Del Libro “Una vaca se estacionó en mi lugar” de
Leonard Scheff / Susan Edmiston
PLEITO FAMILIAR
Cuando la ira surge entre miembros de la misma familia, la
situación es especialmente dolorosa. Una
vez que se arraiga, esa ira puede volverse crónica hasta que una persona rompa
el punto muerto. Veamos el caso de las
hermanas Kate y Jean.
Jean nació seis años después que Kate y, al igual que ocurre
con muchos recién nacidos, Kate se sintió destronada por la intrusa. Las cosas se pusieron peor cuando los padres
pidieron a Kate que se hiciera cargo de algunas tareas relacionadas con el
cuidado de la bebé y, tiempo después, quisieron que la llevara consigo a sus
clases de tenis y a otras actividades.
Cuando Kate obtuvo su licencia de conducir, sintió que se había
convertido en chofer de Jean. El
resentimiento hacia su papel y a su hermana menor creció.
El terminar la universidad, Kate se mudó y se convirtió en
maestra. Jean permaneció en la ciudad y
se volvió una contadora exitosa. Sus
padres le pedían asesoría financiera y, a medida que envejecían, delegaban cada
vez más sus asuntos económicos a Jean, hasta que llegó a controlar prácticamente
todas sus operaciones. Cuando Kate se
enteró, estalló y exigió que contrataran a un fiduciario independiente. Cuando Jean le dijo lo caro que resultaría
hacerlo, Kate propuso que se repartieran entre ambas los deberes
financieros. Jean se negó porque Kate
vivía demasiado lejos y, además, nunca había sido muy buena para administrar su
propio dinero.
Kate sintió que el único recurso era emprender una acción
legal. Cuando su abogado le dijo que
ésta no prosperaría, envió una carta a Jean donde la acusaba de robar el dinero
de sus padres. Ahora quien estalló fue
Jean. “¿Es eso lo que piensas de mi -
escribió -. Vete al demonio y no te
molestes en llamarme porque no quiero volver a saber de ti.”
Aquello pareció ser un distanciamiento permanente.
Algunos años después, Jean se dio cuenta de que las
tensiones tanto de su profesión como de hacerse cargo de los asuntos de sus
padres empezaban a afectar su salud. Por
recomendación médica, decidió probar la meditación, lo que despertó su
curiosidad por el budismo. Cuando leyó
cómo la ira actuaba como destructora de la felicidad, no pudo dejar de pensar
en su alejamiento de su hermana. Tras
leer algunas enseñanzas budistas sobre la ira, supo que necesitaba hablar con
Kate.
La reconciliación comenzó con pasos pequeños. Jean llamó a Kate y empezó por
disculparse: dijo que entendía por qué
su hermana se sentía así – Kate había sido excluida del proceso – y quería
arreglar las cosas. Kate dijo que
tendría que pensarlo. Al día siguiente,
llamó a Jean y tan sólo le dijo que necesitaba que la mantuviera informada de
las finanzas de sus padres. En la
conversación, Jean admitió su arrogancia al excluir a Kate de todo lo que
tuviera que ver con las decisiones de sus padres. En la conversación, Jean admitió su
arrogancia al excluir a Kate de todo lo que tuviera que ver con las decisiones
de sus padres. Varias llamadas después,
Kate confesó que su ira hacia Jean era un peso que había cargado durante mucho
tiempo y la aliviaba tener una oportunidad de reconciliarse. Hoy, las dos hermanas consultan entre sí
todas las decisiones importantes relacionadas con los asuntos de sus
padres. Incluso, Kate ha consultado a
Jean respecto de sus propias finanzas y se visitan siempre que pueden.
En este ejemplo, lo que parecía un rompimiento insalvable en
una relación importante logró sanar gracias a que Jean tuvo el valor de
acercarse y romper el estancamiento.
Cuando lo hizo, descubrió que Kate también sufría y poco a poco
agradeció la oportunidad de enmendar la situación.
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