sábado, 18 de diciembre de 2021

REPELENTE o FRAGANCIA. Autora: Alicia Campos

De la autora  Alicia Campos 


¿REPELENTE o fragancia?

 




Por definición el adjetivo repelente significa que arroja con violencia algo hacia atrás.  En los insectos es un producto que los rechaza o ahuyenta. 

Ahora imagínense que algunas personas en vez de usar una grata fragancia, se rocían diariamente un REPELENTE que nos desagrada y por lo tanto, aunque quisiéramos estar cerca de ellas, preferimos alejarnos.

Hay varios tipos de repelentes, como el egoísmo, la prepotencia, la crítica, la presunción, el enojo, la negatividad, la depresión, la insensibilidad, la mentira, la terquedad, el chisme, la flojera, el  pesimismo, la irresponsabilidad, el miedo, la soberbia, la envidia, la tristeza, y muchos más que por lo general alejan a las personas, y digo por lo general, porque en el caso de una persona con repelente de crítica, tal vez no aleje a otra persona con el mismo repelente sino que muy probablemente se busquen y acepten.

 La pegunta es, ¿qué prefieres?, una persona con alguno de esos tipos de repelente, o a alguien con una fragancia como la empatía, la nobleza, la amabilidad, la bondad, el positivismo, la inteligencia, la creatividad, la confianza, la elocuencia, la fortaleza, la alegría, el amor, la humildad, la lealtad, el liderazgo, la paciencia, la perseverancia, la prudencia, el respeto, la tolerancia, la valentía, y muchas otras cosas que a veces hasta les envidiamos.

Yo recuerdo con mucho agrado a un Proveedor de una empresa en la que trabajé algunos años atrás, ya que él siempre llegaba saludando con  cortesía y respeto, y antes de empezar a hablar de negocios nos contaba varios chistes, imitando voces de gangosos, de españoles, o cualquier otro personaje, creando un ambiente sano y de alegre convivencia, por lo tanto siempre esperábamos sus visitas con mucho gusto, aparte de que en los negocios era muy servicial y nos daba un trato justo.  “Usaba una fragancia muy agradable todo el tiempo”

Por otro lado, conservo el recuerdo no muy grato de una persona de limpieza que cuando entraba a la oficina a realizar su trabajo, casi me hacía llorar con su expresión de tristeza, y aunque intenté acercarme a ella para alegrarle el día, no pude hacer que esbozara una sonrisa o de perdida una mueca, sus pláticas eran de pesares, rencores, y por supuesto de tristeza, así que al poco tiempo dejé de hablar con ella ya que usaba varios tipos de repelentes, y preferí conversar con quienes rieran junto conmigo,  compartieran sueños y proyectos, o por lo menos vieran la vida con optimismo a pesar de las situaciones difíciles .

Ahora bien, el ser humano por naturaleza busca la aceptación en círculos sociales, familiares y de trabajo, y algunas veces eso no sucede como uno quisiera.  En ese momento creo que debemos hacernos la pregunta obligada…. ¿Cuánto repelente me he puesto?

Todos usamos “repelente” como mecanismo de defensa, pero debe ser en dosis bajas.  Enojarse de vez en cuando, tener miedo algunas veces, estar triste por algún suceso desagradable, y hasta envidiar a alguien porque le queda mejor un color de ropa, podríamos decir que es normal, pero solo hay que tener mucho cuidado con la cantidad de “repelente” que usamos, y el tiempo que lo traemos puesto, lo mejor es asegurarnos de hacer una buena limpieza e inmediatamente rociarnos con una buena “fragancia” que elimine cualquier resto del “repelente”.

No olviden que algunas personas recordarán por siempre esa desagradable experiencia de haberse acercado a alguien con un fuerte y desagradable “repelente” como la soberbia, la prepotencia, la violencia o la mentira, y eso puede dejar una huella imborrable que tal vez los mantenga alejados por siempre, aun cuando se haya cambiado a una mejor “fragancia”.

Por otro lado, un ser humano que transmite paz, alegría, creatividad, positivismo y todas esas agradables “fragancias”, es como un  IMÁN que no solo atrae a las personas, sino a muchas cosas buenas como la salud y el éxito.  

En conclusión, deshazte de los “repelentes” y mantén a la mano “gratas fragancias” que puedas usar diariamente para vivir y convivir feliz.

 

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jueves, 9 de diciembre de 2021

Del Libro “El lado FÁCIL de la GENTE DIFÍCIL” de César Lozano - Programarme para lo mejor

 

Del Libro  “El lado  FÁCIL  de la  GENTE   DIFÍCIL”  de  César Lozano

 

Programarme para lo mejor


¿Alguna vez has estado en un restaurante de comida brasileña?  Quienes han ido a estos lugares recordarán que los meseros acuden a cada mesa ofreciendo diferentes cortes de carnes en espadas.  Son de ocho a diez visitar a tu mesa, no sin invitarte a que pases primero a la barra de ensaladas donde todo se antoja.

La tentación de comer ensalada, quesos y otras cosas más, es demasiada y la mayoría de la gente sucumbe ante esa tentación sirviéndose una porción grande.

Después, inician las visitas del mesero con los diferentes cortes y para el tercero o cuarto tiempo ya no quieres más.  Uno de mis acompañantes me dijo una vez:  “Y la mejor carne está siempre al final.”  Muchos no pueden llegar a ese final por estar llenos.

Mucho tiene que ver con la vida, ya que he constatado que muchas veces lo bueno viene después, pero hay que tener paciencia.

Tengo la costumbre de limpiar a fondo mi oficina y mi casa al finalizar cada año.  De tirar lo que no sirve, donar lo que no utilizo y pueda ayudar a alguien.  Tengo el hábito de analizar qué debo quitar de mi vida, retirar lo que me estorba sobre todo en mi propósito de ser feliz.

En China existe la tradición de sacudir el chen.  Sacudir el polvo o lo viejo.  Según esta creencia, para recibir las bendiciones del año venidero debes hacer una limpieza profunda.

Hay cosas que no sirven, las tenemos a la vista y ocupan un espacio que puede ser llenado por lo bueno y lo mejor.  También ocupan mucho espacio en mi mente pensamientos destructivos, tóxicos o negativos que lo único que hacen es amargar mi presente.

Hay personas en la vida de cada uno cuya presencia nos desmotiva y, sin embargo, las seguimos viendo por lástima, compasión, costumbre o miedo a la soledad.

Lo mismo le sucede a personas que en forma lastimera se expresan de lo inconformes que están en sus trabajos, de lo mal que los tratan o lo poco que se les valora y siguen ahí porque no tienen otra opción o por miedo al cambio.

Por supuesto, todos tenemos la capacidad de elegir qué debemos esperar de cada situación.  A veces, la paciencia es la mejor estrategia para disfrutar lo bueno.  Y esa misma paciencia se puede aplicar en circunstancias que nos afectan y no podemos hacer nada por modificarlas.

 

En cualquier situación tenemos dos opciones:

1)       1.- Amargarme y amargar con mi actitud a los que me rodean por la inconformidad que vivo.

2)      2.-  Adaptarme sin conformarme y recordar que lo bueno está por venir.

 

En esta segunda opción los seres humanos tenemos una increíble capacidad de adaptación a los cambios y el tiempo siempre será un excelente aliado.  Cuando digo adaptarme, sin conformarme, es encontrarle sentido a lo que me sucede.  Puedo aprender de la adversidad y tomar una actitud ante lo que me ocurre.

Me adapto, mas no me conformo a seguir con alguien que me hace sentir mal.  Expreso mi malestar y busco acuerdos, si no logro nada, termino la relación en la forma más pacífica posible.

Me adapto a mi trabajo actual, aunque no me guste, pero procuro no agregar una actitud pasiva, permisiva o negativa que complique las circunstancias y busco constantemente lo bueno o positivo que tengo.

Podemos adaptarnos a una enfermedad, mas no a conformarnos a la fatalidad que lleva consigo.

La gente inteligente fomenta la paciencia, la tolerancia y la prudencia.  Repito constantemente esas tres palabras cuando las cosas no salen como espero.  Después de la tempestad siempre viene la calma.  Lo bueno está por venir.

Y para quienes tenemos fe y esperanza, es bueno recordar que en los momentos críticos y por más difícil que sea la aflicción, lo bueno siempre estará por venir.

Recuerdo la historia de aquel náufrago que diariamente imploraba a Dios ser rescatado de una isla desierta.  Oraba con mucha fe, suplicaba al creador que un barco pasara y lo rescatara.  Después de muchos días en esas condiciones construyó con gran esfuerzo una pequeña choza para resguardarse de las inclemencias del tiempo.

Cierto día salió a buscar alimento y al regresar encontró su choza en llamas.  El hombre empezó a gritar de coraje contra Dios.  Lloraba y expresaba su resentimiento por todo ese infortunio y la manera en que Dios se burlaba de su sufrimiento después de tantas oraciones.

Se quedó dormido y al día siguiente lo despertó el sonido de un barco que se aproximaba a rescatarlo.  Su alegría fue inmensa.  Preguntó a uno de los miembros de la tripulación cómo era posible que lo hubieran encontrado “¿Qué cómo te encontramos? ¡Vimos tus señales de humo!”

Quienes tenemos fe sabemos que la paciencia, la tolerancia y la prudencia siempre rendirán frutos porque lo bueno y lo mejor siempre está por venir.


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viernes, 3 de diciembre de 2021

Del Libro “El lado FÁCIL de la GENTE DIFÍCIL” de César Lozano - A menos que tu lo permitas

 

Del Libro  “El lado  FÁCIL  de la  GENTE   DIFÍCIL”  de  César Lozano

 

 

Nadie puede hacerte la vida imposible,  A  MENOS QUE TU LO PERMITAS

 


En relaciones humanas nadie, absolutamente nadie, puede hacer que tu vida sea un suplicio, sólo si tú lo autorizas.

Así como cada día la vida nos otorga regalos invaluables como ver, oír, comer, amar, también nos ofrece innumerables obsequios que la gente prodiga, entre ellos palabras de afecto, agradecimiento o reconocimientos, merecidos o no. Se nos reconoce o se nos adula para hacernos sentir bien, ganarse nuestro afecto u obtener algún beneficio.

Pero también hay quienes nos ofenden con expresiones hirientes, merecidas o no, que muchos aceptamos sin reservarnos el derecho a rechazar tales expresiones despectivas.  Admiro a quienes literalmente se les resbala lo que no aceptan ni merecen y siguen su vida sin engancharse con palabras envenenadas que pueden desestabilizar a los más sensibles.

A cada momento habrá quienes te den este tipo de regalos y tú eres el único que decide darles importancia o ignorarlos.  Aceptarlo y responder de igual forma o simplemente dejarlos ahí, donde te los ofrecen.  Decir mentalmente “no acepto ese regalo, no es para mí, no merezco esta ofensa y simplemente dejo que se la lleve quien me la ofreció”.

No olvidaré jamás la templanza y seguridad que mostró un sacerdote durante una reunión social.  Entre los presentes había un hombre que, al saber que él era cura, empezó a manifestar el desprecio que sentía hacia la Iglesia católica, debido a ciertos acontecimientos negativos que involucraban a sacerdotes.  Ante más de 20 personas exclamó su malestar por la presencia del  religioso, la vergüenza que –según él-  debería sentir al portar una sotana, agregando ofensas contra su persona, inclusive por no elegir casarse y formar una familia, poniendo en duda su hombría.  El sacerdote, lo escuchó tranquilamente, tomando un refresco y comiendo un bocadillo; dejó que terminara la sarta de ofensas que al parecer guardaba desde hacía mucho tiempo aquel hombre contra la institución que el padre representaba.  Al finalizar, el cura lo vio fijamente y sonriente le dijo:  “Es tu opinión amigo.  La cual es muy respetable.  No te digo que la agradezco, pero tampoco la acepto.”  Y ya.

“Pero dígame, ¡¿qué tiene que decir?!”, insistió el hombre.

El sacerdote le contestó que no era el momento ni el lugar para dar su opinión y que con gusto lo recibiría – previa cita – en su parroquia para hablar al respecto.  La gente ahí reunida se encargó de reprobar con miradas y comentarios lo expresado por el hombre para dirigirse al sacerdote.  El padre siguió conviviendo, ¡como si nada hubiera ocurrido!  No aceptó sus ofensas ni mucho menos se las llevó.  Probablemente lo molestó – lo cual sería natural - pero no lo demostró.

La lección es clara:  no tienes por qué soportar las críticas; simplemente agradece con amabilidad y promete pensar en lo que te digan.  Es una decisión personal ante un determinado momento y no podemos dejar que las cargas emocionales de quienes nos rodean nos aplasten a su antojo.  Tú decides:  “¿Bailas al son que te toquen?”  Tú decides si aceptas y te dejas llevar por las emociones de quienes no están a favor de tus ideas o tu forma de ser.  Siempre tendrás el control si utilizas la calma cuando otros están ofuscados, y recuerdas que nadie puede hacerte la vida imposible a menos que tú lo autorices.


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