jueves, 9 de noviembre de 2017

Del Libro “Los 7 peores errores que cometen los padres” de John & Linda Friel



Tú puedes descubrir que algo del dolor que experimentas como padre es causado, al menos en parte, por algunos de estos SIETE errores de la paternidad.

1)       Mimar a tu hijo
2)       Dejar tu matrimonio en último término
3)       Someter a tu hijo a una actividad excesiva
4)       Ignorar tu vida emocional o espiritual
5)       Querer ser el mejor amigo de tu hijo
6)       No ofrecerle a tu hijo una estructura
7)       Esperar que tu hijo haga realidad tus propios sueños.





ESPERAR QUE TU HIJO HAGA REALIDAD TUS PROPIOS SUEÑOS

La mayoría de los padres no pretenden ser arrogantes cuando empujan a sus hijos hacia una carrera determinada, pero hacerlo representa casi siempre un error que denota arrogancia. En ocasiones no significa arrogancia, sino una necesidad imperiosa.  En “los viejos tiempos”,  las opciones profesionales eran muy limitadas.

En 1998 se hizo una encuesta a estudiantes de vocacional, sobre si habían considerado alguna vez estudiar la misma carrera de alguno de sus padres.  Un gran 62% dijo “no”.  Con esto en mente, imagina que tu hijo tiene un verdadero talento como artista y que quiere estudiar en la escuela de arte.  Durante al menos dos generaciones, tu familia se ha compuesto de científicos, abogados y empresarios;  profesiones “duras” opuestas a las “blandas”.  Desde un principio, lo conduces poco a poco hacia una de estas carreras…. 


Ejemplos de cómo criar niños íntegros y competentes….

1)  Especialización en arte y diseño
Al parecer tu hijo tiene talento genuino como artista. En la escuela le va bien en todo, pues es brillante como tú.  Has visto la transformación de su cara cuando participa, piensa o está absorto en actividades artísticas.  Tu corazón se alegra ante su descubrimiento del sentido de la vida.  Lo que más te emociona no es que vaya a haber un artista en la familia.  Lo más estimulante consiste en que tu hijo se ha conectado con su objetivo, el determinado por sus genes y sus experiencias infantiles.  La emoción de verlo perseguir sus sueños es inmediata en ti, porque tú has hecho lo mismo;  sabes lo que es ir por algo tan tentativo al principio, pero finalmente tan comprometedor y correcto.  Has experimentado la emoción de descubrir tu propia identidad. 
Conforme se acerca a su primer año universitario, se descubre a sí mismo caminando hacia la oficina de asesoría académica y cambiando su especialización a arte y diseño.  El cambio siempre es un poco intimidante, y nunca se puede estar seguro de cómo  reaccionarán nuestros seres queridos ante nuestras decisiones.  Se hace a sí mismo una serie de preguntas rápidas:  ¿Estoy siendo impulsivo? ¿Estoy evadiendo algo? ¿Estoy tomando el camino fácil? ¿Realmente podré vivir de esto? ¿Cómo me sentiré frente a la familia cuando todos los demás tienen profesiones más tradicionales? ¿Qué pasará si después de cinco años descubro que tomé la decisión equivocada y cambio de nuevo a mitad de curso? ¿Pensarán que estoy loco?  Estas son preguntas maravillosas;  son lo que hace que la vida valga la pena y sea tan fascinante, misteriosa y atractiva.  Cuando un niño se hace estas preguntas, está trabajando con su identidad.

Un estudiante preuniversitario es perfectamente capaz de encontrar las respuestas, pero sólo si su familia puede respaldarlo en las buenas y en las malas.  Piensa en el mensaje que le damos a nuestros hijos preuniversitarios al decirles:  “Vemos que estás lidiando con tu decisión sobre tu futura profesión.  Nos gusta eso de ti.  Sabemos que vas a encontrar lo que estás buscando.  No podemos hacerlo por ti.  Recuerda que no tienes que vivir perfectamente, y que la única manera de saber cuál es tu verdadero camino consiste en cometer errores.  Si hay alguna forma razonable mediante la cual podamos ayudar, háznosla saber.  De lo contrario,  ¡arriésgate!”
El mensaje es:  “Nos emociona contemplar tu crecimiento. Sabemos que puedes hacerlo.  La lucha es buena.  Eres competente.  Es bueno correr riesgos calculados.  Te querremos sin importar lo que suceda.  Nos gusta verte luchar con la vida.  Eso es bueno para el alma.”

2)  La intérprete de tuba
Tienes “esa plática” con tu hija de primaria.  Ya sabes, la de tocar un instrumento musical.  Ella lo piensa, y después dice que lo platicará con su maestra de música.  Unos cuantos días después, regresa a casa y anuncia que quiere tocar un instrumento musical.
- ¿Qué has escogido, querida? - Preguntas…
- “¡La tuba!”  Exclama ella.  “¡Es tan padre! ¡Siempre pensé que la tuba era padre!  Además, mi maestra me dijo que necesitaban una intérprete de tuba!”  No tienes nada en contra de la tuba.  Sin la tuba, la banda o la orquesta carecerían de compás e impulso, te dices a ti mismo.  Otra parte de ti susurra: “Esperaba que ella eligiera el violín o el piano.”  Decides callar y apoyarla en su decisión, diciéndole que está bien.  Dos días después, descubres que sigues molesto por la situación.  Pero eres un buen padre, y sabes que debes dejar que tu hija descubra lo que es mejor para ella.





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