lunes, 29 de noviembre de 2021

Del Libro “La felicidad ¡Ahora!” de Andrew Matthews - Tranquilidad

 

Del Libro “La felicidad ¡Ahora!” de  Andrew Matthews

 

La Tranquilidad

 



Si preguntaras a tu vecino, “¿Qué le da a usted serenidad?”

Es probable que responda:

“¡Unas vacaciones en las Bermudas!”,

“¡Unos cien mil dólares extra me darían mucha paz!”, o

“¡Un Ferrari me tendría muy contento!”

Sin embargo, viajar y obtener cosas resulta una solución temporal

Digamos que compras un billete de lotería y por un milagro ganas el Ferrari de tus sueños.  Ese día eres feliz.  Al día siguiente comenzarás a decir:  “Si tan sólo pudiera atrapar al punk que me rayó el auto en el estacionamiento”.

La serenidad muy rara vez viene de obtener cosas.  El desear cosas por lo general nos lleva a desear más.  La serenidad comienza al agradecer lo que tienes en este momento.

La  GRATITUD  es  PODER,  y he aquí por qué:

Cuando agradeces lo que tienes, los amigos que están a tu lado, las cosas, atraes más personas y más cosas buenas.

La gente que siempre se queja de lo que NO TIENE, se paraliza.  Los quejumbrosos atraen más quejas.  Es una ley de la vida.  Es difícil entenderla, pero puedes observarla a tu alrededor.  Si nos preocupamos por algo, obtenemos más de eso que nos preocupa.

Por esta razón, todos los maestros espirituales han enseñado la misma lección:

“Empieza por agradecer.  Sé feliz con lo que tienes ahora y más vendrá a ti”.

Es un consejo práctico.

 

EN DOS PALABRAS

Cada vez que pronuncies un “gracias” en silencio, te volverás más sereno y poderoso.

 


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Del libro ”La vocecita” de Blair Singer - Talento

 

Del libro ”La vocecita”  de  Blair Singer


¡Dios te dio un talento, un don que debes utilizar!

 


 

Algunas personas nunca usarán ese don y otras se quedarán cerca de hacerlo, pero las que verdaderamente se acercan a ser quienes son y a hacer lo que deben hacer son las que han logrado acallar esa vocecita distractora; son auténticas.

Sabrás que estás cerca de encontrar tu talento o don especial cuando lo que te ocupa no sólo te proporcione una gran alegría, sino que te ofrezca un mayor número de victorias, cuando sientas que el tiempo desaparece y experimentes una especie de explosión.  Es entonces cuando estarás compartiendo tu don.

Kim White me dijo:  “Blair, tú haces que las personas se sientan bien consigo mismas”.

“¿En serio?”, dije yo.

“En serio”, respondió.

“Yo creí que las enseñaba a vender”, agregué.

“Sí, las enseñas a vender y a formar equipos exitosos, pero en el fondo lo que haces es ayudarlas a sentirse bien consigo mismas por lo que son y por lo grandes que son”.

Me explicó que todos tenemos problemas y asuntos por resolver, pero que dentro de todos nosotros hay un genio, y que mi virtud es ayudar a las personas a descubrir ese genio, sacarlo, trabajar con él e impulsarlo.

Mi primer impulso ante un elogio de esta naturaleza es bajar la vista y decir: “Bueno, no es la gran cosa”.  Es difícil aceptarlo.  ¿Te ha pasado alguna vez que te ofrecen un cumplido y consideras que lo que hiciste no es para tanto y prefieres minimizarlo o cambiar el tema?

Se vale reconocer que eres bueno en algo.  No digo que seas arrogante.  Utilizo esto como ejemplo de lo que me dijeron cuando yo estaba pasando por un momento muy difícil.  Aquella presentación era frente a ocho mil personas.  En el mismo foro iban a presentarse maestros e ídolos míos a quienes respeto profundamente.  Había empezado a compararme con ellos y a pensar cosas como:  “¡No sé si tengo tanto que ofrecer como ellos!”

Kim me dijo: “Cuando empiezas a compararte con otro es como si te partieras por la mitad, y con ello pierdes la mitad de tu capacidad para compartir tu don”.

Al principio no entendí a qué se refería, pero continuó:  “Piénsalo.  Cuando te comparas con otro debes partirte a la mitad porque una mitad de tu cerebro está ocupada con la otra persona y la otra, contigo.  En ese instante reduces a la mitad lo que puedes ofrecer.

¡Dios mío! De repente entendí todo.  ¡Qué descubrimiento tan fabuloso!

Olvídate de los demás y concéntrate en ti.  ¡Con eso tienes bastante!  La mayoría no necesitamos preocuparnos por la competencia, ¡tenemos bastante con la que hay entre nuestro oído izquierdo y el derecho! No necesitamos a nadie del otro lado de la red; nos sobran los problemas en nuestro propio lado.  Estoy seguro de que entiendes a qué me refiero.

Ya tenemos bastante con nuestra vocecita como para preocuparnos también por nuestros competidores;  no necesitamos preocuparnos por nadie más que por nosotros.

 

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Del libro “¡Supéralo! Te adaptas, te amargas o te vas” de César Lozano - Discusión

 

 

Del libro “¡Supéralo!  Te adaptas, te amargas o te vas”  de  César Lozano

 



Tenía yo casi 10 años de casado, con dos hijos pequeños, y un día tuve una discusión muy fuerte con mi esposa.  Me enojé tanto que me fui a la casa de mi madre para quejarme amargamente de todas las razones por las que sentía que mi pareja no me comprendía.

Mi madre, después de escuchar pacientemente, me dijo:  “Un día tú me trajiste a esta casa a esa mujer y dijiste que era el amor de tu vida.  Me dijiste claramente que por fin habías encontrado a alguien que te comprendía y te amaba tal como eras.  Un día decidiste casarte con ella y compartir todo, lo bueno y lo malo, prometiste ante un altar amarla y respetarla todos los días de tu vida.”

Tocándome el cabello agregó:  “Nadie dijo que el matrimonio era fácil y no quiero que vengas a quejarte conmigo de la persona que un día decidió compartir todo contigo.  Te amo mucho y también a ella por ser tu esposa y la madre de mis nietos.  Así que ve y arregla con ella lo que tengas que arreglar.”

¡Ups!  ¿Así o más claro?

La lección que ese día me dio mi madre fue dura pero sincera, directa, clara y contundente.  Hasta el día de hoy resuenan en mi mente sus palabras que me ayudaron a ser responsable de mis actos y a hacerme cargo de mis problemas.

 

En conclusión:

1.-  No permito que una discusión demuestre mi grado de inmadurez.  Aprendo a escuchar y expreso mis opiniones sin alterarme y con ánimo de conciliar.

2.-  Evito a toda costa herir emocionalmente a quien me demuestra sus argumentos o sus carencias.  80% de la gente manifiesta sus carencias emocionales con agresividad.

3.-  Dejo que la gente hable y exprese sus sentimientos.  Esto representa el 30% de un posible acuerdo.  Dejar hablar es fundamental para sentir empatía.

4.-  Procuro expresar lo que pienso sin herir o dañar más la relación.  No busco confrontar ni hacer menos a nadie: busco comunicarme.

5.-  Mi objetivo final:  llegar a acuerdos que convengan a los involucrados; mi capacidad de comunicación debe orientarse a un diálogo franco, abierto y positivo.

 

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Del libro “Educar el carácter” de Alfonso Aguiló - El orgullo

 

Del libro “Educar el carácter” de Alfonso Aguiló




El orgullo

 El orgullo adopta muy diferentes disfraces.  Si lo buscas dentro de ti, lo hallarás por todas partes.  Sin embargo, cuida de no utilizar esos descubrimientos para desalentarte.

El orgullo te afecta en tu propia casa.   Una mirada autocrítica a tu vida familiar revelará muchas áreas en que el orgullo la ha empobrecido y te ha llevado por un camino equivocado.  Pongamos ejemplos:

·         Marido que interrumpe a su esposa – o viceversa- y no escucha lo que le dice, como si sus propias opiniones fueran las únicas que merecen ser tenidas en cuenta.

·         O la madre que no quiere corregir a su hijo por temor a perder el afecto del niño.

·         O el marido que llega tarde a cenar y no avisa porque es él quien manda.

·         O el hijo consentido que se queja continuamente de la comida.

Más ejemplos en la vida diaria:

·         Estás dando vueltas en busca de aparcamiento en el centro de la ciudad, cuando alguien te corta el paso y ocupa el espacio libre que tenías delante.  Te pones furioso, le increpas, te embarga una ira desproporcionada.

·         O llegas a la oficina y entregas a tu secretaria el trabajo bruscamente y le das órdenes de forma desconsiderada y altiva, sin dar las gracias ni mostrarte amable.

·         O eres médico o abogado, y un cliente acude a ti con un problema y resulta que es un poco premioso, te impacientas con él y le apabullas con la jerga médica o jurídica.

·         O estés en la cola, a la espera de hacer una compra, y a una anciana que tienes delante le resulta difícil contar el dinero; te mueves con impaciencia y suspiras sonoramente con exasperación.

 

-Pones ejemplos que me pueden valer a mí, pero por que no son para los hijos.

Sí que valen, porque en la medida en que tú erradiques el orgullo de tu vida, desaparecerá de la familia y tendrá menos arraigo en tu hijo adolescente.  Piensa que:

EN UNA GRAN PARTE DE ESTOS EJEMPLOS

LOS HIJOS SON ESPECTADORES,

Y ES ENTONCES CUANDO VAN FORMANDO

SUS CRITERIOS DE CONDUCTA

  No te estoy hablando simplemente de cuidar los modales.  Piensa en cuál es tu forma de pensar acerca de ti y de los demás:

·         Cada vez que actúas con superioridad o humillante condescendencia para con los demás, has caído en el orgullo.

·         Cuando increpas a un conductor un poco torpe, criticas a tu cónyuge o tratas a un camarero como si fuera un esclavo, agredes la dignidad de alguien que la merece toda.

·         Cuando parece que disfrutas diciendo que no porque te das así aires de mucho mando, o cuando produces actitudes serviles ante ti, degradas a las personas y te degradas a ti mismo.

·         Cuando – quizá incluso siendo pacifista- te olvidas de la paz en tu vida cotidiana, y resulta que eres peleón y encizañador en tu trabajo, intolerante con tu marido o tu mujer, excesivamente duro con tus hijos, despectivo con tu suegra, o áspero con tu portero y tus vecinos, entonces demuestras que ninguna de tus teorías para la paz del mundo tiene sitio en tu propia casa.

 

Son agresiones que demuestran egocentrismo, y los hijos lo ven, y lo asumen casi sin darse cuenta.

Uno a uno, cada uno de estos episodios no significan gran cosa.  Pero cuando el orgullo se hace fuerte en esos detalles que empiezan a acumularse, puede convertirte en un gran deseducador en la familia.

 

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