jueves, 29 de enero de 2015

El bambú japonés… Autor desconocido




El bambú japonés… Autor desconocido


No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha  requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada, halándola con el riesgo de echarla a  perder, gritándole con todas sus fuerzas: ¡Crece, por favor!
 Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te encargas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primeros  siete años, a tal punto que, un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.
 Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de treinta metros! ¿Tardó sólo seis semanas crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este  bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener  el crecimiento que iba a tener después de ese periodo.
 En la vida cotidiana, muchas veces queremos  encontrar soluciones rápidas y triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.  De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones  estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo.  Y esto puede ser extremadamente frustrante.

 En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés ayuda, y aceptar que –en tanto no bajemos los brazos– ni abandonemos por no "ver" el resultado que esperamos, sí está sucediendo algo dentro de nosotros: estamos creciendo, madurando. Quienes no se dan por vencidos, están gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice. Si no consigues lo que anhelas, no desesperes… quizá  sólo estés echando raíces.   


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