“Las dos
pasajeras”. Autora: Alicia
Campos Vera
Imagina un paseo
en taxi donde La Vida y La Muerte son las compañeras de viaje.
Desde que inicia el recorrido, La
Vida no para de admirar las bellezas del entorno, describe detalladamente
el colorido del paisaje, la belleza de flores y la majestuosidad de los árboles,
y hasta la música lejana que parece acompañarlos en el trayecto. Después de un
rato comienza a hablar de su fascinación por el cuerpo humano, por la
inteligencia y por esa capacidad de asombro que poseen todas las
personas. La Muerte, en cambio, solo observa y permanece callada e
inexpresiva.
Es un viaje
bastante largo, y La Vida no para de hablar. Su tono se vuelve más
pausado cuando toca el tema de los sentimientos y las emociones, pues
representa todo un enigma que requiere ser analizado con calma. El conductor a ratos
presta atención y otras veces muestra enfado y desgano. La Muerte,
quisiera intervenir indicando que es importante lo que La Vida le está
enseñando, sobre todo en cuanto al tema del enojo, la culpa, la depresión
y la ansiedad, pero no se atreve.
Ya han
recorrido más de la mitad del camino cuando La Vida pregunta al
conductor si es feliz, y cuáles son sus expectativas para el
resto de su transitar por el mundo. Él se sorprende. Nadie le había hecho esa
pregunta antes y no sabe que contestar. Tras una larga pausa, confiesa que su
vida le parece monótona, vacía y sin un rumbo fijo. Al ver
por el retrovisor la expresión de asombro de sus dos pasajeras, añade que tal
vez haga algunos cambios, aunque en realidad no sabe bien como empezar. Solo
tiene claro que debería dejar de fumar y de beber.
Durante un
buen trecho, los tres personajes viajan en silencio, cada uno sumido en sus
propios pensamientos. La Vida, inquieta y alegre, termina por sentirse incómoda
y decide romper el silencio con el tema de sueños e ilusiones. El chofer
les confiesa que ha dejado muchas cosas inconclusas, y que la falta de dinero le
ha impedido realizar algunos proyectos. Luego suspira hondo y en voz baja, admite
que renunció a algunos sueños de su adolescencia, convencido de que ya era
demasiado tarde para retomarlos.
El chofer
conduce a una velocidad arriba de los límites permitidos, aunque con muy buena
destreza al volante, pero mientras reflexiona sobre lo que ha dejado inconcluso
en su vida, acelera más y más, al grado de tener que frenar abruptamente un par
de veces. Sin darse cuenta, enciende un cigarrillo, y baja la ventana para
dejar escapar el humo. Por el espejo retrovisor nota las miradas fijas de La
Vida y La Muerte, que parecen recordarle algo que él mismo acaba de
olvidar…. pero las ignora.
Entonces La
vida cambia a un tema que considera de mucha valía. Con una actitud optimista,
aunque con un tono sereno, le dice que, si desea una vida larga y plena,
debe cuidar su cuerpo y su mente, alimentarse bien, hacer
ejercicio, disfrutar y agradecer lo que tiene. Le habla también de la
importancia de dejar una huella positiva en su entorno, de dar amor,
de ser empático, de ser bondadoso y de compartir el
conocimiento que otorgan los años. Pero el conductor se muestra impaciente
y molesto. La vida decide guardar silencio.
Al aproximarse
a una ruta de curvas pronunciadas, La Vida decide concluir su viaje. Se
despide con una sonrisa y desciende. La muerte, entonces, toma la
palabra por primera vez y le da instrucciones al conductor para continuar hacia
un nuevo destino.
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