Del libro “Del
otro lado del miedo” de Mario Guerra
MIEDO A EQUIVOCARSE
No tengas miedo de cometer errores.
Pero si lo haces, comete otros nuevos.
La vida es demasiado corta para tomar
la decisión equivocada dos veces.
JOYCE RACHELLE, escritora.
No es casualidad
que este miedo esté presente en tantas personas si reflexionamos acerca del
hecho de que ante los errores sostenemos una actitud ambivalente; es decir,
muchas veces estamos más dispuesto a perdonar los de los otros, pero somos
extremadamente críticos con los propios. Una vez más aparecen las voces que
vienen desde el interior de la cueva.
Si nuestra salud
mental es buena, entenderemos que un niño pequeño que comete errores lo hace
porque está aprendiendo, pero aun así invertimos gran cantidad de energía
tratando de enseñarles a no cometerlos, y menos enfrente de los demás. Es un poco de ese otro miedo muy conocido: el
temor al “qué dirán”.
De hecho, a veces
se cree que el refuerzo positivo con los niños los hará cometer menos
errores. Decirle a un niño que es muy
inteligente o que lo hecho muy bien sólo cuando ha obtenido un resultado
esperado puede ser contraproducente.
Debemos elogiar el esfuerzo más que el resultado. Hacerles creer que equivocarse está “mal”
hace que los niños tengan miedo de arriesgarse a cosas más complejas por el
miedo a no hacerlas “bien” y sentirse humillados ante los demás al quedar como
“tontos.” Los niños que sienten que el
esfuerzo es más importante que parecer inteligente ante los demás suelen estar
menos temerosos y más dispuestos a enfrentar retos cada vez más complejos. Entonces, ¿hay que dejar que se equivoquen
sin intervenir nunca? Yo no dije eso; lo que quiero decir es que conviene que
evitemos como padres malignizar los errores de los hijos para no crear
involuntariamente monstruos en su cabeza.
Nadie es feliz
cometiendo errores; de hecho, no nos gusta mucho equivocarnos y es esa
sensación la que de forma natural hace que busquemos enmendar y mejorar. Pero
de eso a temerle, hay un gran paso y no precisamente positivo. El miedo a
equivocarnos puede hacernos evitar encuentros sociales, aprender algo nuevo o
postergar una tarea por miedo a hacerla mal.
Aquí es de
utilidad recordar que la evolución de la vida en la Tierra, incluyendo por
supuesto a nuestra especie, parece ser el resultado de un proceso de millones
de años de “ensayo-error.” Somos el
mejor resultado posible porque otras combinaciones menos aptas no
sobrevivieron. Aun así, como dije,
tenemos un doble rasero; si un amigo se equivoca, le decimos que no se sienta
mal porque los errores son parte del crecimiento y del aprendizaje natural. Si
nos pasa a nosotros, simple y llanamente somos unos imbéciles.
El miedo a
equivocarse muchas veces no viene solo y puede conducir a algunas personas a
desarrollar procesos ansiosos que los hagan caer en una obsesiva búsqueda de
una supuesta perfección. Sin embargo, como no importa qué tan bien se hagan las
cosas, siempre pueden hacerse al menos un poco mejor, el perfeccionista sufre
de manera interminable a manos de la frustración e insatisfacción eternas y,
por supuesto, hace sufrir a otros con sus rígidas reglas, descalificación y
regaños constantes. Los perfeccionistas
son menos arriesgados, siempre buscan ir a la segura y, no pocas veces, por su
ansiedad, hacen las cosas peor que el resto (o, al menos, las hacen menos
disfrutables).
El miedo a
cometer errores que conduce al perfeccionismo también es causa de algo que se
conoce como “comportamientos de seguridad” que son como pequeños y meticulosos
comportamientos para protegerse de los peligros percibidos. Una persona
perfeccionista puede pasar horas dedicada a una actividad para asegurarse de
que esté libre de errores.
Por cierto, los
padres perfeccionistas son los que más influyen en el miedo a cometer errores
en sus hijos y es algo que, de no tratarse, pueden arrastrar hasta la vida
adulta empezando el ciclo otra vez. Como
ya dije, el miedo a cometer errores y el miedo a la humillación van de la
mano. Si creemos que equivocarse en algo
es lo peor que nos puede pasar, es como si estuviéramos violando una regla
social y de ahí a la humillación no hay nada de distancia.
¿Cómo tratar este tipo de miedo? Curiosamente
entrando a la cueva, es decir, haciendo lo que más temes, pero de manera
controlada. Cometiendo de manera
intencional pequeños errores e imperfecciones de consecuencias leves para que
vayas familiarizándote con tu humanidad.
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