jueves, 30 de julio de 2015

Del Libro “La Caja” de The Arbinger Institute



“Hace aproximadamente un año fui a Dallas a Phoenix en un vuelo sin reservas de asiento.  Había llegado lo bastante pronto como para conseguir una de las primeras tarjetas de embarque.  Mientras nos disponíamos a embarcar, oí decir al auxiliar que el avión no estaba completo, pero que sólo quedarían unos pocos asientos vacíos.  Me sentí afortunado y aliviado de encontrar un asiento de ventanilla, con otro libre al lado, aproximadamente en el tercio trasero del avión.  Los pasajeros que buscaban asientos seguían avanzando por el pasillo, evaluando con la mirada la mejor de las opciones cada vez más escasas.  Dejé el maletín en el asiento vacío, saqué el periódico y me puse a leer.  Recuerdo que miré por encima del borde superior del periódico hacia los pasajeros que se acercaban por el pasillo.  Ante la menor señal del lenguaje corporal indicativa de que se consideraba como una posibilidad el asiento donde estaba mi maletín, extendía más el periódico, procurando que aquel puesto pareciese lo más indeseable posible.  ¿Capta la imagen?
- Perfectamente.
- Bien.  Ahora, déjeme hacerle una pregunta:  a primera vista, ¿qué comportamiento estaba teniendo en el avión?  ¿Cuáles eran algunas de las cosas que hacía?
-  Bueno, para empezar se comportó como una especie de estúpido -  me atreví  a contestar.
- Ciertamente – admitió con una amplia sonrisa -. Pero no me refería exactamente a eso, al menos por ahora.  Quiero decir, ¿qué acciones concretas realicé en el avión?  ¿Qué estaba haciendo?  ¿Cuál era mi comportamiento exterior?
- Bueno, veamos – dije, pensando en la imagen que se había formado en mi mente-.  Estaba ocupando dos asientos.  ¿Es a eso a lo que se refiere?
- Desde luego. ¿Y qué más?
- Pues…. Leía el periódico.  Observaba a la gente que pudiera sentarse a su lado.  Y, a un nivel más básico, estaba sentado.
- Está bien – asintió Bud -.  Veamos ahora otra pregunta.  Mientras realizaba todos esos comportamientos, ¿cómo veía a las personas que buscaban puesto? ¿Qué eran ellas para mí?
- Yo diría que las veía como amenazas, quizá como molestias o problemas o algo así.
- Muy bien. ¿Diría que consideraba el derecho de esas personas a buscar asiento tan legítimo como el mío?
- En absoluto.  Lo que contaban eran sus propias necesidades, mientras que las de los demás eran, en todo caso, secundarias – contesté, sorprendido por mi franqueza -.  Por lo que usted dice, da la impresión de que se consideraba a sí mismo como el amo del lugar.
Bud se echó a reír, evidentemente complacido por el comentario.
- Bien dicho, bien dicho. – Cuando dejó de reír, continuó, ya más serio-.  Tiene razón.  En ese avión, si los demás contaban para algo, sus necesidades y deseos eran mucho menos importantes que los míos.
“Compare ahora esa experiencia con la siguiente, ocurrida hace aproximadamente seis meses.  Nancy y yo viajamos a Florida.  De algún modo, se produjo un error en la asignación de asientos y nos encontramos con que no podíamos sentarnos juntos.  El avión estaba lleno y la auxiliar de vuelo tenía dificultades para encontrar una forma de sentarnos juntos.  Mientras esperábamos en el pasillo, tratando de hallar una solución, una mujer con un periódico doblado apresuradamente se nos acercó desde la parte trasera del avión y nos dijo:  “Disculpen, si necesitan dos asientos juntos, creo que de al lado mío está vacío y a mí no me importaría sentarme en uno de sus asientos”.
- Ahora, piense en aquella mujer.  ¿Cómo diría que nos vio, acaso como amenazas, molestias o problemas?
- En modo alguno.  Parece que los consideró simplemente como personas necesitadas de encontrar asientos contiguos – contesté -.  Probablemente, eso es algo más básico de lo que usted pretendía que contestara, pero…
- No, está muy bien – me interrumpió Bud, que por lo visto deseaba aclarar algo -.  Ahora, compare a esa mujer conmigo.  ¿Dio ella prioridad a sus propias necesidades y deseos como yo había dado a los míos?
- No parece que fuera así – contesté -.  Todo parece indicar que, desde el punto de vista de la mujer y teniendo en cuenta las circunstancias, sus necesidades y las de ustedes tuvieron la misma importancia para ella.
- Correcto – asintió Bud mientras se dirigía hacia el extremo más alejado de la mesa de conferencias -.  Aquí tenemos, pues, dos situaciones en las que una persona está sentada en un avión junto a un asiento vacío, leyendo el periódico de forma ostensible y observando a los demás, que todavía buscan asientos en el avión.  Eso es lo que sucedía en la superficie en cuanto al comportamiento.
Bud abrió dos grandes puertas de caoba situadas en el extremo más alejado de la mesa, hacia mi izquierda, y dejó al descubierto una gran pizarra blanca de material plástico.
- Pero observe ahora lo diferente que fue esa experiencia aparentemente similar para mí y para aquella mujer.  Yo menosprecié a los demás; ella, en cambio, no.  Yo me sentía ansioso, tenso, irritado, amenazado y enojado, mientas que ella no parecía experimentar ninguna de esas emociones negativas.  Yo estaba allí sentado, culpabilizando a los demás que pudieran interesarse por el asiento donde había dejado mi maletín; quizás alguno pareciera muy feliz, otro me mirase ceñudo, otro tuviera excesivo equipaje de mano, otro pareciese un parlanchín, y así sucesivamente.  La mujer, por su parte, no parece que culpabilizara a nadie sino que, al margen de que se sintiera feliz, ceñuda, cargada con equipaje de mano, parlanchina o no, comprendió que nosotros necesitábamos sentarnos en alguna parte.  Y, siendo así ¿por qué el asiento que tenía vacío a su lado, y en este caso incluso su propio asiento, no era nuestro con tanto derecho como suyo? Allí donde yo sólo había visto amenazas, molestias y problemas, esa mujer simplemente vio a dos personas a las que les gustaría sentarse juntas.
La contestación me pareció evidente.
- Sí, estoy de acuerdo con eso – asentí.
- Pues si eso es cierto, yo tenía un gran problema, puesto que no veía a la gente del avión de ese modo.  En aquel momento consideraba que, de algún modo, tenía más derecho o era superior a todos aquellos que buscaban un lugar donde sentarse.  Me había autoproclamado como “el rey del gallinero”, como usted bien dijo, y veía a los demás como inferiores a mí y menos merecedores que yo.  Observe ahora que mi visión, tanto de mí mismo como de los demás, se hallaba distorsionada respecto de lo que, según hemos quedado de acuerdo, era la realidad, es decir, que todos nosotros éramos personas con más o menos la misma necesidad de sentarnos.  Así pues, mi visión del mundo era una forma sistemáticamente incorrecta de ver a los demás y a mí mismo.  De algún modo, consideraba a los demás como menos de lo que eran, como objetos cuyas necesidades y deseos eran secundarios y menos legítimos que los míos.  Era incapaz de ver problema alguno en lo que estaba haciendo.  Me estaba auto engañando o, si prefiere, estaba dentro de la caja.

- “Por su parte, la mujer que nos ofreció el asiento vio la situación y nos vio a nosotros sin prejuicios.  Vio a los demás como lo que eran, personas como ella misma, con necesidades y deseos similares a los suyos.  Vio las cosas directamente, sin tapujos.  Estaba fuera de la caja.

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jueves, 23 de julio de 2015

Del Libro “Y colorín colorado este cuento aún no se ha acabado” de Odin Dupeyron




  

- Tienes miedo a vivir en un mundo sobre el que no tienes control, ¿verdad?
-  Así es, me da miedo no saber qué es lo que va a pasar.
-  Princesa – le dijo el abejorro con gran dulzura. No puedes tener el control sobre todas las cosas, no por ahora que estás enfrentándote por primera vez a la realidad.  Nada es del todo seguro, la vida se debe vivir desafiando constantemente lo desconocido, porque la vida, Princesa Odái, no es estática, va cambiando constantemente.
-  Pero no tengo el valor para afrontar eso.
-  Imagina lo que podría ser tu vida si te atrevieras a cambiar – le dijo el Abejorro entusiasmado.  Imagina todo lo que podrías lograr si tan sólo te atrevieras a moverte.  Imagina todo lo que hay detrás de estas rejas, fuera de este castillo.  Trata de pensar que esta torre, que a veces te protege de lo desconocido, también te encierra y te priva de tu libertad.

La princesa estaba perdida en sus pensamientos, se imaginaba corriendo por los prados, experimentando y haciendo cosas nuevas, soñaba con esa independencia.  Deseaba, como nunca había deseado nada en su vida, ser una princesa libre.
El abejorro susurró:  No sólo sueñes, Princesa, atrévete a serlo – sacudió la cola, movió las alas y un pequeño aguijón apareció.  La curiosidad y el deseo a veces vencen más fácilmente al miedo que el valor – y diciendo esto pinchó la nariz de la Princesa con su pequeño aguijón.
-  ¡¡AUCH!! – gritó el Dragón.  Sentí ese piquete en mi nariz.
La princesa se irguió nuevamente.

Y colorín colorado este cuento aún no se ha acabado….


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jueves, 16 de julio de 2015

Del Libro “Te voy a contar una historia” de Martha Alicia Chávez



Prevención de adicciones….
   Ø  Reglas y Disciplina
   Ø  Comunicación
   Ø  Apoya sus sueños
   Ø  Motívalos reconociendo sus logros y lo que hacen bien
   Ø  Aprende a manejar los conflictos
   Ø  Conoce a los amigos de tus hijos
   Ø  Disfruta a tus hijos
   Ø  Permite que en tu hogar se expresen los sentimientos
   Ø  Información


   Ø Disfruta a tus hijos:

No aproveches cuando los llevas a la escuela para sermonearlos, regañarlos o someterlos a “interrogatorios”.  Utiliza ese tiempo para conversar, reír u observar con ellos la belleza del hermoso planeta en que vivimos, que temprano en la mañana parece tener algo de magia.  Aprendan juntos a reconocer los diferentes tipos de nubes y lo que indican respecto al clima.
Disfruten la hora de comer, en lugar de convertirla en el momento de sacar a relucir los conflictos.  No te conviertas en un padre “introyector de normas”  que olvida la parte emocional.  ¡Disfrútalos!  ¡Crecen tan rápido!  Y luego se van del nido….


   Ø Permite que en tu hogar se expresen los sentimientos:
Hay familias en las que los miembros tienen prohibido expresar sentimientos, o ciertos sentimientos.  Por ejemplo, pueden expresar la tristeza, pero no el enojo;  o el enojo, pero no el amor;  o la alegría, pero no la tristeza, etcétera.  Estos acuerdos, por supuestos, no se hacen verbal y abiertamente, pero todos los conocen.
Permitir que tus hijos expresen sus sentimientos no pone en peligro tu autoridad, al contrario.  Por ejemplo, si tu hijo está enojado porque tiene que hacer determinada cosa, podrías decirle: “Sé que te molesta mucho tener que hacer esto, y te entiendo, a mí también me molesta mucho hacer algunas cosas.  Tienes derecho a estar enojado, pero de todos modos lo vas a hacer”.


   Ø Información: 
Es muy importante tener información real y bien fundamentada sobre adicción, efectos del alcohol y drogas, sexo y sobre cualquier tema de la vida, ya que ésta tiene un gran poder de prevención.  El tratar de prevenir a través del miedo no funciona.  Generar miedo en los adolescentes para mantenerlos lejos de todo lo que pueda dañarles es un gran error.  Recordemos que a ellos les gusta la adrenalina.  Proporcionarles información basada en datos reales, sin satanizar las cosas, es el mejor camino.  Y, por supuesto, para poder informarles tenemos primero que estar informados nosotros.



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jueves, 9 de julio de 2015

Del Libro “Te voy a contar una historia” de Martha Alicia Chávez




Prevención de adicciones….
  Ø  Reglas y Disciplina
  Ø  Comunicación
  Ø  Apoya sus sueños
  Ø  Motívalos reconociendo sus logros y lo que hacen bien
  Ø  Aprende a manejar los conflictos
  Ø  Conoce a los amigos de tus hijos
  Ø  Disfruta a tus hijos
  Ø  Permite que en tu hogar se expresen los sentimientos
  Ø  Información


  Ø Motívalos reconociéndoles sus logros y lo que hacen bien:

Los seres humanos en general tendemos a señalarle a nuestros hijos lo que hacen mal, de eso no se nos escapa ningún detalle.  Pero muy pocas veces los felicitamos, o simplemente les decimos, nomás porque sí, que tienen cualidades que nos encantan.  Hacer algo tan sencillo como esto los hará sentir valiosos, amados y dignos.

  Ø Aprende a manejar los conflictos: 

Manejar conflictos no significa gritar, ofender o golpear, pero tampoco reprimir, callar y pretender que o está sucediendo nada.  Los conflictos son parte de la vida y, por lo tanto, es muy importante aprender a manejarlos.  En la actualidad hay muchos libros muy buenos que nos enseñan a hacerlo.  En lo personal recomiendo el del Dr. Thomas Gordon, P.E.T. Padres eficaz y técnicamente preparados.

  Ø Conoce a los amigos de tus hijos;
Invita a sus amigos a los paseos familiares, a comer y a dormir en tu casa, y trátalos muy bien en lugar de criticarlos.  Si alguno no  te gusta, no lo critiques, explícale a tu hijo las razones por las que no quieres que conviva con él, lo que te preocupa de su amistad con él, pero no lo critiques.
Si le prohíbes a tu hijo adolescente que conviva con un amigo o se lo criticas constantemente, lo único que lograrás es un mayor apego, sólo que ahora lo verá a  escondidas.  Recuerda que los adolescentes son rebeldes.  Hay que decirlo una vez, y estar muy cerca.  Generalmente, si ese amigo en verdad es tan inconveniente como pensamos, nuestros propios hijos terminan sintiéndose incómodos en su compañía y alejándose por su propia convicción.  Pero eso no sucederá si le prohibimos constantemente que se relacione con él, o si lo presionamos o lo criticamos.
En cada etapa de la vida los seres humanos tenemos una “tarea” que realizar para el sano desarrollo de nuestra personalidad.  En la adolescencia, la “tarea de vida” consiste nada menos que en establecer la propia  filosofía de vida y la propia personalidad.  La rebeldía  es una herramienta que utiliza la psique para ayudar al joven a lograrlo.  Por eso, cuanto más control, represiones y prohibiciones, más rebeldía.



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jueves, 2 de julio de 2015

Del Libro “Te voy a contar una historia” de Martha Alicia Chávez



Prevención de adicciones….
Ø  Reglas y Disciplina
Ø  Comunicación
Ø  Apoya sus sueños
Ø  Motívalos reconociendo sus logros y lo que hacen bien
Ø  Aprende a manejar los conflictos
Ø  Conoce a los amigos de tus hijos
Ø  Disfruta a tus hijos
Ø  Permite que en tu hogar se expresen los sentimientos
Ø  Información


Ø COMUNICACIÓN: 
Este es un término muy trillado, pero poco entendido.  Que te comuniques con tus hijos no significa que los sometas a esos “interrogatorios” que día a día les hacemos, en un intento por conocerlos, saber qué sienten, qué necesitan y qué hay en su mundo interno.  Interrogarlos no es comunicarte.
Con mucha frecuencia, los padres me preguntan qué pueden hacer para que su hijo les platique “sus cosas”,  porque cada vez que le preguntan (sobre todo en la adolescencia) se molesta. 
Mi respuesta al respecto es:  si quieres que tu hijo te platique “sus cosas”, tú cuéntale las tuyas.  Y no me refiero a que le hables de todas tus intimidades, sino de las cosas de la vida cotidiana:  lo contento que estás por tal proyecto de trabajo; lo que te pasó en el súper; cómo te molestó tal comentario de tu hermana; lo a gusto que platicaste con tus amigos, los planes que tienes, tus sueños, tus sentimientos, “tus cosas”.  Y así, por añadidura, tus hijos te platicarán también las suyas, en su momento y a su ritmo, y entonces le podrás hacer algunas preguntas que muy probablemente te contestarán.  No te agobies “interrogándolos”, de todas maneras eso no funciona.

Ø APOYA SUS SUEÑOS:
Lo normal para el ser humano es que tenga sueños.  Cuando no los tiene, algo anda mal.  Los hijos, desde pequeños, manifiestan los suyos a través de sus comentarios, preguntas y juegos.  Cada hijo nació con una misión, vocación o propósito, y con todas las herramientas necesarias, el tipo de cuerpo, de voz, de procesos de pensamiento, etcétera, para llevarla a cabo.  Desde pequeño, sus gustos, habilidades e inclinaciones lo muestran.
Es muy importante apoyar esos sueños y proporcionarles lo medios para que puedan concretarlos.  Inscríbelos en las clases que les gustan a ellos, no en las que a ti te gustan.  En lugar de negarles el permiso para hacer tal cosa o ir a tal lugar, nomás porque sí, investiga con ellos, busquen alternativas, tomen decisiones juntos.

Cuando los hijos (o cualquier ser humano) hacen cosas que les gustan, que echan a andar su potencial, que permiten expresar a sus habilidades y talentos, experimentan sentimientos de logro, éxito, satisfacción, que inciden directamente en el reforzamiento de su autoestima. 

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