Del libro “Por el placer de vivir” de César Lozano
Recuerdo la historia de aquel niño que llega muy molesto a su casa porque en la escuela su maestro lo había ofendido al no contestar correctamente en clase. Llega tan molesto que va con su madre quien se encontraba en la parte posterior de la casa lavando, y le dice:
“Mamá, estoy tan enojado con el maestro por lo que dijo. ¡Lo
odio mamá! ¡Lo odio con todo mi corazón!”
“Hijito, veo que estás muy enojado y sientes mucha rabia,
¿verdad?, le preguntó la mamá.
“¡Sí, mamá, mucha rabia!”
“¿Ves esa bolsa llena de carbón?, preguntó la mamá. Avienta los trozos de carbón a la sábana
aquella que lavé y está secándose al viento. Hazlo con todo el coraje que
sientas.”
“¿En serio, mamá? ¿Puedo hacerlo de verdad?”
“¡Sí, claro! ¡Hazlo! ¡Desahógate si es lo que tú quieres!”
Entonces el niño empezó a aventar uno a uno los trozos de
carbón y, obviamente, no todos los trozos daban en el blanco, en la sábana que
ondeaba a lo lejos.
Al terminarse la bolsa completa, le dijo su mamá:
“¿Te sientes mejor?”
“Sí, mamá, me siento mucho mejor.”
“Mira la sábana, le dijo la señora. Casi ni se manchó porque
muchos trozos no dieron en el blanco. Ahora voltea y mírate a ti mismo. ¿Mírate
cómo estás! ¡Totalmente manchado de negro!
Hijito, dijo la mamá.
Eso es precisamente lo que sucede cuando lanzas ofensas contra otras
personas, el más dañado tarde que temprano eres tú mismo.”
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