
Primer
ladrón: El control
Segundo
ladrón: La arrogancia
Tercer
ladrón: La codicia
Cuarto
ladrón: El consumismo
Quinto ladrón: La comodidad
El último ladrón – la comodidad – es muy insidioso. De hecho, a simple vista puede parecernos que
más que un obstáculo es un motivo de felicidad.
Este ladrón es como una persona apática sentada en un sofá con el mando
a distancia de la televisión en la mano.
Quiere que veas siempre el mismo canal, en la misma posición cómoda,
estancado en una rutina que no alienta la vida.
No le preocupan las consecuencias de esta rutina, aunque el canal que
estás viendo ya no te interese o ya no te sea útil para satisfacer otras
necesidades más importantes.
La siguiente historia nos proporciona una maravillosa imagen
de cómo somos cuando este ladrón controla nuestra vida.
Un hombre cabalgaba a
lomos de un caballo grande que corría a toda velocidad por una pequeña aldea. El caballo estaba desbocado y parecía que el
jinete se fuera a caer en cualquier momento.
- ¿A dónde vas?
- le gritó un desconocido.
- No lo sé, ¡pregúntale al caballo! - respondió el jinete.
Cuando este ladrón se adueña de nuestra casa, somos como el
jinete que montaba el caballo; vamos con el piloto automático, nos dejamos
llevar por las rutinas y los hábitos, que aunque puedan parecernos cómodos, no
nos benefician.
… Desde una perspectiva neurocientífica, nuestro cerebro
está predispuesto al hábito. La inmensa mayoría de nuestras decisiones las toma
nuestro subconsciente. Esto es muy útil
y nos ahorra energía para las decisiones importantes o novedosas, que son las
que tomamos con nuestra mente consciente.
Por eso, tenemos una tendencia natural a ir con el piloto automático el
máximo tiempo posible. Como le gusta
decir a mi amigo y escritor Marshall Goldsmith:
“Los seres humanos están diseñados para seguir haciendo lo que han hecho
siempre”.
Pero aunque nuestro cerebro esté diseñado para la rutina,
nos encanta el cambio. Cada vez que tenemos una experiencia nueva,
conocemos a alguien, aprendemos algo, comemos un alimento por primera vez o
visitamos un lugar nuevo, recibimos una inyección de sustancias químicas de
felicidad en el cerebro. La razón es
muy simple: tener información nueva
significa que puede que tengamos que adaptarnos y nuestro cerebro se pone
alerta.
.
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