Un viernes durante una sesión de terapia de pareja, una
mujer le dijo a su esposo que le gustaría que él le regalara flores; no sólo en su cumpleaños o en su aniversario
de bodas, sino simplemente como una expresión de su afecto por ella. La siguiente semana, el esposo llamó al
florista y éste le envió un espléndido ramo con una nota que decía: “Te amo”.
El siguiente viernes, él llegó a la sesión suponiendo que por fin había
hecho algo bien. En cambio, su esposa
estaba ofendida porque, aunque él le había enviado flores, no había firmado la
tarjeta.
Era obvio que la esposa tenía varias peticiones no
expresadas; Su esposo tenía que saber,
sin que se lo pidiera, que debía darle regalos de vez en cuando y sin una razón
en particular.
Si ella tenía que pedirlo, el regalo no contaba.
Si su esposo le daba un regalo, no debía tan sólo ordenarlo
por teléfono, sino tomarse la molestia de personalizarlo.
El deseo de la esposa por un tipo de sensibilidad e
intimidad que se expresa por medio de un regalo espontáneo quizá no había formado parte de la experiencia del
esposo.
Ella pudo haber elegido apreciar el regalo en vez de fijarse
en lo que faltaba. En lugar de enojarse,
pudo haber dicho; “Gracias por el ramo
tan hermoso”. Al recompensar sus
esfuerzos, ella pudo haber creado una cordialidad entre los dos que condujera a
una mayor intimidad.
Muchas relaciones están en riesgo porque uno o más de los
participantes tienen exigencias incumplidas de las cuales no se dan cuenta o no
están dispuestos a expresarlas. Estas
relaciones pueden ser entre esposos, amantes, vecinos, socios o miembros de una
organización. Mientras más importante
sea la relación – por ejemplo, un matrimonio en comparación con la pertenencia
a un club de lectura – más tienen que perder sus partes. Donde hay mucho que perder es menos probable
que las personas involucradas hagan explícitas sus demandas, porque el riesgo
de hacerlo es mayor.
Quizá uno de los
cónyuges tema que si el otro sabe cuánta es su necesidad, ese hecho podría
perjudicar la relación. Otro miedo común
es del siguiente tipo: “Si la gente se
entera quién soy o qué quiero en realidad, me va a rechazar o algo peor”. Un tercer miedo es sentirse rechazado por la
eventual negativa de la otra persona a satisfacer la demanda.
Expresar tus deseos
tal vez sea un paso esencial para cumplirlos, pero no garantiza que se
cumplan. A veces la gente se guarda sus exigencias para sí porque entiende
que manifestarlas conlleva un riesgo.
Por ejemplo, un hombre podría desear que su esposa no se oponga a que él
tenga una amante. En este caso, es
improbable que la relación mejore al expresarse la petición. La esposa, por su parte, podría esperar que
su esposo respete los votos matrimoniales y le sea fiel. La restricción de ambas partes respecto de
expresar sus deseos subyacentes podría ser todo lo que mantiene intacta la
relación.
Sin embargo, podría ser constructivo terminar con una
relación en la que no se puedan cumplir peticiones importantes. A menudo, perpetuamos relaciones que no
satisfacen nuestras necesidades porque tenemos un sentimiento de escasez. Es decir,
no estamos dispuestos a aceptar el
riesgo de dejar la relación que tenemos por creer que no somos capaces de
encontrar una que satisfaga mejor nuestras necesidades. Dejar nuestra vida estancada es otra manera
de perpetuar nuestra ira.
No hay regla que sostenga que tenemos que dejar que las
otras personas conozcan nuestras exigencias.
Podemos elegir no revelarlas. Sin
embargo, debemos ser conscientes de las consecuencias de mantener en secreto
nuestras necesidades.
Ejercicio
EXPRESA TUS NECESIDADES
¿Tienes necesidades que esperas que se cumplan y que no has
expresado a las personas importantes en tu vida? Enlístalas aquí. Será muy útil que pienses en las personas
importantes de tu vida, una a la vez, y si acaso tienes algún sentimiento de
ira o insatisfacción hacia ellas y, si es así, por qué.
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Examina cada una de tus demandas y pregúntate si crees que
se cumplirán si las expresaras. ¿No las
has expresado por miedo a hacerlo o porque supones que la otra persona debería
saberlo sin que se lo dijeras? ¿Esperas,
inconscientemente, que tu pareja, o quienquiera que sea, sea capaz de leerte la
mente?
Experimenta haciendo peticiones; quizá no todas a la vez,
sino una por una. Si por alguna razón no
estás dispuesto a revelar lo que quieres, pregúntate si tu razón para no
hacerlo es válida. Si lo es, al menos
entenderás tu papel y tu responsabilidad en la ira que sientes cuando no se
cumple tu exigencia. En otras palabras,
es importante que reconozcas que tienes una opción y nada te impide actuar en
la situación.
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