Del Libro “Cómo curar
un corazón roto” de Gaby Pérez Islas
De 5 a 8 años
Es increíble lo que los niños han avanzado a esta edad, son
adorables. Los berrinches (si se han manejado bien) desaparecen y cada
vez son más cooperativos, inquietos y activos miembros de la familia. Son sumamente perceptibles a los mensajes no
verbales que solemos transmitirles. Si
por ejemplo decimos: “No, mi vida, estoy
tranquila de que tu abuelito ya murió, porque ya no va a sufrir”, pero nos ven
llorar, ausentarnos emocionalmente y cambiar toda nuestra rutina familiar de
manera inexplicable y dolorosa, no nos lo van a creer. “La muerte es algo natural, pero vente a
dormir a mi cama para que no me sienta solita” transmite el mensaje de que la
muerte es dolorosa, separa y además es
algo de lo que no puede hablarse mucho.
Debemos ayudarles a comprender que las separaciones duelen, que existe
un binomio amor-sufrimiento porque quien ama se compromete y eso es dar una
parte de ti al otro que, cuando se va, te va a hacer mucha falta. La ausencia duele.
Al final de esta etapa de desarrollo aparecen en casa los
videojuegos y todos esos pasatiempos electrónicos que dan una idea equivocada a
los niños de lo que es la muerte. En
primera se juega a matar, lo cual debería de cuestionarse por el nivel de
agresión en nuestra sociedad y en segunda se le da un carácter de reversible a
la muerte. Acabé contigo, pero el
siguiente encuentro lo empiezo de nuevo y ahí estás. En la vida real no puede simplemente
reiniciarse el juego. La muerte es
definitiva e irreversible.
Los medios de comunicación son otra vía por la cual los
niños se enteran de la muerte. Los
noticieros están llenos de ella y es imposible tratar de protegerlos de
cualquier noticia que implique muerte o destrucción. Es mejor escuchar sus dudas e inquietudes,
darles definiciones de las palabras que ellos escucharán y que tal vez son
nuevas en su vocabulario: secuestro,
abuso, crimen organizado, etcétera.
Un niño que guarda silencio ante la muerte de un familiar no
es que no le haya afectado el acontecimiento, es tal vez que está asustado y
que hay que invitarlo a hablar al respecto.
Existen muchas técnicas para que el niño o la niña se sienta
en confianza y pueda ir hablando de lo que le preocupa o duele. Esto generalmente se hace por medio del
juego, el dibujo o usando títeres o muñecos que representen a los personajes de
su propia familia.
No conviene presionar, alzar la voz o condicionar regalos o
paseos para conseguir que el niño ventile sus emociones. Se debe ir paso a paso, ganándose su
confianza y mostrándole verdadero interés en su situación.
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