jueves, 18 de octubre de 2018

Damas chinas… Autor desconocido







Damas chinas…  Autor desconocido

El juego de damas chinas es como una filosofía de vida.  Si uno reflexiona sobre las reglas de este juego da en el blanco con las reglas del éxito de la vida.  Debemos aprender a leer los mensajes ocultos. Las reglas son:
1. A veces, una pieza tiene que sacrificarse para ganar otra.
2. Nunca puedes avanzar dos casilleros de una sola vez.
3. Paciencia… Sólo puedes avanzar, nunca retroceder.

Cuando has llegado hasta arriba puedes moverte hacia donde quieras, hacia donde se te de la gana.
La vida es como un juego de damas chinas donde tienes que soltar una cosa para obtener otra. Tienes que avanzar y nunca retroceder, hay ciclos que se acaban tal como se acaban los años.
Lo que hicimos ya no lo podemos deshacer, lo más importante es aprender del pasado, para aprender a jugar en el presente y así, en el futuro movernos con mayor libertad y seguridad.
Cuando uno se da cuenta de que esto es sólo un juego que termina y vuelve a comenzar, aprende a divertirse más y por ende a jugar mejor.

Si al terminar un ciclo quieres ver la luz, no veas lo que termina, observa lo que comienza.



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jueves, 11 de octubre de 2018

Del libro “Tiende tu cama” de William H. McRaven




Del libro “Tiende tu cama” de William H. McRaven




Durante la fase de combate terrestre del entrenamiento, se lleva en avión a los aspirantes a la isla de San Clemente, la cual se encuentra frente a las costas de San Diego en California. Las aguas de San Clemente son un criadero de tiburones blancos. Para aprobar el entrenamiento SEAL hay una serie de largos recorridos a nado que debemos llevar a cabo. Uno de ellos se hace a la medianoche.

Antes del recorrido, los instructores les informan jubilosamente a los cadetes sobre cada especie de tiburones que habita en las aguas de San Clemente. Sin embargo, les aseguran que ningún recluta ha muerto en las fauces de un tiburón, al menos no recientemente.

Pero también enseñan que si un tiburón empieza a nadar a tu alrededor, debes mantenerte firme. No debes alejarte, no debes actuar con miedo. Y si, de casualidad, el tiburón tiene antojo de un bocadillo nocturno y se precipita hacia ti, debes hacer acopio de todas tus fuerzas para darle un golpe en la punta del hocico, lo que ocasionará que se dé la vuelta y se aleje de ti.

Hay un sinfín de tiburones en el mundo. Si tienes esperanzas de finalizar tu recorrido a nado, tendrás que lidiar con ellos.

Si quieres cambiar al mundo, no te acobardes frente a los tiburones.






Del Libro “Cómo curar un corazón roto” de Gaby Pérez Islas



Del Libro  “Cómo curar un corazón roto”  de Gaby Pérez  Islas





De 12 a 14 años

Los jóvenes pasan por un duelo intenso, como todo lo que viven, al enfrentar una pérdida.  No porque los veamos salir o reírse significa que no lo están sintiendo y no les afecta.  Los chicos se ríen, juegan y van a fiestas como una necesidad biológica y emocional;  el juego les da la oportunidad de crecer, simular, resolver y lo necesitan tanto como la comida o la afectividad.
Su duelo es intermitente, a veces están muy, muy bien, y otros días los vemos sumidos en una profunda tristeza.  Debemos estar disponibles para ellos, cercanos; y recordar que en esta etapa la música y los buenos amigos siempre ayudan.  Es muy importante no tener una actitud persecutoria con ellos, sino más bien de estrecha vigilancia.  Si hemos desarrollado un hogar abierto donde los amigos sean bien recibidos y se fomente la convivencia en grupo, tendremos dos barandales importantes de los cuales sostenernos en un momento de pérdida.
Conviene enormemente hablar con los jóvenes sobre el hueco que sentimos en el corazón tras haber perdido  a alguien.  Ese vacío no debe llenarse con comida, alcohol ni drogas.  Simplemente debemos aprender a vivir con él como otros han aprendido a vivir con una bala alojada en la cabeza.

Bernardo, de 14 años, nos habla acerca del tema.
La muerte, para mí, es el fin tanto de tu “espíritu” como de tu cuerpo.  Después de la muerte no hay nada;  quien muere no recordará a nadie y no estará con nadie.  Yo no creo en otra vida ni, mucho menos, en la reencarnación.  Pienso que mis seres queridos que han muerto no están en otro lado, simplemente ya no existen.  Mucha gente para hacer el duelo más fácil dice de la persona muerta:  “está en un lugar mejor”, “ya está con su familia”, “este mundo ya no era el mejor para ella”, “ya está curada”, etcétera.  Pero como ya he dicho, es únicamente un pretexto para pensar que ella sigue aquí.  Yo, en vez de quedarme con una persona en el corazón, la conservo en mis recuerdos y memorias porque ahí estará siempre presente.

Como los animalitos heridos, el adolescente se enconcha para sentir su dolor.  Lo vive de manera solitaria y callada, limitándose mucho a expresar lo que siente a través de lágrimas.  Invitemos a nuestros chicos a llorar con nosotros, a encontrar en hermanos y padres una fuente inagotable de esperanza y apoyo, y no un pozo de silencio donde cada uno de los integrantes deposita su cuota diaria.  Lo que funciona para amortiguar el dolor de la ausencia son las redes de apoyo, pues las cadenas se rompen, pero las redes contienen y soportan.

David frente al alcoholismo de su hermana
Estoy harto de mi casa.  Me revientan todos.  Mi hermana se la pasa en la fiesta y aunque la amenazan y le gritan, nunca le cumplen lo que le dicen.  Ella una vez se tomó unas pastillas para dizque suicidarse y a partir de ahí tiene a mis papás agarrados de las manos.  Le tienen tal miedo que entran a su cuarto dos o tres veces en la noche para ver si está bien.
Yo sí estudio, me porto más o menos bien y conmigo es con quien se desquitan.  Siento un gran peso sobre mis hombros porque yo no puedo fallarles también.
Ella promete que ya no va a tomar y nunca lo cumple.  Yo no sé cómo mis papás pueden creerle, si ni yo le creo.  Pobre, pero la verdad me parece que sí tiene broncas ya con el alcohol y nos está llevando a todos entre las patas.


La vida a veces nos pide perder, soltar, dejar ir, y es solo cuando nos quedamos con las manos abiertas y vacías que podremos recibir de nuevo.
Nadie puede aplaudir o acariciar con los puños cerrados.



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