Del Libro…..
de Alicia Campos
La cura para el
sentimiento de CULPA
Si eres de las personas que se cuestionan y reprochan con
frases como “debí haber hecho tal o cual cosa”…. O ante una tragedia te recriminas con frases
como…. “si no lo hubiera dejado ir a tal parte, no le
hubiera pasado nada…. ” O si conoces a alguien que en repetidas ocasiones
se dice frases como… “Si
tan solo hubiera comido sano y hecho
ejercicio”, o en situaciones
familiares hacen comentarios como … “debimos
haberlo llevado a otro hospital o pedido una segunda opinión”, o personas que voltean a ver el pasado y se expresan con
frases como … “no debí permitir que pasara…”, ”etc., etc., todas
esas expresiones indican que hay un sentimiento de CULPA.
¡El sentimiento de culpa
es peor que el CANCER! El simple recuerdo puede provocar dolor,
angustia, depresión, tristeza, enojo con uno mismo y con los demás, neurosis,
conflictos, y conforme pasan los años ocasiona más DOL0R, ansiedad,
desesperación, aislamiento, apatía y
enfermedades varias.
Mucha gente quisiera UNA PASTILLA que cure ese doloroso sentimiento
de CULPA que quita el sueño y en el
extremo quita hasta las ganas de vivir.
La buena noticia es que SI
existen algunas “pastillas” para curar el sentimiento de CULPA y al
tratamiento en su conjunto se le llama
…. PERDÓN!
Ahora bien, una simple pastilla no va a curar, se requiere
de todo un TRATAMIENTO de varios días y en algunos casos hay EFECTOS
SECUNDARIOS como el dolor de recordar, la pérdida de sueño o
todo lo contrario (letargo), la pérdida de apetito o lo contrario (atracones),
sentimientos de vulnerabilidad y llanto, coraje e indignación, pero todo eso es
parte del proceso de curación.
Hay que iniciar identificando de donde nace ese
sentimiento de culpa, luego reconocer quienes están involucrados,
posteriormente contabilizar el tiempo que se ha vivido con esa culpa y cómo ha evolucionado,
para así determinar como “tomar el medicamento”, o sea, como pedir perdón y a
quien. La DOSIS dependerá de la “gravedad”. Dicho de otra forma, decir la palabra perdón
no es suficiente.
Durante el proceso es común negar síntomas, culpar a otros,
no confiar en la “receta”, no querer tomar la “pastilla”, suspender el
“tratamiento”, es algo así como tener que ponerse 20 inyecciones y a la mitad
del proceso ya no saber si soportar el malestar de la enfermedad, o el dolor de
las inyecciones; y entonces se buscan otros remedios menos dolorosos (la
evasión, las adicciones, etc).
En cuanto al tratamiento, hay TRES
tipos de PASTILLAS para el
perdón y aunque NO tienen un orden para tomarlas, si es importante seguir las
instrucciones de tu terapeuta o las indicaciones de tu propio corazón, cuando a través de la introspección se tome
conciencia de lo que ocasiona el sentimiento de culpa.
PASTILLA 1 .- Perdonar a quienes nos hicieron daño.
Los primeros días será una dosis
suficiente para reconocer el dolor,
rencor y odio hacia quienes marcaron nuestra vida de una forma desagradable,
gritar, maldecir y llorar si fuese
necesario, para sacar el coraje por los que nos hayan hecho daño. Esta pastilla te da la libertad de desearle
mal a quien te lastimó, de revelarte contra Dios, de manifestar rabia contra
tus propios padres si los crees culpables, (pero debes hacerlo sin dañarte ni
dañar a nadie), tal vez externando tu sentir en un lugar solitario como una
playa, bosque, en lo alto de un edificio, en el consultorio de un terapeuta, o
en casa de alguien de mucha confianza, donde puedas expresarte sin que te vayan
a juzgar o limitar de lo que quieras sacar de tu corazón.
Una vez que hayas exteriorizado todo ese dolor contra los
culpables, deberás tomarte un tiempo para analizar sus vidas, para tratar de
entender que esa persona debió tener una historia personal desagradable,
dolorosa y triste tal vez, y aunque no fue correcto que te lastimaran, ellos
hicieron lo único que sabían hacer, su carencia de valores no les permitió ver
el daño que estaban ocasionándote, su necesidad económica o de adicción los
cegó, o su simple inmadurez que los llevó a realizar actos repudiables los
cuales con el tiempo, es muy probable que les resulte tormentoso recordarlos y
muy caro pagarlos (como es el caso de sentencias en prisión o muerte por
adicciones).
Ya que hayas tratado de ser “empático (a)” en la medida de
lo posible, solo te queda considerar el suceso como una desagradable
experiencia que corresponde a un pasado y ahí se debe quedar, no debemos traer
arrastrando esos acontecimientos al presente y por lo tanto debemos
perdonar. Perdonar su acción, su
inmadurez, su locura, su odio, su inseguridad, su sentir y todo aquello que
hayas identificado al analizar sus vidas. Cuando perdonas de corazón puedes ver
que también aprendiste de quienes te hicieron daño, a veces aprendes a ser
mejor, a identificar la malicia en una mirada, a no repetir patrones de
conducta, a ser cauteloso o precavido en tu entorno, a ver la realidad social,
a defenderte, a superar el dolor y ayudar a otros a superarlo, etc. Cada quien aprende las lecciones de vida
conforme a su fortaleza y capacidad de sanación.
PASTILLA 2.- Pedir Perdón a quienes hayamos hecho daño. Todos hemos dicho o hecho cosas de las que
luego nos arrepentimos, pero no nos atrevemos a pedir perdón. Desde la culpa por haber robado un objeto que
después el propietario estuvo buscando afanosamente, hasta el haber herido a
alguien o incluso haberle quitado la vida.
Son culpas que carcomen la consciencia sobre todo con la madurez que dan
los años, y se pueden convertir en fantasmas que quitan el sueño, la
tranquilidad y la paz, sobre todo en la
vejez. Por lo tanto, es importante pedir
perdón sinceramente a quienes hicimos daño.
A veces esas personas ni siquiera lo recuerdan! Otras siguen odiándonos y no van a aceptar la
disculpa. Y otras más, tal vez ya ni
siquiera estén vivas. Aquí la clave es que nosotros vamos a exteriorizar esos
sentimientos de culpa con la convicción de haber cometido un error y estar
arrepentidos, independientemente de la aceptación o rechazo del perdón. Para quienes ya no viven, se puede hacer a
través de una tercera persona, un terapeuta, en el panteón, o en un lugar donde
te sientas cómodo y puedas sentir que hablas con esa persona donde quiera que
se encuentre.
Cuando la persona a quien pides perdón te conteste “no, no
te perdono”, tú simplemente puedes decirle… “estas en todo tu derecho de no
aceptar mi disculpa por lo mucho que te lastimé, pero solo quería que
supieras que estoy arrepentido (a)”. En
los casos de infidelidad por ejemplo, donde se pierde la confianza y muchos
otros valores clave en una relación de pareja, tal vez no se acepte un perdón,
pero por lo menos cada quien continúa su vida con ese capítulo cerrado y
sanado. Al pedir perdón nos estamos
haciendo responsables de nuestros actos y aceptando las consecuencias de los
mismos.
PASTILLA 3.- Perdonarse uno mismo. Aún en la edad adulta muchas personas se
sienten culpables de no haberse defendido ante abusos, de haber hecho cosas
incorrectas por pertenecer a un grupo, de haber ofendido a sus familiares, de
haberle deseado la muerte a alguien que días después falleció, de haber
ocultado sus preferencias sexuales, de haber dejado solos a los hijos pequeños
en casa y se hubieran lastimado, de haber abortado, etc. Ante esos sentimientos de culpa, hay que
tomar una pastilla para perdonarse a sí mismo y entender que siempre actuamos
motivados por TRES CAUSAS,
1) Porque no
tuvimos opción,
2) Porque
nos cegó la rabia y
3) Porque
pensamos que era lo mejor en ese momento y bajo esas circunstancias.
Es muy diferente cuando miras las
cosas después del evento, ya que en su momento era la mejor salida o el pronto
escape de una emoción (como maldecir), y una hora después puede no tener
sentido la acción y es cuando se reconoce que no estuvo bien; pero insisto, ¡en su momento tenía mucho
sentido! Por eso el sentimiento de
culpa debe quedar en el pasado, perdonando tus faltas de la inmadurez, de la
desesperación, del enamoramiento (que es cuando se cometen muchas locuras), del
dolor que puede llegar a cegarnos, de la necesidad, de la falta de tiempo para
tus hijos, y de todo aquel detonador de la culpa.
Como mencioné al principio, puede haber momentos en los que
quieras suspender el tratamiento porque resulta muy doloroso, pero al final es
una decisión muy personal el dejar que la culpa te haga sentir mal, te limite
en tus relaciones interpersonales, te persiga como un fantasma y hasta afecte
tu salud física, o bien, hacerte responsable de tu salud emocional y terminar
el “set de pastillas” hasta llegar al
perdón, la sanación y la paz espiritual.
La duración va a depender de la gravedad de los
sucesos, de la fortaleza y convicción de llevar a cabo el perdón, así como la
apertura de tu alma para expresar tus emociones, la apertura de tu mente para
reconocer y aceptar cada situación y a cada persona con quienes lleves a cabo
el proceso del perdón, y sobre todo la apertura de tu corazón para que salgan los rencores, el odio y el dolor y en su lugar albergues
bondad, humildad y amor.
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