domingo, 14 de abril de 2019

Del Libro “Una vaca se estacionó en mi lugar” de Leonard Scheff / Susan Edmiston



Del Libro “Una vaca se estacionó en mi lugar”  de  Leonard Scheff / Susan Edmiston





PLEITO  FAMILIAR

Cuando la ira surge entre miembros de la misma familia, la situación es especialmente dolorosa.  Una vez que se arraiga, esa ira puede volverse crónica hasta que una persona rompa el punto muerto.  Veamos el caso de las hermanas Kate y Jean.
Jean nació seis años después que Kate y, al igual que ocurre con muchos recién nacidos, Kate se sintió destronada por la intrusa.  Las cosas se pusieron peor cuando los padres pidieron a Kate que se hiciera cargo de algunas tareas relacionadas con el cuidado de la bebé y, tiempo después, quisieron que la llevara consigo a sus clases de tenis y a otras actividades.  Cuando Kate obtuvo su licencia de conducir, sintió que se había convertido en chofer de Jean.  El resentimiento hacia su papel y a su hermana menor creció.
El terminar la universidad, Kate se mudó y se convirtió en maestra.  Jean permaneció en la ciudad y se volvió una contadora exitosa.  Sus padres le pedían asesoría financiera y, a medida que envejecían, delegaban cada vez más sus asuntos económicos a Jean, hasta que llegó a controlar prácticamente todas sus operaciones.  Cuando Kate se enteró, estalló y exigió que contrataran a un fiduciario independiente.  Cuando Jean le dijo lo caro que resultaría hacerlo, Kate propuso que se repartieran entre ambas los deberes financieros.  Jean se negó porque Kate vivía demasiado lejos y, además, nunca había sido muy buena para administrar su propio dinero.
Kate sintió que el único recurso era emprender una acción legal.  Cuando su abogado le dijo que ésta no prosperaría, envió una carta a Jean donde la acusaba de robar el dinero de sus padres.  Ahora quien estalló fue Jean.  “¿Es eso lo que piensas de mi - escribió -.  Vete al demonio y no te molestes en llamarme porque no quiero volver a saber de ti.”
Aquello pareció ser un distanciamiento permanente.
Algunos años después, Jean se dio cuenta de que las tensiones tanto de su profesión como de hacerse cargo de los asuntos de sus padres empezaban a afectar su salud.  Por recomendación médica, decidió probar la meditación, lo que despertó su curiosidad por el budismo.  Cuando leyó cómo la ira actuaba como destructora de la felicidad, no pudo dejar de pensar en su alejamiento de su hermana.  Tras leer algunas enseñanzas budistas sobre la ira, supo que necesitaba hablar con Kate. 
La reconciliación comenzó con pasos pequeños.  Jean llamó a Kate y empezó por disculparse:  dijo que entendía por qué su hermana se sentía así – Kate había sido excluida del proceso – y quería arreglar las cosas.  Kate dijo que tendría que pensarlo.  Al día siguiente, llamó a Jean y tan sólo le dijo que necesitaba que la mantuviera informada de las finanzas de sus padres.  En la conversación, Jean admitió su arrogancia al excluir a Kate de todo lo que tuviera que ver con las decisiones de sus padres.  En la conversación, Jean admitió su arrogancia al excluir a Kate de todo lo que tuviera que ver con las decisiones de sus padres.  Varias llamadas después, Kate confesó que su ira hacia Jean era un peso que había cargado durante mucho tiempo y la aliviaba tener una oportunidad de reconciliarse.  Hoy, las dos hermanas consultan entre sí todas las decisiones importantes relacionadas con los asuntos de sus padres.  Incluso, Kate ha consultado a Jean respecto de sus propias finanzas y se visitan siempre que pueden.
En este ejemplo, lo que parecía un rompimiento insalvable en una relación importante logró sanar gracias a que Jean tuvo el valor de acercarse y romper el estancamiento.  Cuando lo hizo, descubrió que Kate también sufría y poco a poco agradeció la oportunidad de enmendar la situación. 


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