sábado, 12 de agosto de 2017

Del Libro “La rueda de la vida” de Elisabeth Kubler – Ross






  
Mi trabajo con las enfermas esquizofrénicas me había demostrado que existe un poder sanador que trasciende los medicamentos, que trasciende la ciencia, y eso era lo que yo llevaba cada día a las salas del hospital.  Durante mis visitas a los enfermos me sentaba en las camas, les cogía las manos y hablaba durante horas con ellos.  Así aprendí que no existe ni un solo moribundo que no anhele cariño, contacto o comunicación.  Los moribundos no desean ese distanciamiento sin riesgos que practican los médicos.  Ansían sinceridad.  Incluso los pacientes cuya depresión los hacía desear el suicidio era posible, aunque no siempre, convencerlos de que su vida todavía tenía sentido.  “Cuénteme lo que está sufriendo – les decía -.  Eso me servirá para ayudar a otras personas”.



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