viernes, 28 de marzo de 2014

Del libro “Como hablarle a los hijos” de Chick Moorman




Algunas veces, reforzamos el chisme porque necesitamos oír acerca de una situación.  Si Mari está atorada en un árbol o Gustavo se ha lastimado, quieres saberlo.   Aunque sea que respondas porque necesitas hacerlo, estás propiciando el chisme.
Otras veces no necesitas o no quieres la información que viene con los chismes.  Si Lucy fue regañada por su entrenador de fútbol o si Tere usó el teléfono tres minutos más de su límite, no necesariamente quieres enterarte.  Este chisme viene de un deseo de meter a alguien en líos, en vez de un deseo de ayudar. 
Es porque una parte del chisme ayuda y otras expresiones del mismo no ayudan, que los niños tienden a usarlo en exceso.  Ellos no entienden que las situaciones son diferentes y se les debe ayudar a considerar más de un aspecto de cualquier circunstancia.
Las intenciones positivas del niño, de ganar reconocimiento del padre o de otro adulto y de tener algo de control, adquieren prioridad sobre otras consideraciones.
Te sugiero que le preguntes al hijo que viene con chismes:  “¿Es esto para ayudar o no?”  Esta forma de hablarle a los hijos, le obliga a tomar decisiones y requiere que haga un poco de trabajo mental: decidir, discriminar y solucionar problemas.

La frase “¿Esto es para ayudar o no?” cambia la atención del niño en acusar a alguien y darle problemas, por la necesidad de tomar una decisión.


Una vez que tu hijo decida si su chisme ayuda o no ayuda, permítele saber que sólo te interesa la información que ayuda.  Esto fomenta un ambiente cooperativo en casa, ya que los hijos aprenden la diferencia entre “chismear” y contar.   Ellos aprenden rápidamente que tu interés es ayudar a los miembros de la familia a apoyarse el uno al otro y no, a culparlos por sus faltas.


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