lunes, 29 de noviembre de 2021

Del libro ”La vocecita” de Blair Singer - Talento

 

Del libro ”La vocecita”  de  Blair Singer


¡Dios te dio un talento, un don que debes utilizar!

 


 

Algunas personas nunca usarán ese don y otras se quedarán cerca de hacerlo, pero las que verdaderamente se acercan a ser quienes son y a hacer lo que deben hacer son las que han logrado acallar esa vocecita distractora; son auténticas.

Sabrás que estás cerca de encontrar tu talento o don especial cuando lo que te ocupa no sólo te proporcione una gran alegría, sino que te ofrezca un mayor número de victorias, cuando sientas que el tiempo desaparece y experimentes una especie de explosión.  Es entonces cuando estarás compartiendo tu don.

Kim White me dijo:  “Blair, tú haces que las personas se sientan bien consigo mismas”.

“¿En serio?”, dije yo.

“En serio”, respondió.

“Yo creí que las enseñaba a vender”, agregué.

“Sí, las enseñas a vender y a formar equipos exitosos, pero en el fondo lo que haces es ayudarlas a sentirse bien consigo mismas por lo que son y por lo grandes que son”.

Me explicó que todos tenemos problemas y asuntos por resolver, pero que dentro de todos nosotros hay un genio, y que mi virtud es ayudar a las personas a descubrir ese genio, sacarlo, trabajar con él e impulsarlo.

Mi primer impulso ante un elogio de esta naturaleza es bajar la vista y decir: “Bueno, no es la gran cosa”.  Es difícil aceptarlo.  ¿Te ha pasado alguna vez que te ofrecen un cumplido y consideras que lo que hiciste no es para tanto y prefieres minimizarlo o cambiar el tema?

Se vale reconocer que eres bueno en algo.  No digo que seas arrogante.  Utilizo esto como ejemplo de lo que me dijeron cuando yo estaba pasando por un momento muy difícil.  Aquella presentación era frente a ocho mil personas.  En el mismo foro iban a presentarse maestros e ídolos míos a quienes respeto profundamente.  Había empezado a compararme con ellos y a pensar cosas como:  “¡No sé si tengo tanto que ofrecer como ellos!”

Kim me dijo: “Cuando empiezas a compararte con otro es como si te partieras por la mitad, y con ello pierdes la mitad de tu capacidad para compartir tu don”.

Al principio no entendí a qué se refería, pero continuó:  “Piénsalo.  Cuando te comparas con otro debes partirte a la mitad porque una mitad de tu cerebro está ocupada con la otra persona y la otra, contigo.  En ese instante reduces a la mitad lo que puedes ofrecer.

¡Dios mío! De repente entendí todo.  ¡Qué descubrimiento tan fabuloso!

Olvídate de los demás y concéntrate en ti.  ¡Con eso tienes bastante!  La mayoría no necesitamos preocuparnos por la competencia, ¡tenemos bastante con la que hay entre nuestro oído izquierdo y el derecho! No necesitamos a nadie del otro lado de la red; nos sobran los problemas en nuestro propio lado.  Estoy seguro de que entiendes a qué me refiero.

Ya tenemos bastante con nuestra vocecita como para preocuparnos también por nuestros competidores;  no necesitamos preocuparnos por nadie más que por nosotros.

 

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