sábado, 21 de julio de 2018

Del Libro “Los cinco ladrones de la felicidad” de John Izzo




Primer ladrón:       El control
Segundo ladrón:   La arrogancia
Tercer ladrón:       La codicia
Cuarto ladrón:      El consumismo
Quinto ladrón:      La comodidad





El segundo ladrón de la felicidad es la arrogancia: sobrevalorar tu importancia personal, creer que estás separado de los demás y que sólo puedes encontrar la felicidad destacando del resto.  Otra palabra para este ladrón es  ego.
El mito de Narciso
El segundo ladrón es como Narciso, una de las figuras más conocidas de la mitología griega.  Narciso era un cazador famoso por su belleza.  Estaba tan centrado en sí mismo que rechazaba y menospreciaba a las doncellas que se enamoraban de él.  Incluso dio muerte con su espada a una de ellas en la propia puerta de su casa.  Ella, antes de morir, imploró a los dioses que le dieran una lección a Narciso por todo el sufrimiento que ocasionaba a los demás.
Esa lección se materializó cuando Narciso se acercó a un estanque para beber y vio su hermosa imagen reflejada en el agua.  Al ver su propio reflejo quedó prendado de sí mismo.  Aunque existen muchas versiones del mito, varias dicen que se quedó junto lago intentando en vano apresar el objeto de su deseo.  Cada vez que tocaba el agua para abrazar su imagen, ésta desaparecía.  Al final, la tristeza le condujo a quitarse la vida.
… Las investigaciones han demostrado que las personas que realizan regularmente actos de amabilidad por los demás, en realidad son mucho más felices que las que viven más centradas en sí mismas.  Cada mañana al levantarnos, en lugar de pensar qué me depararé el día de hoy, es mejor que te preguntes:  “¿Qué puedo ofrecerle hoy al mundo?”
Narciso quería la imagen que veía reflejada en el estanque, pero cada vez que metía la mano en el agua para intentar tocarla ésta desaparecía, por supuesto.   Lo mismo sucede cuando se vive bajo la tiranía de la arrogancia.  Siempre estamos intentando hallar la felicidad concentrándonos en nuestro propio y diminuto yo, cuando en realidad sólo podemos hallarla levantando la cabeza y mirando lo suficientemente lejos como para darnos cuenta de que formamos parte de una historia mucho más grande.  Esto es lo que sabía el Buda.  Esto es lo que Jesús y todos los grandes maestros han intentado decirnos.



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