Del Libro “El lado
FÁCIL de la GENTE
DIFÍCIL” de César Lozano
Programarme para lo mejor
¿Alguna vez has
estado en un restaurante de comida brasileña?
Quienes han ido a estos lugares recordarán que los meseros acuden a cada
mesa ofreciendo diferentes cortes de carnes en espadas. Son de ocho a diez visitar a tu mesa, no sin
invitarte a que pases primero a la barra de ensaladas donde todo se antoja.
La tentación de
comer ensalada, quesos y otras cosas más, es demasiada y la mayoría de la gente
sucumbe ante esa tentación sirviéndose una porción grande.
Después, inician
las visitas del mesero con los diferentes cortes y para el tercero o cuarto
tiempo ya no quieres más. Uno de mis
acompañantes me dijo una vez: “Y la
mejor carne está siempre al final.”
Muchos no pueden llegar a ese final por estar llenos.
Mucho tiene que
ver con la vida, ya que he constatado que muchas veces lo bueno viene después, pero hay que tener paciencia.
Tengo la
costumbre de limpiar a fondo mi oficina y mi casa al finalizar cada año. De tirar
lo que no sirve, donar lo que no utilizo y pueda ayudar a alguien. Tengo el hábito de analizar qué debo quitar
de mi vida, retirar lo que me estorba
sobre todo en mi propósito de ser feliz.
En China existe
la tradición de sacudir el chen. Sacudir el polvo o lo viejo. Según esta creencia, para recibir las bendiciones del año venidero debes hacer una
limpieza profunda.
Hay cosas que no
sirven, las tenemos a la vista y ocupan un espacio que puede ser llenado por lo
bueno y lo mejor. También ocupan mucho
espacio en mi mente pensamientos
destructivos, tóxicos o negativos que lo único que hacen es amargar mi
presente.
Hay personas en la vida de cada uno cuya presencia nos desmotiva y, sin embargo,
las seguimos viendo por lástima, compasión, costumbre o miedo a la soledad.
Lo mismo le
sucede a personas que en forma lastimera se expresan de lo inconformes que están en sus trabajos, de lo mal que los tratan o
lo poco que se les valora y siguen ahí porque no tienen otra opción o por miedo
al cambio.
Por supuesto,
todos tenemos la capacidad de elegir
qué debemos esperar de cada situación. A
veces, la paciencia es la mejor
estrategia para disfrutar lo bueno. Y
esa misma paciencia se puede aplicar en circunstancias que nos afectan y no
podemos hacer nada por modificarlas.
En cualquier situación
tenemos dos opciones:
1)
1.- Amargarme
y amargar con mi actitud a los que me rodean por la inconformidad que vivo.
2) 2.- Adaptarme sin conformarme y recordar que lo bueno está por venir.
En esta segunda
opción los seres humanos tenemos una increíble capacidad de adaptación a los
cambios y el tiempo siempre será un excelente aliado. Cuando digo adaptarme, sin conformarme, es encontrarle sentido a lo que me sucede. Puedo aprender de la adversidad y tomar una
actitud ante lo que me ocurre.
Me adapto, mas no me conformo a seguir con alguien que me hace sentir
mal. Expreso mi malestar y busco acuerdos, si no logro nada, termino la relación en la forma más
pacífica posible.
Me adapto a mi trabajo actual, aunque
no me guste, pero procuro no agregar una actitud pasiva, permisiva o
negativa que complique las circunstancias y busco constantemente lo bueno o positivo que tengo.
Podemos adaptarnos a una enfermedad, mas no a
conformarnos a la fatalidad que lleva consigo.
La gente
inteligente fomenta la paciencia, la
tolerancia y la prudencia.
Repito constantemente esas tres palabras cuando las cosas no salen como
espero. “Después de la tempestad siempre viene la calma. Lo bueno está por venir.”
Y para quienes
tenemos fe y esperanza, es bueno recordar que en los momentos críticos y por
más difícil que sea la aflicción, lo bueno siempre estará por venir.
Recuerdo la
historia de aquel náufrago que
diariamente imploraba a Dios ser rescatado de una isla desierta. Oraba con mucha fe, suplicaba al creador que
un barco pasara y lo rescatara. Después
de muchos días en esas condiciones construyó con gran esfuerzo una pequeña
choza para resguardarse de las inclemencias del tiempo.
Cierto día salió a buscar alimento y al regresar
encontró su choza en llamas. El hombre
empezó a gritar de coraje contra Dios.
Lloraba y expresaba su resentimiento por todo ese infortunio y la manera
en que Dios se burlaba de su sufrimiento después de tantas oraciones.
Se quedó dormido y al día siguiente lo despertó el
sonido de un barco que se aproximaba a rescatarlo. Su alegría fue inmensa. Preguntó a uno de los miembros de la
tripulación cómo era posible que lo hubieran encontrado “¿Qué cómo te
encontramos? ¡Vimos tus señales de humo!”
Quienes tenemos fe sabemos que la paciencia, la
tolerancia y la prudencia siempre rendirán frutos porque lo bueno y lo mejor
siempre está por venir.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario