viernes, 31 de mayo de 2013

Del Libro “Una vaca se estacionó en mi lugar” de Leonard Scheff / Susan Edmiston




Un viernes durante una sesión de terapia de pareja, una mujer le dijo a su esposo que le gustaría que él le regalara flores;  no sólo en su cumpleaños o en su aniversario de bodas, sino simplemente como una expresión de su afecto por ella.  La siguiente semana, el esposo llamó al florista y éste le envió un espléndido ramo con una nota que decía:  “Te amo”.  El siguiente viernes, él llegó a la sesión suponiendo que por fin había hecho algo bien.  En cambio, su esposa estaba ofendida porque, aunque él le había enviado flores, no había firmado la tarjeta.
Era obvio que la esposa tenía varias peticiones no expresadas;  Su esposo tenía que saber, sin que se lo pidiera, que debía darle regalos de vez en cuando y sin una razón en particular.
Si ella tenía que pedirlo, el regalo no contaba.
Si su esposo le daba un regalo, no debía tan sólo ordenarlo por teléfono, sino tomarse la molestia de personalizarlo.
El deseo de la esposa por un tipo de sensibilidad e intimidad que se expresa por medio de un regalo espontáneo quizá  no había formado parte de la experiencia del esposo.
Ella pudo haber elegido apreciar el regalo en vez de fijarse en lo que faltaba.  En lugar de enojarse, pudo haber dicho;  “Gracias por el ramo tan hermoso”.  Al recompensar sus esfuerzos, ella pudo haber creado una cordialidad entre los dos que condujera a una mayor intimidad.
Muchas relaciones están en riesgo porque uno o más de los participantes tienen exigencias incumplidas de las cuales no se dan cuenta o no están dispuestos a expresarlas.  Estas relaciones pueden ser entre esposos, amantes, vecinos, socios o miembros de una organización.  Mientras más importante sea la relación – por ejemplo, un matrimonio en comparación con la pertenencia a un club de lectura – más tienen que perder sus partes.  Donde hay mucho que perder es menos probable que las personas involucradas hagan explícitas sus demandas, porque el riesgo de hacerlo es mayor.
Quizá uno de los cónyuges tema que si el otro sabe cuánta es su necesidad, ese hecho podría perjudicar la relación.  Otro miedo común es del siguiente tipo:  “Si la gente se entera quién soy o qué quiero en realidad, me va a rechazar o algo peor”.  Un tercer miedo es sentirse rechazado por la eventual negativa de la otra persona a satisfacer la demanda.
Expresar  tus deseos tal vez sea un paso esencial para cumplirlos, pero no garantiza que se cumplan.  A veces la gente se guarda sus exigencias para sí porque entiende que manifestarlas conlleva un riesgo.  Por ejemplo, un hombre podría desear que su esposa no se oponga a que él tenga una amante.  En este caso, es improbable que la relación mejore al expresarse la petición.  La esposa, por su parte, podría esperar que su esposo respete los votos matrimoniales y le sea fiel.  La restricción de ambas partes respecto de expresar sus deseos subyacentes podría ser todo lo que mantiene intacta la relación.
Sin embargo, podría ser constructivo terminar con una relación en la que no se puedan cumplir peticiones importantes.   A menudo, perpetuamos relaciones que no satisfacen nuestras necesidades porque tenemos un sentimiento de escasez.  Es decir,  no estamos dispuestos  a aceptar el riesgo de dejar la relación que tenemos por creer que no somos capaces de encontrar una que satisfaga mejor nuestras necesidades.  Dejar nuestra vida estancada es otra manera de perpetuar nuestra ira.
No hay regla que sostenga que tenemos que dejar que las otras personas conozcan nuestras exigencias.  Podemos elegir no revelarlas.  Sin embargo, debemos ser conscientes de las consecuencias de mantener en secreto nuestras necesidades.

Ejercicio
EXPRESA TUS NECESIDADES
¿Tienes necesidades que esperas que se cumplan y que no has expresado a las personas importantes en tu vida?  Enlístalas aquí.  Será muy útil que pienses en las personas importantes de tu vida, una a la vez, y si acaso tienes algún sentimiento de ira o insatisfacción hacia ellas y, si es así, por qué.
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Examina cada una de tus demandas y pregúntate si crees que se cumplirán si las expresaras.  ¿No las has expresado por miedo a hacerlo o porque supones que la otra persona debería saberlo sin que se lo dijeras?  ¿Esperas, inconscientemente, que tu pareja, o quienquiera que sea, sea capaz de leerte la mente?

Experimenta haciendo peticiones; quizá no todas a la vez, sino una por una.  Si por alguna razón no estás dispuesto a revelar lo que quieres, pregúntate si tu razón para no hacerlo es válida.  Si lo es, al menos entenderás tu papel y tu responsabilidad en la ira que sientes cuando no se cumple tu exigencia.  En otras palabras, es importante que reconozcas que tienes una opción y nada te impide actuar en la situación. 

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4 comentarios:

  1. A donde consigo el libro vivo el la ciudad de mexico y no lo he podido comprar

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  2. A donde consigo el libro vivo el la ciudad de mexico y no lo he podido comprar

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