Tú puedes descubrir que algo del dolor que experimentas como padre es
causado, al menos en parte, por algunos de estos SIETE errores de la paternidad.
1) Mimar a tu hijo
2) Dejar tu matrimonio en
último término
3) Someter a tu hijo a una
actividad excesiva
4) Ignorar tu vida emocional
o espiritual
5) Querer ser el mejor amigo
de tu hijo
6) No ofrecerle a tu hijo
una estructura
7) Esperar que tu hijo haga realidad tus propios sueños.
ESPERAR QUE TU HIJO HAGA REALIDAD TUS PROPIOS
SUEÑOS
La mayoría de los
padres no pretenden ser arrogantes cuando empujan a sus hijos hacia una carrera
determinada, pero hacerlo representa casi siempre un error que denota
arrogancia. En ocasiones no significa arrogancia, sino una necesidad
imperiosa. En “los viejos tiempos”, las opciones profesionales eran muy
limitadas.
En 1998 se hizo
una encuesta a estudiantes de vocacional, sobre si habían considerado alguna
vez estudiar la misma carrera de alguno de sus padres. Un gran 62% dijo “no”. Con esto en mente, imagina que tu hijo tiene
un verdadero talento como artista y que quiere estudiar en la escuela de arte. Durante al menos dos generaciones, tu familia
se ha compuesto de científicos, abogados y empresarios; profesiones “duras” opuestas a las
“blandas”. Desde un principio, lo
conduces poco a poco hacia una de estas carreras….
Ejemplos de cómo criar niños íntegros y
competentes….
1) Especialización en arte y diseño
Al parecer tu
hijo tiene talento genuino como artista. En la escuela le va bien en todo, pues
es brillante como tú. Has visto la
transformación de su cara cuando participa, piensa o está absorto en
actividades artísticas. Tu corazón se
alegra ante su descubrimiento del sentido de la vida. Lo que más te emociona no es que vaya a haber
un artista en la familia. Lo más
estimulante consiste en que tu hijo se ha conectado con su objetivo, el
determinado por sus genes y sus experiencias infantiles. La emoción de verlo perseguir
sus sueños es inmediata en ti, porque tú has hecho lo mismo; sabes lo que es ir por algo tan tentativo al
principio, pero finalmente tan comprometedor y correcto. Has experimentado la emoción de descubrir tu
propia identidad.
Conforme se
acerca a su primer año universitario, se descubre a sí mismo caminando hacia la
oficina de asesoría académica y cambiando su especialización a arte y
diseño. El cambio siempre es un poco
intimidante, y nunca se puede estar seguro de cómo reaccionarán nuestros seres queridos ante
nuestras decisiones. Se hace a sí mismo
una serie de preguntas rápidas: ¿Estoy
siendo impulsivo? ¿Estoy evadiendo algo? ¿Estoy tomando el camino fácil?
¿Realmente podré vivir de esto? ¿Cómo me sentiré frente a la familia cuando
todos los demás tienen profesiones más tradicionales? ¿Qué pasará si después
de cinco años descubro que tomé la decisión equivocada y cambio de nuevo a
mitad de curso? ¿Pensarán que estoy loco?
Estas son preguntas maravillosas;
son lo que hace que la vida valga la pena y sea tan fascinante,
misteriosa y atractiva. Cuando un niño se hace estas preguntas,
está trabajando con su identidad.
Un estudiante
preuniversitario es perfectamente capaz de encontrar las respuestas, pero sólo
si su familia puede respaldarlo en las buenas y en las malas. Piensa en el mensaje que le damos a nuestros
hijos preuniversitarios al decirles: “Vemos
que estás lidiando con tu decisión sobre tu futura profesión. Nos gusta eso de ti. Sabemos que vas a encontrar lo que estás
buscando. No podemos hacerlo por
ti. Recuerda que no tienes que vivir
perfectamente, y que la única manera de saber cuál es tu verdadero camino
consiste en cometer errores. Si hay
alguna forma razonable mediante la cual podamos ayudar, háznosla saber. De lo contrario, ¡arriésgate!”
El mensaje es: “Nos
emociona contemplar tu crecimiento. Sabemos que puedes hacerlo. La lucha es buena. Eres competente. Es bueno correr riesgos calculados. Te querremos sin importar lo que suceda. Nos gusta verte luchar con la vida. Eso es bueno para el alma.”
2) La intérprete de tuba
Tienes “esa
plática” con tu hija de primaria. Ya
sabes, la de tocar un instrumento musical.
Ella lo piensa, y después dice que lo platicará con su maestra de
música. Unos cuantos días después,
regresa a casa y anuncia que quiere tocar un instrumento musical.
- ¿Qué has
escogido, querida? - Preguntas…
- “¡La
tuba!” Exclama ella. “¡Es tan padre! ¡Siempre pensé que la tuba
era padre! Además, mi maestra me dijo
que necesitaban una intérprete de tuba!”
No tienes nada en contra de la tuba.
Sin la tuba, la banda o la orquesta carecerían de compás e impulso, te
dices a ti mismo. Otra parte de ti
susurra: “Esperaba que ella eligiera el violín o el piano.” Decides callar y apoyarla en su decisión,
diciéndole que está bien. Dos días
después, descubres que sigues molesto por la situación. Pero eres un buen padre, y sabes que debes
dejar que tu hija descubra lo que es mejor para ella.
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