Del libro “Los 6 talentos laborales” de Patrick Lencioni
Los tres talentos receptivos son: pensamiento,
discernimiento e influencia.
Las personas que sobresalen en PENSAMIENTO responden
a su entorno observando la organización, la industria o el mundo que les rodea
para generar preguntas. No se proponen
necesariamente cambiar el mundo que les rodea. Simplemente lo contemplan, lo
asimilan y dejan que sus observaciones se desarrollen.
Los que tienen más DISCERNIMIENTO responden a las
ideas o propuestas de los inventores, aportando comentarios, consejos o
asesoramiento. Son una parte importante
del proceso de innovación, pero no son necesariamente los que lo provocan. Mas allá de la innovación, a menudo responden
a lo que el mundo les pone delante, e incluso lo seleccionan.
Las personas con INFLUENCIA responden a las
peticiones expresadas de los demás, en la mayoría de los casos de alguien que
solicita apoyo. Están dispuestos a proporcionar lo que necesita, e incluso son
tan buenos adivinando lo que se desean que empiezan a proporcionarlo antes de
que se haya especificado o solicitado completamente. Pero generalmente no
inician el apoyo hasta que se necesita.
Los tres talentos disruptivos son: creatividad,
facilitación y tenacidad.
Las personas con CREATIVIDAD ven un problema y
proponen una solución novedosa que desafía el statu quo. Disfrutan de la
oportunidad de crear caos útiles y, por tanto, de añadir valor a una situación.
Los que tienen el don de la FACILITACIÓN son
claramente disruptivos. Inician el cambio reuniendo a la gente, llamando a
otros para que se alisten en un proyecto o programa. Reclutan, organizan e
inspiran a los demás, lo que, por definición, hace que la gente cambie sus
prioridades en torno a lo que hay que hacer.
Las personas con TENACIDAD crean disrupción
identificando los obstáculos o las barreras y sorteándolos. Están decididos a
completar un proyecto sin importar lo que se interponga en el camino. Llevan a
cabo cualquier cambio que sea necesario para lograr el éxito, independientemente
de lo que haya que alterar en el proceso.
Es habitual que la gente valore más el talento disruptivo
que el receptivo. Por supuesto, esto es incorrecto y peligroso. Los talentos
receptivos y los disruptivos se alternan en el curso del trabajo, creando una
especie de equilibrio y sinergia que es necesaria. Sin reflexionar o cuestionar,
por ejemplo, no sirve de nada la creatividad. Y sin la evaluación y
discernimiento de la idea de un inventor, esa invención tendrá muchas menos
posibilidades de éxito. Y sin ayuda, el motivador más persuasivo no conseguirá
que un programa se ponga en marcha. No cabe duda de que los talentos
receptivos y los disruptivos son igualmente valiosos en el proceso de trabajo
eficaz.
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