Del libro “Dios nunca parpadea” de Regina Brett
No importa que te
ha sucedido, importa lo que haces con lo que te ha sucedido. La vida es como un juego de póker. No puedes elegir las cartas, pero depende de
ti totalmente cómo juegas tu mano. Una
de mis líneas favoritas en la película Harry
Potter y la cámara de los secretos es cuando el gran sabio Dumbledore le
dice a Harry: “No son nuestras
habilidades las que muestran quiénes somos realmente. Son nuestras decisiones”.
La elección, no
la casualidad, es lo que determina tu destino.
Depende de ti decidir lo que vales y cómo eres significativo para el
mundo. Nadie más tiene tus dones, tu serie de talentos, ideas, intereses. Eres un original, una obra maestra.
Muéstrale al
mundo el milagro de tu ser. Fíngelo
hasta lograrlo. Todos fingimos. Los más grandes escritores se levantan todos
los días sobrecogidos por el temor de no poder volver a escribir otra palabra
interesante. Los líderes de negocios más importantes se levantan preguntándose
si hoy es el día en el que el mundo descubrirá la gran farsa que
representan. Los líderes religiosos más
importantes luchan diariamente con la fe.
Los grandes líderes políticos se preocupan de que cada decisión les
cueste la siguiente elección.
Nadie se siente
con una confianza o una seguridad absolutas.
Obtenemos sólo pequeños destellos de ello. Todos tenemos miedo de cometer el error que
arruine nuestras vidas. Probablemente no
haya tal cosa. Incluso si
cometiéramos cada uno de los errores que, según nosotros, nos arruinarían,
nuestra vida no se vendría abajo. Sólo
cambiaría.
Todos tenemos
miedo de estar haciendo mal las cosas, de no agradarle a la gente, de no ser lo
suficientemente listos, lo suficientemente buenos, lo suficientemente exitosos,
lo suficientemente atractivos. No luches
contra ello. Conviértelo en un miedo
como de montaña rusa. Disfruta los
saltos, las curvas pronunciadas, las subidas y las bajadas, las sacudidas que
casi te hacen sacar el almuerzo. La vida
te pateará como si fueras el balón del Mundial de fútbol. Mantén tu rebote. Disfruta el paseo. El miedo y la emoción se llevan muy bien.
No intentes
ocupar el lugar de nadie más. El mundo
no necesita que seas la Madre Teresa, Gandhi, Martin Luther King, Michael
Jordan, Maya Angelou o Bill Gates. El mundo necesita que seas tú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario