La manera en que hablamos es de suma importancia. Un antiguo sabio dijo una vez: “La blanda respuesta quita la ira”.
Cuando tu cónyuge está enojado, alterado y arremete
con palabras descomedidas, si decides ser amorosa no debes responderle de la
misma manera, sino con una voz suave.
Recibirá lo que dices como una información sobre su estado
emocional.
Lo dejarás hablar de su dolor, de su ira y de su
percepción de los acontecimientos. Procurarás ponerte en su lugar y
ver el asunto con sus ojos y, a continuación, expresar con suavidad y bondad tu
comprensión del porqué se siente de esa manera.
Si actuaste mal con él, desearás
reconocer tu error y pedirle perdón. Si tu
motivación es diferente a la suya, le explicarás tu motivación con
amabilidad. Procurarás la comprensión y
la reconciliación, y no tratarás de demostrar que tu propia percepción es la
única manera lógica de interpretar lo sucedido.
Ese es amor maduro, amor al
que aspiramos si buscamos un matrimonio creciente.
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