Del libro “Nadie
da lo que no tiene” de Dres. Arturo y Silvana Rohana
Manejando el castigo: principios básicos
Ningún niño es
perfecto. Aun con las mejores reglas,
los niños no cumplirán todas sus responsabilidades. Cuando esto sucede, deben responsabilizarse,
aceptando las consecuencias de su conducta.
Si los niños se van a convertir en adultos responsables, es necesario
que comprendan que todas sus acciones, buenas
o malas, tendrán consecuencias.
Cuando ellos han
tenido experiencia suficiente con esta idea, y han vivido con un sistema
disciplinario justo pero firme, los niños se convierten en personas que se disciplinan
a sí mismas.
Los castigos son más efectivos cuando se
administran en el momento correcto, por un padre que está calmado y mantiene
las cosas en perspectiva. Estos principios parecen ser de sentido
común, pero pueden ser difíciles de
recordar en el momento en que un niño se está portando mal.
Elegir el tiempo
correcto es a menudo la clave del castigo, ya que éste no tiene sentido a menos
que siga inmediatamente después de la conducta negativa. Pero con frecuencia las madres dicen cosas
como éstas:
- - Verás lo que te pasará cuando llegue tu
padre a casa.
Entonces, cuando
el padre llega a la casa, se convierte en el “ogro”, castigando al niño por
una travesura que ya pasó. Es mucho más
efectivo para la madre castigar al niño de inmediato. O bien ella puede discutir alternativamente
la conducta con el niño justo en ese momento y en ese lugar.
La segunda regla
de una buena disciplina es permanecer
calmados. Los padres a menudo
encuentran difícil apegarse a un sistema cuando sus hijos reaccionan enojados
al castigo. Los padres necesitan
recordarles a los niños las alternativas que están disponibles y el hecho de
que este castigo es la consecuencia de
la elección hecha por ellos.
- - Eres muy malo. No me dejas salir. Ya les había dicho a mis amigos que tenía
permiso.
- - Mmm, pero tú no hiciste lo que acordamos. ¿O sí? Dijimos que si
terminabas tu tarea podrías salir, si no, no podrías.
- - Sí, pero mis amigos se van ahorita; no me
pueden esperar.
- - ¡Eres muy malo!
La clave para
poder tener una conversación como ésta es la disciplina personal: los padres tienen que detenerse, tratar
de relajarse, pensar cuidadosamente y después proseguir, aplicando una
penitencia de acuerdo a la seriedad de la acción.
Un padre
que muestra autocontrol en los momentos de ira es un excelente modelo de
conducta para el niño, y
también enseñará los conceptos de justicia y propiedad al mantener las cosas en
perspectiva.
Además de
permanecer calmados y razonables, los padres deben tener una perspectiva cuando
están castigando a sus hijos. Nada puede
enojar tanto a un padre que ver que su hijo se porta mal: este sentimiento a
menudo viene de las experiencias no resueltas dela niñez.
Pero esta
conducta a menudo sólo es un inocente error de parte del niño y los padres
tienen que aprender a verlo de esta manera.
Sólo en la mente de los padres existe otra razón, la cual puede enviar
las cosas fuera de proporción. La clave
es recordar todo esto en un momento de ira y ver la conducta tal cual es.
El siguiente paso
es hacer que el castigo se adapte a la falta.
Por ejemplo, cuando una madre regresa a casa después del trabajo,
cansada e irritada, su hijo puede ir llegando justo del parque de diversiones.
Cuando su mamá se ha dado cuenta que no ha terminado su tarea, puede perder el
control y empezar a gritar:
- - ¡Estoy
trabajando a muerte y tú te la pasas todo el día jugando¡ ¡Apuesto a que ni
siquiera has empezado tu tarea¡
En lugar de explotar, podría resultarle mejor
tomar un minuto para calmarse y pensar, recordando que sus padres siempre le presionaban
para hacer su tarea en lugar de darle suficiente tiempo para divertirse. Después ella puede actuar apropiadamente de
acuerdo a la situación. Un enfoque más
efectivo para el niño podría ser relajarse un poco y luego explicarle:
- - Sé que necesitas tiempo para jugar, Bobby,
pero tú sabes que tienes que cumplir con tus obligaciones. Tienes una hora antes de la cena, aprovéchala
y haz tu tarea.
Así, el castigo
apropiado es suficiente. Dramatizar
no ayuda. De hecho, los padres que hablan mucho sobre castigos o los que los aplican
excesivamente, encuentran que sus hijos empiezan a mostrar signos de marcada rebeldía.
EN
SINTESIS
Para que un
castigo sea efectivo, siempre se debe aplicar en el momento adecuado, firme,
calmado, y apropiado. Para regresar al
punto que tratamos al principio del capítulo, es más efectivo reforzar la conducta positiva que castigar la negativa:
más que nada, los niños requieren afecto y atención de sus padres.
Todos los niños prefieren mil veces más un beso
que un manazo, pero a
menudo quieren llamar la atención tanto que hacen que sus padres los
golpeen. En momentos como estos, desafortunadamente
los padres se ven a sí mismos siguiendo a lo que el niño los conduce, en lugar
de hacer lo que ellos saben que es lo mejor.
Cuando el niño se
tira sobre el suelo a hacer berrinche, puede ser duro de recordar ofrecerle una
atención positiva en lugar de una negativa.
Pero en el largo plazo, la atención positiva para una buena conducta
hace a todos más felices que una reacción negativa para un mal comportamiento.
Además, toda la atención positiva que
los padres le dan a sus hijos hará que se
sientan importantes y amados. Los hijos que se sienten así, no necesitan
portarse mal.
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