sábado, 9 de marzo de 2019

Del Libro “Soy mujer, soy invencible ¡y estoy exhausta!” de Gaby Vargas


Del Libro “Soy mujer, soy invencible ¡y estoy exhausta!”  de  Gaby Vargas




VALORA  TUS  CUALIDADES


“¡Qué horror! ¡Mira este cuerpo! – pensamos mientras nos vemos con ojos críticos al espejo – . Qué gorda, qué celulitis, qué chaparra, qué alta, qué blanca, qué morena, qué plana, qué chaparreras…”  ¡Nos choca!  “la herencia maldita”,  así les llama una amiga a esas “bolas” de la cadera.  Hace ejercicio y se cuida;  sin embargo, las bolas siguen ahí. 
La belleza en la mujer, desde siempre, se ha asociado a su valía personal, y pocas mujeres vemos la belleza en nosotras mismas.  Siempre encontramos algo malo.  ¿Algún día estaremos contentas con nuestro cuerpo?
¿Recuerdas que cuando éramos chicas se pensaba que elogiar a un niño o a una niña era echarlos a perder?  “¡Qué fuerte está tu hijo!”  “Si, pero de olor”, contestaba la mamé, frente al joven.  Decir sólo “gracias” como respuesta a un piropo era mal visto.  Crecimos conscientes de nuestros defectos, nunca de nuestras cualidades.

LO QUE PUEDES HACER
Párate vestida frente a un espejo y haz una lista de lo que te gusta de ti y otra de lo que no te gusta.  La lista  NEGATIVA divídela en:  “Puedo hacer algo”  y  “no puedo hacer nada”.  Por ejemplo:

LO QUE ME GUSTA DE MÍ:
·         Piel
·         Cabello
·         Sonrisa
·         Ojos
·         Manos
·         Voz


LO QUE NO ME GUSTA DE MÍ:
PUEDO  HACER  ALGO:
NO PUEDO HACER NADA
*  Peso
*  Edad
*  Flexibilidad
*  Estatura
*  Nariz
*  Tamaño de pies
*  Tono muscular
*  Complexión
*  Estilo de vestir
*  Tez

Nadie es perfecto.  Todas tenemos nuestras cosas.  Cambia lo que está en tus manos; lo que no, ve de qué manera puedes disimularlo o acepta tu realidad.  Al hacerlo, los demás también dejarán de ver aquello que te preocupaba.  Y relájate, la gente relajada se ve más atractiva.
Quizá tome tiempo deshacernos de las viejas voces, las que nos evaluaban; sin embargo, hoy en día, casi todo lo podemos cambiar.  Es cuestión de presupuesto – claro –, de ganas y de acudir al experto adecuado.  Contrata una asesoría de imagen para conocer los colores que mejor complementen tu tono de piel, las telas y texturas que te favorecen.  La inversión vale la pena, porque es para toda la vida.
Haz ejercicio, cuida tu alimentación, toma el control de tu vida.  No importa si ya lo has intentado mil veces.  Vuelve a intentarlo, lo mereces y vale la pena.  Te vas a sentir y a ver muy bien.  Recuerda que nuestro exterior expresa de manera no verbal  lo que hay en nuestro interior;  la autoestima, el estado de ánimo y el respeto que tenemos por los demás. 





Del Libro “Los diez retos” de Leonard Felder…..


Del Libro  “Los diez retos”  de Leonard Felder….. 




Algunos rabinos, pastores, sacerdotes y eruditos han sugerido otra interpretación del Octavo Mandamiento, según la cual ser descortés con alguien, tratar a cualquier ser humano de manera humillante o incluso no responder a un saludo son robos de la dignidad de una persona.  Si alguna vez fuiste receptor de la frialdad o indiferencia de alguien, o si alguna vez estabas de buen talente hasta que alguien te trató como si no existieras, tienes alguna idea de lo que significa que alguien te robe tu dignidad.
Interrumpir a alguien en una conversación es otro tipo de robo de la dignidad.  Sobre todo si la persona que está hablando necesita que la oigan y comprendan, lo abrupto de una repentina interrupción o un sarcástico y humillante “¡Ve al grano de una vez!” puede ser muy hiriente.  En algunas familias hay un miembro que reiteradamente interrumpe a los otros.  En algunas parejas, la incapacidad o poca disposición de una de las dos personas a escuchar con paciencia a la otra puede ser causa de numerosas peleas o incluso de una ruptura.  La frase que se emplea comúnmente para referirse a esta costumbre de interrumpir a la gente en conversación “robarle la palabra”.  No hay condena a prisión ni multa monetaria para ello, pero no obstante, desde un punto de vista espiritual, es un robo.
 Otro tipo de impostura que también es robar tiene lugar con demasiada frecuencia en círculos académicos, literarios, corporativos y creativos, cuando no se reconoce a los coautores, asistentes de investigación e importantes fuentes de información.  Inflar credenciales negándose a reconocer el arduo trabajo y las contribuciones de otros suele llamarse “robarse el mérito”.  Las personas que monopolizan la gloria o dicen ser los creadores de algo que originalmente fue idea de otro, son básicamente ladrones.
Muchos eruditos también señalan que maltratar a las personas que trabajan para uno es como robarles la dignidad.  En su excelente libro sobre cómo tener integridad en la vida laboral, intitulado Ser socio de Dios: cómo encontrar el vínculo escondido entre tu espiritualidad y tu trabajo, Jeffrey Salkin indica que aprovecharse de un empleado, retenerle el sueldo a alguien o no pagarle lo que se merece por su trabajo, es robar.


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