miércoles, 6 de marzo de 2024

 

Del libro: “Saber perdonar” de  Rosa Argentina Rivas Lacayo

 



En ocasiones, cuando lastimamos a alguien, queremos mostrar nuestro arrepentimiento a través de detalles y gestos agradables, pero estas conductas, a pesar de ser sinceras, no pueden sustituir que pidamos perdón de manera directa.

Como prevención, si realmente deseamos pedir perdón, debemos ser conscientes, como lo apunta la doctora Abrahms, de que hay ciertas maneras de hacerlo que casi nunca resultan adecuadas.

1.-  La rapidita.  Consiste en decir cualquier tontería tan rápida y simple como: “Lo lamento”, sin procurar un diálogo que muestre un sentimiento auténtico.

2.-  La del inconsciente.  Se expresa diciendo cosas como: “Perdóname por lo que haya hecho que esté mal”, lo que supone en realidad:  “No quiero darme cuenta de lo que efectivamente sucedió”.

3.-  La endurecida. Cuando decimos frases como: “Perdóname si es que herí tus sentimientos”, mostramos no tener sensibilidad ante el dolor que pudimos haber causado.

4.-  La de mala gana. Al decir algo como: “Ya te dije que lo siento, qué más quieres”, mostramos que, en el fondo, no quisiéramos tener que pedir perdón.

5.-   La convenenciera.  Mostramos que nuestro pedir perdón está condicionado por nuestros propios intereses, cuando decimos frases como: “Sé que me va a ir peor si no te pido perdón, así que perdóname”.

6.-  La justificada.  Decir:  Lamento haberlo hecho pero tú tampoco eres un santo”, muestra que sentimos que, de alguna manera, puede estar justificado lo que hicimos.

7.-  La despreciativa.  Cuando queremos minimizar el impacto de lo que hicimos y consideramos que el ofendido no tiene mayor razón de sentirse como se siente, decimos frases como: “Lamento haberte lastimado pero tampoco fue para tanto”.

8.-  La inyectadora de culpa.  Cuando cuestionamos y decimos:  “¿De verdad quieres que te pida perdón por eso? Damos a entender que el ofendido debe sentirse mal al esperar que le pidamos perdón.

 

Siempre será importante recordar que cuando alguien manifiesta haber sido lastimado, aun cuando no fue nuestra intención hacerlo o cuando no percibimos que lo que nosotros hemos hecho sea motivo para que la persona se sienta lastimada, la realidad es que el ofendido siente dolor y siempre será necesario expresar que lo lamentamos y pedir perón.  Si este acto se hace con sinceridad ayudará a que la relación mejore, pero si únicamente se hace para “llevar la fiesta en paz”, con el tiempo la relación se deteriorará cada vez más.

Una expresión como:  “En realidad lo siento, pero creo que exageras” tan sólo implica que reconozco el aspecto social del perdón y no el dolor de la herida.  Decir: “Yo no tengo por qué pedirte perdón” muestra que no tenemos ningún interés real y afectivo por la otra persona.  Si no reconocemos lo que el otro siente, aunque nuestra percepción sea distinta, nunca daremos ni el aire, ni el son, ni el agua que toda planta requiere para crecer, lo mismo que toda relación.

La mejor manera de abordar a la persona a la que hemos hecho daño o hemos tratado con insensibilidad es reconociendo la verdad con franqueza y pidiéndole perdón.

 

Necesitamos aprender a escuchar las emociones soterradas que pueden estar detrás de la ira de quien hemos lastimado, así como sus necesidades de reconocimiento y compañía.  De igual forma, procuremos ser francos al reconocer los sentimientos propios que os llevaron a actuar como lo hicimos. Casi todos nosotros hemos sentido, alguna vez, que teníamos que defendernos ocultando, a través de nuestra agresión, sentimientos de temor o soledad.

 

  Pedir perdón puede ser un acto de humildad y liberación, pero sólo cuando lo hacemos de corazón y sin expectativas.


.

No hay comentarios:

Publicar un comentario