Del libro “Hijos
tiranos o débiles dependientes” de Martha Alicia Chávez
¿HAY QUE DEFENDER A LOS NIÑOS?
¿Qué hacer cuando
nuestro hijo es molestado, agredido o humillado por un familiar, un compañero o
un maestro de la escuela?
Unos padres me
llevaron a consulta a su hijo de 9 años, quien era constantemente molestado por
su “gracioso” tío, quien siempre que lo encontraba en casa de la abuela y desde
el principio hasta el final del encuentro se la pasaba haciendo bromas pesadas sobre
el niño: sus piernas regordetas, sus lentes, su cara redonda, su pelo, sus
dientes y toda su persona. El niño
estaba ciscado a tal punto que ya no quería ir a casa de la abuela por el temor
a encontrarse con el tío. Los padres
nunca lo habían defendido, porque se encontraban confundidos sobre la manera en
que debían actuar ante tal situación.
El hermano de 22
años, de un niño de 7, lo molestaba constantemente burlándose de él, inventándole humillantes sobrenombres
y ridiculizándolo en público. Sus padres
lo permitían para que el niño aprendiera a defenderse.
Una niña de
cuarto grado de primaria recibía sin motivo alguno constantes regaños, críticas
y desaprobación sobre prácticamente todo lo que hacía por parte de la amargada
monja que era su maestra. Con frecuencia
sus “llamadas de atención” eran burlas humillantes que lanzaba con toda la
intención de que todo el grupo se riera de ella. ¡Quién sabe qué proyecciones inconscientes
reflejaba esa maestra sobre su alumna!, pero se estaba pasando de la raya y
todas las compañeritas de la niña coincidían en que la maestra “la traía”
contra ella. Los padres eran muy
conservadores y creían que de ninguna manera debían intervenir con la autoridad
de la maestra, mucho menos por tratarse de una moja.
Cuando un niño es molestado, humillado,
ridiculizado o agredido POR UN ADULTO, los
padres debemos intervenir. Los
niños por lo general no se atreven, y por tanto, no disponen de los recursos
para defenderse solos de un adulto, sobre todo si es una figura de autoridad. Si bien no se trata de que a la primera
corramos a defender a nuestro cachorro, sí hay que hacerlo cuando se ha
establecido un patrón de abuso emocional hacia el niño, como en los casos que
he mencionado.
En el primer
caso, los padres hablaron con el tío y le dijeron que bastaba ya de tratar así a su hijo, que la próxima vez que lo
hiciera se irían de inmediato porque ya no estaban dispuestos a
permitirlo. Le explicaron cómo lo estaba traumatizando con todas esas burlas sobre su aspecto físico. El tío primero se hizo el ofendido y amenazó
con no volver a pararse en las reuniones familiares – es común que los
abusadores reaccionen así cuando se les ponen límites –, pero tres semanas
después volvió a integrarse a las reuniones, habló con el sobrino y le ofreció
disculpas. Su actitud hacia el niño cambió drásticamente desde entonces.
En el segundo
caso, los padres entendieron que la diferencia de edades entre sus hijos era
enorme y, aunque fueran hermanos, se trataba de un adulto contra un niño, el
hijo adulto no tenía derecho a tratar así al niño. El padre habló con el hijo de 22 y le puso
las cosas bien claras. También le
explicó la gran influencia que un
hermano mayor tiene sobre la autoestima de su hermano menor y cómo él se la
estaba afectando con sus burlas y
horribles sobrenombres. El hijo
adulto comprendió la situación y, ante los claros y determinantes límites
que le puso el padre, dejó de molestar a su hermano.
En el caso de la
maestra amargada, los padres pidieron una cita con ella y le preguntaron qué
era lo que hacía tan mal su hija para que constantemente fuera regañada. La monja negó todo, pero los padres creían en su hija, lo cual es hermoso, porque a veces
los padres no creen en lo que sus hijos les dicen sobre alguna persona que de
alguna manera los está molestando. Como
no encontraron apertura ni disposición en la monja, hablaron directamente con la directora, quien no estaba enterada
de la situación y enfrentó a la monja en privado. Quién sabe que descubriría y que acciones tomaría
en esa entrevista con ella, pero a partir de entonces la situación cambió.
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