Algunas
veces, reforzamos el chisme porque necesitamos oír acerca de una situación. Si Mari está atorada en un árbol o Gustavo se
ha lastimado, quieres saberlo. Aunque
sea que respondas porque necesitas hacerlo, estás propiciando el chisme.
Otras veces
no necesitas o no quieres la información que viene con los chismes. Si Lucy fue regañada por su entrenador de fútbol
o si Tere usó el teléfono tres minutos más de su límite, no necesariamente
quieres enterarte. Este chisme viene de
un deseo de meter a alguien en líos, en vez de un deseo de ayudar.
Es porque
una parte del chisme ayuda y otras expresiones del mismo no ayudan, que los
niños tienden a usarlo en exceso. Ellos
no entienden que las situaciones son diferentes y se les debe ayudar a
considerar más de un aspecto de cualquier circunstancia.
Las
intenciones positivas del niño, de ganar reconocimiento del padre o de otro
adulto y de tener algo de control, adquieren prioridad sobre otras
consideraciones.
Te sugiero
que le preguntes al hijo que viene con chismes:
“¿Es esto para ayudar o no?” Esta
forma de hablarle a los hijos, le obliga a tomar decisiones y requiere que haga
un poco de trabajo mental: decidir, discriminar y solucionar problemas.
La frase “¿Esto es para
ayudar o no?” cambia la atención del niño en acusar a alguien y darle
problemas, por la necesidad de tomar una decisión.
Una vez que
tu hijo decida si su chisme ayuda o no ayuda, permítele saber que sólo te
interesa la información que ayuda. Esto
fomenta un ambiente cooperativo en casa, ya que los hijos aprenden la
diferencia entre “chismear” y contar. Ellos aprenden rápidamente que
tu interés es ayudar a los miembros de la familia a apoyarse el uno al otro y
no, a culparlos por sus faltas.
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