jueves, 9 de diciembre de 2021

Del Libro “El lado FÁCIL de la GENTE DIFÍCIL” de César Lozano - Programarme para lo mejor

 

Del Libro  “El lado  FÁCIL  de la  GENTE   DIFÍCIL”  de  César Lozano

 

Programarme para lo mejor


¿Alguna vez has estado en un restaurante de comida brasileña?  Quienes han ido a estos lugares recordarán que los meseros acuden a cada mesa ofreciendo diferentes cortes de carnes en espadas.  Son de ocho a diez visitar a tu mesa, no sin invitarte a que pases primero a la barra de ensaladas donde todo se antoja.

La tentación de comer ensalada, quesos y otras cosas más, es demasiada y la mayoría de la gente sucumbe ante esa tentación sirviéndose una porción grande.

Después, inician las visitas del mesero con los diferentes cortes y para el tercero o cuarto tiempo ya no quieres más.  Uno de mis acompañantes me dijo una vez:  “Y la mejor carne está siempre al final.”  Muchos no pueden llegar a ese final por estar llenos.

Mucho tiene que ver con la vida, ya que he constatado que muchas veces lo bueno viene después, pero hay que tener paciencia.

Tengo la costumbre de limpiar a fondo mi oficina y mi casa al finalizar cada año.  De tirar lo que no sirve, donar lo que no utilizo y pueda ayudar a alguien.  Tengo el hábito de analizar qué debo quitar de mi vida, retirar lo que me estorba sobre todo en mi propósito de ser feliz.

En China existe la tradición de sacudir el chen.  Sacudir el polvo o lo viejo.  Según esta creencia, para recibir las bendiciones del año venidero debes hacer una limpieza profunda.

Hay cosas que no sirven, las tenemos a la vista y ocupan un espacio que puede ser llenado por lo bueno y lo mejor.  También ocupan mucho espacio en mi mente pensamientos destructivos, tóxicos o negativos que lo único que hacen es amargar mi presente.

Hay personas en la vida de cada uno cuya presencia nos desmotiva y, sin embargo, las seguimos viendo por lástima, compasión, costumbre o miedo a la soledad.

Lo mismo le sucede a personas que en forma lastimera se expresan de lo inconformes que están en sus trabajos, de lo mal que los tratan o lo poco que se les valora y siguen ahí porque no tienen otra opción o por miedo al cambio.

Por supuesto, todos tenemos la capacidad de elegir qué debemos esperar de cada situación.  A veces, la paciencia es la mejor estrategia para disfrutar lo bueno.  Y esa misma paciencia se puede aplicar en circunstancias que nos afectan y no podemos hacer nada por modificarlas.

 

En cualquier situación tenemos dos opciones:

1)       1.- Amargarme y amargar con mi actitud a los que me rodean por la inconformidad que vivo.

2)      2.-  Adaptarme sin conformarme y recordar que lo bueno está por venir.

 

En esta segunda opción los seres humanos tenemos una increíble capacidad de adaptación a los cambios y el tiempo siempre será un excelente aliado.  Cuando digo adaptarme, sin conformarme, es encontrarle sentido a lo que me sucede.  Puedo aprender de la adversidad y tomar una actitud ante lo que me ocurre.

Me adapto, mas no me conformo a seguir con alguien que me hace sentir mal.  Expreso mi malestar y busco acuerdos, si no logro nada, termino la relación en la forma más pacífica posible.

Me adapto a mi trabajo actual, aunque no me guste, pero procuro no agregar una actitud pasiva, permisiva o negativa que complique las circunstancias y busco constantemente lo bueno o positivo que tengo.

Podemos adaptarnos a una enfermedad, mas no a conformarnos a la fatalidad que lleva consigo.

La gente inteligente fomenta la paciencia, la tolerancia y la prudencia.  Repito constantemente esas tres palabras cuando las cosas no salen como espero.  Después de la tempestad siempre viene la calma.  Lo bueno está por venir.

Y para quienes tenemos fe y esperanza, es bueno recordar que en los momentos críticos y por más difícil que sea la aflicción, lo bueno siempre estará por venir.

Recuerdo la historia de aquel náufrago que diariamente imploraba a Dios ser rescatado de una isla desierta.  Oraba con mucha fe, suplicaba al creador que un barco pasara y lo rescatara.  Después de muchos días en esas condiciones construyó con gran esfuerzo una pequeña choza para resguardarse de las inclemencias del tiempo.

Cierto día salió a buscar alimento y al regresar encontró su choza en llamas.  El hombre empezó a gritar de coraje contra Dios.  Lloraba y expresaba su resentimiento por todo ese infortunio y la manera en que Dios se burlaba de su sufrimiento después de tantas oraciones.

Se quedó dormido y al día siguiente lo despertó el sonido de un barco que se aproximaba a rescatarlo.  Su alegría fue inmensa.  Preguntó a uno de los miembros de la tripulación cómo era posible que lo hubieran encontrado “¿Qué cómo te encontramos? ¡Vimos tus señales de humo!”

Quienes tenemos fe sabemos que la paciencia, la tolerancia y la prudencia siempre rendirán frutos porque lo bueno y lo mejor siempre está por venir.


.

No hay comentarios:

Publicar un comentario