Del Libro “90 respuestas a 90 preguntas”
de Martha Alicia Chávez
¿Qué nos puede ayudar a superar
el miedo?
El miedo tiene un fuerte componente
mental que alimenta el estado emocional.
Debido a que el miedo es tan abstracto, le asignamos una imagen, una
relación con alguna experiencia del pasado, para poder darle un sentido
concreto; así, decimos: “Tengo miedo a o de…” Este sentimiento tiene mucho que ver con el
pasado, y el objeto o la situación que lo causan tienden a verse con un lente
de aumento.
El miedo tiene su lado útil. Puede ser una señal de alerta que nos protege
y previene de algo. No obstante, cuando
se vuelve una actitud ante la vida o se presenta con demasiada intensidad, se
convierte en un obstáculo que nos congela y no nos deja avanzar, tomar
decisiones o actuar. Normalmente es la
mente la que causa esa congelación, porque en todo, y siempre, puede encontrar
razones para temer.
En mi opinión, pues, el miedo tiene una
parte “racional” y una parte que podríamos llamar “vivencial”. La primera se compone de los pensamientos y
el diálogo interno, y la segunda, de las sensaciones tanto externas como
internas y de las reacciones corporales relacionadas con este sentimiento. Vale la pena adquirir herramientas para
manejar ambas facetas del miedo.
Para la parte racional, lo que yo
propongo es que nos planteemos y respondamos cuestionamientos como los
siguientes:
*
¿A qué le tengo miedo?
*
¿Qué siento que estoy perdiendo?
*
¿Qué me quiere decir mi miedo?
*
¿Qué es lo peor que puede suceder en esta situación que temo?
*
Si sucede, ¿Puedo “sobrevivir”?
*
¿Esto va a ser importante en un año?, ¿en cinco?
*
¿Qué recursos tengo para enfrentar esto?
*
¿Puedo pedir ayuda?
Cuando respondemos este tipo de
preguntas, nos hacemos conscientes de lo que hay detrás de ese miedo que
sentimos y también nos podemos dar cuenta de que la gran mayoría de las veces
la situación no es tan grave. Con este
manejo racional, la intensidad del miedo disminuye y el trayecto del
sentimiento se detiene.
Respecto a la parte “vivencial”, mi
propuesta es:
*
Verbalizarlo. Cuando hablamos de
un sentimiento, éste necesariamente cambia su forma e intensidad. Sobra decir que es importante elegir ante
quién hablarlo: un terapeuta, un buen
amigo, un familiar o cualquier persona de tu confianza.
*
Respiraciones profundas. El poder
de la respiración es enorme;
lamentablemente, desperdiciamos muchísimo este recurso. Puedes también visualizar que al inhalar
sacas de dentro de ti el sentimiento de miedo, y al exhalar lo expulsas.
*
Identifica en qué parte del tu cuerpo lo sientes. Luego, ponle una forma, un color, una
temperatura, un peso. Enseguida modifica
cada una de esas características de la manera que se sienta bien para ti. Por ejemplo, cámbiale de forma a una que te
parezca mejor, cámbiale el color, el peso, el tamaño, la temperatura, etcétera.
*
Consiente a tu niño interior.
Muchas, pero muchas veces, quien tiene miedo no es el adulto, sino el
niño interior que todos llevamos dentro.
Esta criatura necesita saber que está protegida, que no es su
responsabilidad resolver ese problema o enfrentar esa situación. Entonces, hay que hablarle a ese niño/a
interior y decirle algo como: “No te
preocupes, chiquita/o, yo me voy a hacer cargo de esto. Ya soy un adulto y además soy muy inteligente
y fuerte y sé resolver los problemas, y si no puedo, voy a buscar ayuda. Tú no tienes que solucionar/enfrentar esto,
yo lo voy a hacer. Yo te cuidaré, todo
saldrá bien”, etcétera. Te sorprenderá
cómo baja la intensidad de tu miedo y tal vez desaparezca.
Finalmente, te digo lo que siempre
recomiendo: “No me creas nada,
experiméntalo y convéncete por ti mismo”.
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