viernes, 30 de junio de 2017

Alicia’s Theory






Alicia’s  Theory
Quitar etiquetas =   Un-label

Como en muchas familias, en la mía cada miembro tenía una “etiqueta” que resumía nuestra personalidad, la mía era “es  la enojona”.  Lo grave es que le daban una connotación de ser “mala persona” por el hecho de enojarme y yo me sentía tan “mala hija” por ello que eso si me hacía enojar;  pasaron muchos años sintiéndome mal hasta que un día (ya en la edad adulta), una psicóloga me dijo … “enojarse no es malo”, y me quedé con la boca abierta por algunos segundos, sorprendida. Aclaró que todo lo que necesitaba era encaminar bien ese enojo y me puso algunos ejemplos en los que un disgusto había hecho posible que lograra corregir un procedimiento en el trabajo, o concientizar a alguien del daño al medio ambiente, o defender a algún desvalido, etc.  Eso, combinado con el hecho de que en uno de mis trabajos remarcaban lo agradable y apacible que era, al grado de considerarme como mediadora en conversaciones acaloradas, hizo posible que me quitara la etiqueta aunque en mi casa todavía no estoy segura si ya me la quitaron.
En base a esa experiencia personal, y siguiendo un poco la Teoría Gestalt en cuanto a la conexión de cuerpo, mente y alma, surge “Alicia’s Theory” donde se eliminarán las etiquetas en todas las personas y en todas las edades.  No más niños “tímidos”, no más adolescentes “flojos”, no más adultos “irresponsables” o viejos “tercos”.  Todos esos calificativos serán para las actitudes pero no para las personas. Además, las cualidades y “defectos” no son otra cosa que HERRAMIENTAS necesarias para tener un equilibrio en la vida y todos, absolutamente todos tienen una razón de ser, pero lo más importante, lo que NO DEBEMOS OLVIDAR es que todos tenemos la capacidad de ser un poco de todo.

Por ejemplo:
Alicia no es enojona, es un ser maravilloso con un sentimiento de enojo por alguna razón.  Enojarse NO es sinónimo de ser Mala persona porque no afecta la esencia del ser humano, es solo la forma de reaccionar ante un determinado evento.  Además, enojarse puede ser algo muy positivo como se menciona en el libro “Una queja es un regalo” donde se aprende del enojo de una persona para corregir lo que deba corregirse.  Por ejemplo; un cliente molesto por el tiempo invertido en hacer fila está transmitiendo la urgente necesidad de poner más personal que atienda al público.  

Otro ejemplo:
Una persona NO es Tímida, es un ser humano que tiene la capacidad de ser completamente extrovertida solo que no lo ha necesitado, no lo ha aprendido, o le trae mejores beneficios actuar tímidamente. Hay que quitar esa etiqueta que casi siempre va acompañada de una segunda etiqueta llamada Inseguridad.   La timidez de hecho tiene grandes ventajas como tener la paciencia para construir un vínculo interpersonal, dar tiempo al tiempo,  propicia la introspección y el crecimiento personal.  

Un ejemplo más es la etiqueta de  “ser flojo
Nuevamente la persona NO es floja, puede ser tan activa y dinámica como quiera, solo que prefiere buscar formas prácticas de hacer su trabajo para dedicar más tiempo a la relajación y entretenimiento.  El exceso de sueño por ejemplo, en la niñez y juventud es una forma de optimizar la horma del crecimiento, ayuda a “recargar la pila” y reduce la presión sanguínea, así que aparte de no ser “negativo” el ser flojo tiene sus ventajas.   

El ser “desordenado” también es una etiqueta. 
A los adolescentes principalmente se les etiqueta como desordenados cuando en realidad pueden ser muchachos muy ordenados, pero en esa etapa de la vida tienen tantas cosas en mente que se concentran en prioridades que no tienen nada que ver con la organización y el orden como puede ser la creatividad, el descubrimiento, etc. 

Ya es hora de dejar de colgarles etiquetas a los niños como la de “eres un inútil” cuando puede ser muy inteligente, útil y productivo aprovechando su energía en lineamientos bien establecidos y guiados por los mismo padres, en vez de usarla en creerse lo que la etiqueta significa y con ello bajar su autoestima.   Esos jóvenes etiquetados como “irresponsables” pueden ser tan comprometidos como quieran, y a veces lo demuestran al estar presente cuando los amigos los necesitan, solo hay que motivarlos, enseñarles y propiciar el desarrollo de esa actitud.  Hasta los “viejos tercos” cambian su actitud cuando la justificación los convence de lo contrario.

CONCLUSION:
Cada etiqueta describe la acción y el comportamiento pero no describe a la persona.  Mi teoría consiste en  SEPARAR al ser humano maravilloso de su actitud, para propiciar el entendimiento y la empatía.    



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jueves, 22 de junio de 2017

Del Libro “Mujeres de conquista” de Carlos Cuauhtémoc Sánchez





Leonardo recibió el cuaderno.  En su mente repasó cuanto diría si pudiera conversar con ese hombre.  Como una nueva catarsis en la oleada de violentas y purificadoras emociones que había experimentado, comenzó:
Papá:
Estoy enterrado vivo en una montaña de piedras.  He vomitado, orinado y defecado en mi ropa;  huelo a mi podredumbre y la de los cadáveres cercanos que empiezan a descomponerse.
Me estoy muriendo, pero lo que de verdad me está matando es una montaña de rencor y coraje contra ti.  No sé si alguien vaya a mover las piedras, pero al menos yo quiero quitar estas…. Las que tengo encima por tu causa…..
Necesito hablarte, papá.
Debes saber que tuve una esposa maravillosa.  Por desgracia la perdí porque no pude ser el hombre que ella merecía.  Yo soy responsable, nadie más, pero tú me “heredaste” varios rasgos de carácter que me echaron una manita:  adicción al alcohol, machismo, intransigencias, gusto por la pornografía, atracción por las prostitutas, deslealtad…  ¿Quieres que siga?
Sus líneas se convirtieron en un clamor lleno de exigencia y dramatismo.  Desde ese pequeño espacio, reducido a la nada, se desentendió de su cuerpo y en un estado de pureza y desprendimiento, continuó redactando:
Por otro lado, reconozco que fuiste un buen entrenador deportivo y me motivaste a luchar siempre por ganar.
En este lecho de dolor he comprendido que nadie es perfecto y no puedo juzgarte.
Seguramente tú también heredaste cosas malas de tus padres.  Lo que te hicieron a ti, fue injusto.  Ante la adversidad, reaccionaste lo mejor que pudiste.
Papá, entre tanto dolor, la verdad es que ¡me has hecho mucha falta!
Extraño los días en que me lanzabas la bola y yo estaba aprendiendo a pegarle con el bat.  Extraño tu personalidad impactante e incluso tus groserías.
Eres el hombre que me dio el ser.  La mitad de mi persona proviene de ti.  No puedo renegar de la sangre que corre por mis venas.  Es tuya.  No puedo renegar de mi apellido. Es tuyo.  Quiero aceptar esa parte de mí que tú representas.  Quiero aceptarte tal y como eres;  quiero amarte.
Papá voy a escribirlo muy fuerte con el lápiz:
Te perdono.  Ya no quiero que te vaya mal.
En este lecho de muerte, sintiendo como cada vez mi corazón pierde fuerza, digo que deseo  tu felicidad y tu salud. Imagino con los ojos de la fe que serás libre de todo vicio y que hallarás la paz.
Le pido a Dios que te brinde una vida llena de amor y satisfacciones.
Te deseo lo mejor.  De alguna forma, no te lo mereces, pero yo pido bendiciones para ti.
Te honro padre.
También, con toda el alma imploro al Señor para que me perdone por las veces que hablé mal de ti, por las veces que pensé mal y deseé cosas malas para ti.  Yo también te juzgué, te critiqué hasta el cansancio.  No era mi papel.  No era lo correcto.  Estoy muy arrepentido….
Aunque conozco tus errores y los repruebo, a pesar de todo, papá, en mi último aliento, te quiero decir  SOLO TRES COSAS:   te amo, te respeto, te perdono….
Leonardo dejó de escribir.
Contempló las hojas desgarradas y sucias.  Borrosamente distinguió una fila de rayones y palabras mal trazadas.  Quizá su padre jamás leería esa carta….
Cerró los ojos.
Le había costado mucho trabajo redactar cada palabra, pero al hacerlo sintió como si, en efecto, una pesada carga espiritual hubiese caído de sus espaldas.

Se convenció de que los ataques de angustia y ansiedad que se habían sucedido periódicamente ya no volverían.  Si hubo una maldición en su vida por deshonrar a su padre, él acababa de romperla. 


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viernes, 16 de junio de 2017

Del Libro “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas” de Dale Carnegie





PAPÁ   OLVIDA


Escucha, hijo:  voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida.  He entrado solo a tu cuarto.  Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba.  Culpable, vine junto a tu cama.
Esto es lo que pensaba, hijo:  me enojé contigo.  Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con una toalla.  Te regañé porque no te limpiaste los zapatos.  Te grité porque dejaste caer algo al suelo.
Durante el desayuno te regañé también.  Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa.  Untaste demasiado el pan con mantequilla.  Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: “¡Adiós, papito!” y yo fruncí el entrecejo y te respondí:  “¡Ten erguidos los hombros!” 
Al caer la tarde todo empezó de nuevo.  Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí.  Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso.  Pensar, hijos, que un padre diga eso.
¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido?  Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta.  “¿Qué quieres ahora?”, te dije bruscamente.
Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agostar.  Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera.
Bien, hijo;  poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mi un terrible temor.  ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre?  La costumbre de encontrar defectos, de reprender;  ésta era mi recompensa a ti por ser un niño.  No era que yo no te amara;  era que esperaba demasiado de ti.  Y medía según la vara de mis años maduros.
Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter.  Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colina.  Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche.  Nada más que eso importa esta noche, hijo.  He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza.
Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto.  Pero mañana seré un verdadero papito.  Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías.  Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes.
No haré más que decirme, como si fuera un ritual:  “No es más que un niño, un niño pequeñito”.

Temo haberte imaginado hombre.  Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía.  Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombre.  He pedido demasiado, demasiado.

jueves, 8 de junio de 2017

Del Libro “Los siete poderes” de Alex Rovira Celma







- Tener esperanzas es arriesgarse a perderlas:  amar es arriesgarse a no ser correspondido;  invertir es arriesgarse a perder;  comprometerse es arriesgarse a no lograrlo… En definitiva, vivir es arriesgarse a morir. 

Si no arriesgamos nada, es probable que evitemos sufrimientos y preocupaciones, pero no aprenderemos, no sentiremos, no cambiaremos, no amaremos, no creceremos, no prosperaremos ni viviremos. 


¡Sin arriesgarnos, nos encadenamos a nuestro propio miedo al fracaso!  Es así como nos convertimos en esclavos de nuestra falsa seguridad y perdemos la verdadera libertad.


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Árbol que nace torcido. Autora: Alicia Campos.




Árbol que nace torcido…

Árbol que nace torcido, puede dar muy buena sombra, oxigenar el air, dar flores, frutos y semillas, servir de leña, ser útil para fabricar papel, muebles, casas y embarcaciones,  artesanías,  y de ellos se pueden extraer aceites, esencias, miel, polen y fruta, o sea que un árbol torcido no deja de ser un valioso árbol que forma parte de la cadena alimenticia.

Comparado con un árbol derecho (“normal”), para muchos podrá ser desagradable, pero para otros será interesante precisamente por ser diferente a los demás, motivará a algunas personas a hacer algo por enderezarlos aunque no se logre, impresionará a otras tantas por sus formas muchas veces artísticas, servirá de ejemplo y distinción entre lo convencional y lo peculiar,  inspirará a personajes que los utilizarán en sus obras de arte, ya sea fotografía, pintura o cualquier otra actividad.   

Por otra parte, un árbol por muy derecho y fuerte que sea, también puede causar RECHAZO para algunas personas, por sus raíces que levantan banquetas y afectan tuberías, porque tira muchas hojas, porque no deja pasar los rayos del sol para que caliente las habitaciones de la casa, etc.

Así sucede con las personas, muchas veces esperamos que todos tengamos los mismos valores, las mismas “formas” de ser, de vestir, de comportarse,  y cuando una persona es diferente va a haber quienes las rechacen, quienes las protejan de más, quienes las acepten y quieran tal como son y quienes simplemente se alejen de ellas….     Pero  ¡el valor de cada individuo es  UNICO!   Su valor no puede ser medido ni comparado, es un ser inmensamente valioso.

 Existen más de cien mil especies de árboles incluyendo los que están torcidos, y a todos hay que apreciarlos, valorarlos y respetarlos, ya sean altos, bajos, anchos,  delgados,  de hojas anchas, cortezas gruesas, etc.  Ahora imaginen la inmensa variedad de seres humanos, desde lo físico, los valores, la cultura, el idioma, las ideas, los sentimientos, etc, etc.  Así como  TODOS los árboles oxigenan el aire que respiramos, también las personas nos enriquecen con su individualidad.  Debería ser fascinante aprender de cada uno, en vez de rechazar, juzgar y lastimarlos.

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